El respaldo y la credibilidad populares de que goza el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador son enormes, inmensos. Pero no son infinitos ni inagotables. La historia lo acredita. Carlos Salinas en su quinto año, Vicente Fox al inicio de su sexenio y Enrique Peña en el primer tercio de su mandato, registraron niveles de aprobación del orden del 70 por ciento, pero luego todo se volvió humo. Según una encuesta del periódico El Financiero de principios de este mes, AMLO registra una aprobación del 78 por ciento.
El capital político que representan los altos niveles de aprobación popular se asemeja a una fortuna en efectivo depositada en el banco. Si sólo hay retiros o estos son mayores que los depósitos, tarde o temprano se agotará. La velocidad del eventual agotamiento dependerá de la frecuencia y monto de los retiros.
De un tiempo para acá, el gobierno lopezobradorista viene girando cheques por sumas elevadas contra su capital político, sin que se conozcan depósitos por montos similares. Uno de los abonos más cuantiosos será sin duda el de los programas sociales, máxime que su parte sustancial son entregas en efectivo a los beneficiarios, pero como el propio titular del Ejecutivo Federal lo ha reconocido, marchan a paso muy lento por lo terriblemente difícil que resulta mover ese elefante reumático llamado burocracia.
Sin que sea una lista exhaustiva, en parte porque de alguna manera las cosas se mueven todos los días, entre los retiros que nos parecen más onerosos se podrían destacar los siguientes:
UNO.- Prácticamente a diario, mayormente por boca del propio Presidente de la República, se nos reitera que el gobierno anterior “dejó un cochinero”; que ese y los que lo antecedieron “a lo único que se dedicaron fue a robar”; que la corrupción alcanzó proporciones gigantescas sin que haya escapado a la misma ningún sector o dependencia gubernamental. A pocos días de que se cumplan cinco meses del nuevo gobierno, no hay un solo detenido por delitos vinculados a esos hechos de corrupción.
DOS.- Como presidente electo y ya en el cargo, López Obrador dijo y reiteró que durante su administración la persecución y captura de los capos del crimen organizado no sería prioridad; que esa estrategia había demostrado ser ineficaz en el pasado y que su gobierno aplicaría una distinta. Poco después las circunstancias obligaron a enviar centenares de soldados, marinos y policías federales a Guanajuato a buscar al capo huachicolero José Antonio Yépez Ortiz, El Marro, con tan mala suerte que se les escapó. Ahora, ese torvo sujeto tiene amenazado de muerte al Presidente de la República. Qué lejano se escucha aquel ingenioso “abrazos, no balazos”.
TRES.- Desde lo que se ha convertido en la más alta tribuna mañanera del país, una día sí y otro también se descalifica a los críticos y a los disonantes a base de adjetivos agresivos. Para comenzar, nunca se les reconoce como lo que son sino que de inmediato se les etiqueta como “mis adversarios” que enseguida pasan a ser conservadores, hipócritas, fifís, sepulcros blanqueados y súmele usted. En el caso concreto de los periodistas incómodos, de hecho se han deslizado algunas amenazas terribles. Creo, como dice Raymundo Riva Palacio, que de pronto la arena pública se llenó de escupitajos.
CUATRO.- Las palabras son valiosas, y por lo mismo hay que cuidarlas con esmero. Son la herramienta insustituible para comunicar ideas, para construir acuerdos, para persuadir, para sacudir las conciencias, para modificar estados de ánimo. Pero no sustituyen a los hechos. O quizá sí, pero durante un plazo corto. Hace un par de meses, cuando las primeras encuestas del sexenio mostraban los altos niveles de aprobación a la administración de AMLO, la periodista Denise Maerker señalaba lúcidamente que lo más sorprendente es que todo era resultado básicamente de las palabras. López Obrador no había ejecutado ninguna acción relevante ni arrancado ninguna obra de beneficio colectivo (porque no había tenido tiempo de hacerlo), y sin embargo su popularidad crecía y crecía. Todo, gracias a la palabra. Ese plazo de gracia entre la retórica y los hechos se ve cada día más corto
CINCO.- Es difícil encontrar una decisión de López Obrador más criticada que el famoso memorando mediante el cual instruye a sus secretarios de Gobernación, Educación y Hacienda para que dejen sin efecto (ignoren, desatiendan, incumplan) disposiciones contenidas en la Constitución y en leyes secundarias. Un escándalo. Con todo, en lo personal creo que fue más que nada una maniobra política para apresurar la derogación formal, vía Congreso de la Unión, de la Reforma Educativa peñanietista.
En este episodio en particular, comparto el punto de vista de quienes consideran que es más grave que desde el más alto cargo político del país se induzca la idea de que entre la ley y la justicia hay que optar siempre por la justicia. Endiabladamente complejo el tema. Para empezar, la ley es algo objetivo, está escrita y en la mayoría de los casos cuenta con una exposición de motivos que le da contexto y justificación. Si alguna ley no es justa, hay ordenamientos que contemplan los procedimientos para su modificación o sustitución. La justicia es algo muy subjetivo, puede variar de un individuo a otro, como varía de un país a otro y como ha variado al paso de los siglos. La Ley dice que la propiedad privada debe respetarse y que robar es un delito. ¿Qué sucede si algunos o muchos de nuestros pobres consideran que son normas injustas a la vista de tantos millonarios que tenemos y que cada año aumentan en numero, y que por lo tanto hay que ir a despojarlos de sus bienes excesivos?
