Familia y escuela Capítulo 21: Homeostasis y resiliencia familiar

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Como ya se ha afirmado en otros capítulos de esta misma serie: no existen familias total y permanentemente funcionales, ni familias total y permanentemente disfuncionales (ver Familia y escuela, Capítulo 15: Familia disfuncional, publicado en: PULSO 01 de julio 2020); existen rasgos de funcionalidad y de disfuncionalidad en ellas, durante periodos de tiempo no siempre regulares.

En este sentido, todas las familias pasan por periodos estables e inestables, por lapsos de tiempo en que su funcionamiento es enteramente normal; en tanto que en otros periodos se presentan factores que causan problemas de diferentes magnitudes, orígenes y desenlace.

El funcionamiento familiar ante estas eventualidades, está caracterizado por el tipo de dinámica y participación efectiva que muestran los que encabezan estos grupos, así como sus integrantes; de forma tal que se le intente dar solución y cauce a todo lo que se presente.

Esta participación que puede ser eficaz en mayor o menor medida; incluso, nunca solucionar la problemática que se confronta; está mediada por lo que llamo: “Herramientas”, que no son otra cosa que las habilidades, actitudes y formas con las que cuentan las familias para solventar toda serie de vicisitudes que se van presentando.

Desde luego que estas “herramientas”, no fueron depositadas como un paquete incluido cuando alguien se decide a formar una familia; ni hubo algún curso o tutorial por internet para obtenerlas; pero, además, si bien es cierto que se conocen algunas de las problemáticas que se pueden presentar, la realidad es que las que resultan más difíciles de resolver, son aquellas que ni por asomo pensábamos que iban a ocurrir; bien decía Morin (1999) que se tiene que enseñar como parte de la educación para el futuro a “enfrentar las incertidumbres”.

Hablar de Homeostasis familiar, es referirnos al equilibrio que se logra en su funcionamiento; en tanto que la Resiliencia es referida a la capacidad de volver a un estado óptimo, después de haber recibido un impacto, modificación o problema; en ambos casos, resulta claro que el lograrlas no es nada sencillo.

El contexto que rodea el funcionamiento familiar en México, no cuenta con las condiciones más favorables para su desarrollo, razón por la cual resulta más que pertinente hablar y analizar estos temas, sobre todo para aspectos sociales y culturales, en donde resulta ser un actor fundamental, como es el caso de la educación integral.

Algunos ejemplos (muy pocos) de las características macro y micro contextuales que las familias tienen que enfrentar para brindar las mejores condiciones de vida a sus integrantes, son:

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares 2017 (INEGI, 2018) se estima que todavía en México, una gran cantidad de familias: 64 de cada 100 hogares son nucleares (padres e hijos biológicos); el resto se encuentra representado por diferentes tipos de ellas, incluso con composiciones inimaginables, por sus particularidades.

En lo que respecta a su salud mental, tenemos que el 51.8% (56.5 millones) de personas mayores de 7 años presentaron sentimientos de preocupación y nerviosismo y el 30.5% (33.3 millones) sintieron depresión.

En relación con los mayores de 15 años (91.5 millones) el 33.3 % (30.5 millones) se encuentran en situación de rezago educativo, es decir no tienen instrucción escolar o éste es menor a la secundaria completa.

En la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (INEGI, 2020) se manifiesta que el 73.4 % de la población mayor de 18 años considera que vivir en su ciudad es inseguro; además el 62.3 % afirmó haber visto o escuchado sobre el consumo de alcohol en las calles; el 60.6 % acerca de robos o asaltos en los alrededores de su vivienda; 46.3 % el vandalismo; en tanto que el 42.9 % la venta o consumo de drogas.

La situación referente al empleo, no ha sido sencilla, puesto que para el primer trimestre de 2020, un poco más de 56 millones de habitantes conformaban la población económicamente activa (PEA), de los cuales 2 millones de ellos se encontraban desocupados; los que se encontraban en situación de ocupación, 4.7 millones era de forma subocupada y la enorme cantidad de 31 millones en ocupaciones informales; de estas dos últimas, como sabemos, sin el correspondiente apoyo de la seguridad social y esquemas de jubilación. Lo anterior de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (INEGI, 2020).

En el micro contexto, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (INEGI, 2017) menciona que, de cada 100 mujeres mayores de 15 años, al menos 10, sufrieron algún tipo de violencia en su familia, siendo los principales agresores los hermanos, el padre y la madre; de ellas, solo el 10 % presentó alguna queja, denuncia o solicitó apoyo externo. De igual forma, poco menos de la mitad de las que trabajan (47.3%) opinan que descuidan a sus hijos, porque ellas (37.3%) “deben ser” las encargadas de cuidarlos, así como a sus adultos mayores.

“… como maestro de secundaria, pocas veces he cambiado mi criterio y forma de evaluar a mis alumnos, en esta ocasión lo hice; fue un alumno de tercer grado, a punto de salir hacia el bachillerato, las últimas tres semanas, de manera repentina ya no se presentó a clases; como se trasladaba de un lugar alejado de la escuela, ninguno de sus compañeros supo darme información de su ausencia.

Ignoro el motivo que me llevó a “ir más allá”, pero antes de declarar su calificación final como no aprobatoria, indagué su domicilio y me dirigí a buscarlo; me costó trabajo dar con el lugar, pero al localizarlo y tocar a la puerta de esa vivienda, se abrió un panorama que nunca hubiera imaginado: resulta que, tras un accidente muy lamentable, los padres del muchacho fallecieron y él estaba a cargo de sus dos hermanos menores. 

Ante la situación, realicé una evaluación sumatoria de todo lo que llevaba acumulado hasta antes de alejarse de la escuela y le asigné su calificación; no sé si formal y reglamentariamente hice lo adecuado, pero fue para colaborar con el esfuerzo que estaba realizando”

Lograr el equilibrio e intentar regresar a su estado de funcionalidad a una familia, es una de las labores que se llevan a cabo en estos grupos sociales; y es un hecho que no obstante todas las condiciones que se presenten, aún las más insospechadas, las herramientas disponibles se usan; pueden tener éxito total, parcial o definitivamente necesitar apoyo externo, antes de la ruptura de ese núcleo básico.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx