Luis Donaldo, un recuerdo

Este sábado que viene se cumplen 25 años de la trágica muerte de Luis Donaldo Colosio, alguien que más allá de ser candidato presidencial y seguro ganador de la contienda era un excelente ser humano que de ningún modo  merecía ese tristísimo fin. Diecisiete días antes, el 6 de marzo de 1994, en el evento conmemorativo del 65 aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Institucional, en la explanada del Monumento a la Revolución, Luis Donaldo pronunció el más recordado y citado de sus discursos. 

Ante la proximidad de ambos aniversarios y las obligadas referencias en numerosas conversaciones, encontré que hay por lo menos dos generaciones de mexicanos, justamente a las que pertenecen los millenials, que algo saben del asesinato de Colosio pero muy poco a nada de su célebre discurso. Incluso entre la gente de mayor edad resalta el hecho de que casi todos recuerdan el pasaje de “Yo veo un México con hambre y sed de justicia…”, pero nada más.

Al releer el texto en estos días, encontré que incluso su acendrado priísmo que hoy resuena a muy antiguo, puesto en el contexto político y social de hace un cuarto de siglo tiene mucho más sentido y densidad que la inmensa mayoría de cuantas proclamas partidistas de cualquier color escuchamos hoy en día. 

Pero la lectura atenta y completa revela que el hondo partidismo de Luis Donaldo muy pronto deja paso a su claro entendimiento del presente que vivía y, sobre todo, a su lúcida visión del futuro que esperaba encarar.

La extensión del texto excede el espacio de esta colaboración, por lo que me permitiré hacer una selección que espero sea afortunada. Los párrafos que se reproducen siguen rigurosamente el mismo orden que en el original. 

“Aquí está el PRI que reconoce que la modernización económica solo cobra verdadero sentido cuando se traduce en mayor bienestar para las familias mexicanas…”.

“Los priístas sabemos que ser herederos de la Revolución Mexicana es un gran orgullo, pero ello no garantiza nuestra legitimidad política. La legitimidad debemos ganarla día con día, con nuestras propuestas, con nuestras acciones, con nuestros argumentos”.

“Encabezaremos una nueva etapa en la transformación política de México. Sabemos que en este proceso, solo la sociedad mexicana tiene asegurado un lugar. Los partidos políticos tenemos que acreditar nuestra visión”.

“La fuerza del gobierno fue en buena medida la fuerza de nuestro partido. Pero hoy el momento es otro: solo nuestra capacidad, nuestra propia iniciativa, nuestra presencia en la sociedad y nuestro trabajo, es lo que nos dará fortaleza”.

“Quedó atrás la etapa en que la lucha política se daba, esencialmente, hacia el interior de nuestra organización y no con otros partidos. Ya pasaron esos tiempos. Hoy vivimos en la competencia y a la competencia tenemos que acudir; para hacerlo se dejan atrás viejas prácticas: las de un PRI que solo dialogaba consigo mismo y con el gobierno, las de un partido que no tenía que realizar grandes esfuerzos para ganar”.

“No pretendemos sustituir las responsabilidades del gobierno, pero tampoco pretendemos que el gobierno desempeñe las funciones que solo a nosotros, como partido, nos corresponde desempeñar”.

EL PRESENTE (EN 1994) 

“Proponemos la reforma del poder para que exista una nueva relación entre el ciudadano y el Estado… Expreso mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo”.

“Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas, a los abusos, a los excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y democrático”.

“Reformar el poder significa fortalecer y respetar las atribuciones del Congreso Federal. Reformar el poder significa hacer del sistema de impartición de justicia una instancia independiente, de la máxima respetabilidad entre las instituciones de la República”.

“Hemos alentado acuerdos entre partidos; hemos planteado revisar el listado electoral; hemos solicitado la participación de observadores en todo el proceso electoral y la integración de un sistema de resultados oportunos. Por eso es que también hemos decidido dar transparencia a todos nuestros gastos… Nuestras elecciones -y lo digo con pleno convencimiento- no tendrán vergüenzas que ocultar”.

“Confiabilidad, certeza, regularidad y limpieza electorales no pueden seguir siendo solo aspiraciones, tienen que ser realidades que se impongan en las conciencias de los ciudadanos…”. 

(En relación con los párrafos anteriores, conviene recordar que en 1994 no se disponía de un padrón electoral confiable; la credencial para votar con fotografía hacía su debut; no existían ni el IFE ciudadanizado ni el hoy Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ni el PREP; tampoco había fiscalización de gastos de campaña y la presencia de observadores extranjeros era prácticamente inexistente).

