Sin agenda verde, sin futuro
El pasado 5 de junio fue el Día Mundial del Medio Ambiente. Un día que, en teoría, debería motivarnos a cuidar lo que nos rodea: el aire que respiramos, los árboles que nos dan sombra, el agua que nos da vida. Pero, la verdad, ¿a quién le importó?
En San Luis Potosí, ese día pasó casi desapercibido. No hubo anuncios serios, ni compromisos reales del gobierno estatal. Solo algunas frases huecas en redes sociales, fotos con macetas y discursos que ya hemos escuchado mil veces. Porque, aunque suene duro, en San Luis seguimos sin una agenda verde. No hay un plan concreto, público y bien hecho para proteger nuestro entorno. Y eso, en 2025, es inaceptable.
¿Qué significa no tener una agenda verde? Significa que no hay rumbo, ni metas claras sobre cómo enfrentar los problemas ambientales que ya nos están explotando en la cara: Las olas de calor cada vez más intensas, la contaminación del aire que respiramos sin saber si nos está enfermando, los árboles talados para hacer pasos a desnivel, y la falta de agua que ya no solo afecta a comunidades rurales, sino también a las ciudades.
Y mientras todo eso pasa, el gobierno estatal sigue como si nada. Como si cuidar el medio ambiente fuera un lujo, o una tarea secundaria. Como si no fuera su responsabilidad.
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Por ejemplo, el juicio de amparo —que debería usarse para proteger derechos humanos— lo hemos tenido que usar para frenar talas ilegales, como en la Avenida Himno Nacional o en el Río Santiago. Es decir, la ciudadanía está haciendo lo que debería hacer el gobierno.
Tampoco hay transparencia. El Acuerdo de Escazú, un tratado que garantiza el acceso a la información y la participación en temas ambientales, simplemente no se aplica en San Luis. ¿Cuántas veces te han preguntado si estás de acuerdo con que tiren árboles en tu colonia? ¿O con que se construya una obra que dañe un parque? Exacto: nunca. Y eso que, por ley, deberían hacerlo.
Peor aún: no saben ni dónde están los problemas. Literal. No existe un inventario oficial de los conflictos ambientales del estado. No hay un mapa que nos diga cuántas zonas están contaminadas, cuántos cuerpos de agua están en riesgo o cuántas comunidades están sufriendo por falta de servicios básicos. Si no lo registran, entonces no existe para ellos. Y si no existe, no lo resuelven. Esa omisión no es un descuido. Es una forma de mantenernos en la oscuridad.
La calidad del aire: un caso urgente. Uno de los temas más graves es el aire que respiramos. Hay zonas en San Luis donde los niveles de contaminación son altos, pero no tenemos información clara, pública ni confiable. El sistema de monitoreo del aire es obsoleto, incompleto y poco transparente. Estamos respirando a ciegas. Y si no sabemos qué respiramos, tampoco podemos exigir que las empresas o el gobierno hagan algo al respecto. Así de simple. Así de grave.
La desigualdad también es ambiental porque la crisis ecológica no afecta a todos por igual. Las personas con menos recursos son quienes viven más cerca de basureros, fábricas contaminantes o zonas sin árboles ni parques. Son quienes más sufren las sequías, quienes caminan más para conseguir agua y quienes respiran el aire más sucio. Ignorar esto es condenar a los más vulnerables a vivir en ambientes tóxicos, sin oportunidades reales de mejorar su salud o su calidad de vida.
Pero no todo está perdido, pues aunque a veces parezca que todo está mal, hay gente que no se rinde. Jóvenes, colectivos, organizaciones, investigadores, periodistas, vecinos que defienden árboles, estudiantes que se informan, que marchan, que denuncian. Esa gente es la raíz viva de un cambio posible. Y gracias a ese trabajo colectivo, se han logrado cosas. Se han detenido obras destructivas, se han exhibido abusos, se han empujado procesos legales. Porque cuando el gobierno no cumple, la ciudadanía se organiza. Hoy, más que celebrar, toca exigir. Porque sin agenda verde, no hay futuro posible para San Luis.
Delírium trémens.- Hoy no celebro, hoy hago duelo cívico. La República Mexicana ha sido herida de muerte. La elección judicial fue el último clavo en el ataúd de nuestra frágil democracia. Elegir jueces por votos y no por méritos fue una vileza disfrazada de democracia. La justicia, ahora, se subordina al poder. Murió la división de poderes. Murió el juicio de amparo. Murió la independencia judicial. Murió la esperanza de contrapesos reales. Hoy tenemos: Presidencia imperial, mayoría calificada en ambas cámaras, un país militarizado, un Poder Judicial capturado. Las libertades que aún quedaban están en peligro real. El silencio será cómplice; la memoria, resistencia. No es momento de rendirse, sino de resistir. De reconstruir desde las ruinas de la República. Porque callar sería escribir su epitafio.
@luisglozano