SEIS.- Muy probablemente no haya existido en toda la historia de la humanidad ni exista hoy en día un político que no haya faltado alguna vez a la verdad. Hay veces incluso en que mentir persigue un propósito positivo o se vuelve indispensable para evitar un problema mayor. Pero en estos terrenos la medida es importante. Luis Estrada, presidente de la firma consultora Spin, publicó en El Universal del pasado día 12 los siguientes datos: “Si bien las conferencias diarias dan de que hablar, el presidente AMLO ha fallado, cada vez más, en establecer la agenda, pues solo 10 por ciento de las notas principales en las primeras planas de los siete diarios más importantes de circulación nacional recuperan el mensaje de inicio de la conferencia del día anterior. El ruido generado por las conferencias es demasiado fuerte para que AMLO y su gobierno puedan insertar anuncios y mensajes favorables en la opinión pública”.
Otro: “Al no tener información exacta, AMLO evade responder preguntas de diversas formas. Incluso en sus presentaciones iniciales lleva a cabo afirmaciones que, en el mejor de los casos, no pueden ser verificadas. En Spin analizamos que, solo en las conferencias diarias de la semana del 1 al 5 de abril de 2019, el Presidente hizo 80 afirmaciones no verdaderas; un promedio de 16 por día”.
Spin clasifica las afirmaciones no verdaderas de López Obrador en cuatro categorías: Promesas, que son proyecciones a futuro cuya veracidad se verificaría después de un tiempo indeterminado. En el plazo revisado (1 al 5 de abril), AMLO hizo 12 promesas. Compromisos, que son acuerdos con la fuente de reporteros para posponer la presentación de evidencia, a las que no siempre se da seguimiento; fueron 14. No Falseables, aquellas en las que imposible verificar si es verdad o mentira; de estas hubo 33, y Falsas, afirmaciones refutadas por la evidencia. De estas López Obrador hizo 21 en cinco días.
SIETE.- Lo anteriormente escrito invita a tres breves reflexiones finales. La primera, como decíamos líneas arriba, que las palabras son muy valiosas, pero no es extraño que cuando se abusa de ellas, se les usa para el engaño o se distorsionan, se vacían de contenido, dejan de tener significado y se vuelven inútiles. La segunda, más que reflexión es la reiteración de una convicción personal que nos acompaña desde hace muchos años: la gente no es tonta. Y tercera, es verdad que López Obrador está a poco de cumplir cinco meses en el cargo, pero se tiene la sensación de que lleva por lo menos el doble. Esto tiene explicación: prácticamente comenzó a gobernar desde el 2 de julio, al día siguiente de las elecciones, hace diez meses.
COMPRIMIDOS
El apoderamiento de lo que queda del Partido Verde en nuestro estado por parte del Gallardismo es un proyecto firme y en proceso. No se ejecutó las vísperas de Semana Santa como era el propósito inicial, porque justo el día que se tenía previsto instalar en la dirigencia local del Verde al diputado todavía perredista Emmanuel Ramos Hernández, el Ayuntamiento capitalino hizo público el hallazgo de otro latrocinio a las arcas municipales por casi 60 millones de pesos, mediante pagos simulados a un empleado despedido desde el inicio de la administración de Ricardo Gallardo Juárez. El principal operador de ese fraude fue justamente Ramos Hernández, durante sus años de tesorero municipal. Obviamente, en el PVEM dijeron no, ahorita no, y búsquense otro candidato que no sea tan vulnerable.
De hecho, lo más probable es que tampoco sea Emmanuel quien coordine la nueva fracción en el Congreso del Estado que quedaría con las siglas del Partido Verde pero ahora con cuatro diputados, al sumarse los dos del PRD. En esas condiciones, y como el arreglo es que la coordinación sea de un gallardista y Ricardo Gallardo Cardona quiere a alguien de su absoluta confianza, o insiste en Ramos Hernández dejando pasar un tiempo o se conforma con la diputada matehualense María Isabel González Tovar.
El retraso en este reacomodo partidista dio margen para uno de los episodios más patéticos de la política potosina en mucho tiempo: la súbita reaparición de Manuel Barrera Guillén, acompañado del impresentable Tekmol, dizque para anunciar la formación de un frente antipriísta al que se sumaría Morena. ¡Hágame usted el grandísimo favor! Barrera es un cadáver político en San Luis y el Tekmol fue su comparsa para ver si en algo le puede ayudar en sus pendientes con la justicia. Par de esperpentos.
Hace un par de semanas anduvo por aquí la ex gobernadora yucateca y actual aspirante a la dirigencia nacional del PRI, Ivonne Ortega. Mostró dominio del tema, experiencia y ganas. Dejó buena impresión. Se supone que pronto viene otro aspirante, el doctor José Narro, y seguramente harán lo propio los demás -Álejandro Moreno, gobernador de Campeche; Ulises Ruiz, ex gobernador de Oaxaca (quien ya ha venido con un perfil muy bajo), y nuestro paisano José Ramón Martel-, sin que todavía sea tiempo oficial de campañas internas.
Hasta el próximo jueves.