“En estos meses de intensos recorridos por todo el país, de visita a nuestras comunidades, de contacto y diálogo con mi Partido y con la ciudadanía, me he encontrado con el México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas y el que ya no puede esperar”.

“Ese es el México que nos convoca hoy; ese es el México que convoca mi conciencia; ese es el México al que habremos de darle seguridad, al que habremos de darle rumbo en la nueva etapa del cambio”.

“Yo veo un México de comunidades indígenas que no pueden esperar más en las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso… Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He visto un campo empobrecido, endeudado… Yo veo un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan…”

“Yo veo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia o a la drogadicción…”.

“Yo veo un México de mujeres que aun no cuentan con las oportunidades que les pertenecen… Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades… Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que les permitan desarrollar sus aptitudes y destrezas. Un México de maestras y maestros, de universitarios, de investigadores que piden reconocimiento a su vida profesional…”.

“Yo veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían servirla; de mujeres y hombres afligidos por abusos de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas de gobierno. Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad; ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan; ciudadanos que aún tienen esperanzas y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso”. 

DE CARA AL FUTURO 

(QUE NO LLEGÓ)

“Es la hora de un nuevo impulso económico; es la hora de crecer sin perder la estabilidad financiera ni la estabilidad de precios. La economía, más allá de las metas técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos… Es la hora de traducir las buenas finanzas nacionales en buenas finanzas familiares”.

“Es la hora de convertir la estabilidad económica en mejores ingresos para el obrero, en mejores ingresos para el campesino, para el ganadero o para el comerciante; para el empleado o para el oficinista, para el artesano o el profesionista, para el intelectual y para las maestras y maestros de México”.

“Es la hora del gran combate a la desigualdad, es la hora de la superación de la pobreza extrema, es la hora de la garantía para todos de educación, de salud, de vivienda digna. Esa es la reforma social de que hablé en Huejutla”.

“Es la hora de hacer justicia a nuestros indígenas, de superar sus rezagos y sus carencias; de respetar su dignidad, como lo dije en San Pablo Guelatao, Oaxaca”.

“Es la hora de superar la soberbia del centralismo, como lo dije en Jalisco; de apoyar decididamente al municipio. Es la hora de un nuevo federalismo”.

“Es la hora de reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República; es la hora del poder del ciudadano. Es la hora de la democracia en México; es la hora de hacer de la buena aplicación de la justicia el gran instrumento para combatir el cacicazgo, para combatir los templos de poder y el abandono de nuestras comunidades”.

“Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad”. 

“La única continuidad que propongo es la del cambio; la del cambio que conserve lo valioso. Queremos un cambio con responsabilidad en el que no se olvide ningún ámbito de la vida nacional; queremos un cambio democrático para una mejor economía, para un mayor desarrollo social. Y hoy existen las condiciones para lograrlo; la sociedad lo demanda”.

“Hoy queda claro que los cambios no pueden ser marginales ni aislados. La vía del cambio corre en igual sentido y en igual intensidad y urgencia por el campo de la política, por el campo de la economía y del bienestar social… Con firmeza, convicción y plena confianza, declaro: ¡Quiero ser Presidente de México para encabezar esa nueva etapa de cambio en México!”.

“Asumo el compromiso de una conducción política para la confianza; una conducción política responsable, para llevar a cabo los cambios que requerimos, para cerrarle el paso a toda intención desestabilizadora, de provocación, de crisis, de enfrentamiento”. 

“Soy un mexicano de raíces populares. Soy un mexicano que ha recorrido en muchas ocasiones nuestro país, que no cesa de maravillarse ante la gran variedad y riqueza humana de nuestra patria y que no cesa tampoco de advertir carencias y dolores”.

“Reitero que provengo de una cultura del esfuerzo y no del privilegio. Como mis padres, como mis abuelos, soy un hombre de trabajo que confía más en los hechos que en las palabras. Pero por eso mismo, soy un hombre de palabra, un hombre de palabra que la empeño ahora mismo para comprometerme al cambio que he propuesto: un cambio con rumbo y responsabilidad”.

(La ilustración de esta columna son fotografías de una copia facsimilar del discurso original leído por  Luis Donaldo. Los subrayados y anotaciones que aparecen en el texto son de su puño y letra).

Nos reencontramos aquí el próximo jueves 4 de abril.