La propuesta de volver al cobro de tenencia generó irritación ciudadana hace dos semanas en los mexicanos, hubo todo tipo de reacciones; en la realidad es un impuesto que persiste en la mayor parte de las entidades federativas, pero con otro nombre, como el de control vehicular en San Luis Potosí; este impuesto se creó por el gobierno federal en 1961 y en 2008 pasó a las entidades federativas, quienes con el afán de ganar simpatías electorales han tenido un deficiente cobro, a partir de ese momento se generó una caída del 100 % en su recaudación.
La tenencia, es un impuesto rechazado por las clases medias de México, pero representa una fuente importante de financiamiento del gasto público; según el INEGI, en 2017 su recaudación representó 19,531 millones de pesos; en los estados donde fue una causa considerable de ingreso público fueron: Estado de México, Durango, Puebla, Colima y Querétaro; en las entidades donde su recaudación fue deficiente fueron: Campeche, Yucatán, San Luis Potosí, Tlaxcala y Aguascalientes (véase cuadro).
Pero ¿Por qué debe existir la tenencia?, para responder esta pregunta hay que retomar las cuatro razones que Gerardo Esquivel planteó en 1911: correspondencia, progresividad, disminución de externalidades y baja evasión fiscal. Es un ingreso público que se puede aplicar para mejorar y ampliar la infraestructura vial; es un impuesto que lo pagan quienes más ingresos tienen; es un instrumento para desincentivar la compra y el uso de vehículos, reduciendo con ello sus externalidades negativas, como es la contaminación del medio ambiente y el tráfico vial.
En primer lugar, en cuanto a la correspondencia, Gerardo Esquivel plantea que la tenencia, a diferencia de otros impuestos, es un ingreso que los gobiernos locales usan para la creación, ampliación y mantenimiento de la infraestructura vial y de transporte público, siendo los propietarios de los vehículos los principales beneficiarios, ya que existirían mejores vialidades, reduciendo con ello los tiempos de movilidad; sin embargo debido a los bajos niveles de credibilidad de los actos de gobierno, este motivo resultaría insuficiente para la permanencia de la tenencia.
En segundo lugar, la tenencia grava los activos de las personas, por lo que es un impuesto de carácter progresivo, ya que se calcula por las características de los automóviles, en México son pocas las personas que por su nivel de ingresos pueden poseer un automóvil; para el 52 % resulta imposible comprar uno, ya que sus ingresos no les alcanzan ni para comer; esto significa que quienes poseen más tendrán que pagar más por el uso de su automóvil; además en México al automóvil se le percibe más como un medio de status social que como una necesidad.
En tercer lugar, la tenencia es un instrumento para contribuir a reducir la externalidades negativas de los automóviles, como son la congestión vehicular, el tráfico y la emisión de contaminantes ambientales; en todos los espacios urbanos vivimos con altos niveles de contaminación, y no se hace nada para la preservación del medio ambiente; por lo que el regreso de éste gravamen podría utilizarse como un impuesto ecológico que cobre no solo el precio del vehículo sino también por los niveles de emisión de contaminantes que emita.
En cuarto lugar, la tenencia es un impuesto casi imposible de evadir, ya que está sujeto a una regulación a cumplir de manera periódica: registro, emplacamiento, tarjeta de circulación, verificación, licencia de conducir, lo cual se requiere para circular libremente en la vía pública, todo ello puede verificarse fácilmente; además su venta tiene un registro en las facturas de compraventa; por ello su evasión es muy baja, con lo cual se garantiza la equidad horizontal en el cobro de este impuesto.
Una decisión errónea que se tomó fue regresar el cobro de este impuesto a nivel local y desaparecerlo en 2011 por decreto presidencial; los gobiernos locales se han caracterizado por su incapacidad técnica para recaudar ingresos públicos, para ellos es más fácil pedirle al gobierno federal recursos para financiar su gasto público; en el manejo de sus finanzas públicas ha predominado su populismo por no cobrar de manera eficiente la tenencia vehicular, solo por dejar contento a un grupo social que consideran votantes potenciales.
En el regreso del cobro de la tenencia el obstáculo mayor es combatir la cultura de culto al automóvil, quienes lo poseen lo perciben como una evidencia empírica de su status social, ven con desdeño y discriminación a quienes no poseen automóvil, no respetan los espacios creados para el peatón, se sienten dueños y amos de la vía pública; para dejar su vehículo ponen como condición un mejor transporte público, al cual califican como muy mal servicio, pero ni siquiera se han tomado la molestia de utilizarlo para poderlo calificar de manera objetiva.
Para el regreso de la tenencia se requiere adoptar un modelo donde el cobro sea homogéneo, de tal manera que no haya migración de pago de una entidad a otra; además es necesario que con los ingresos captados se constituya un fondo para el mantenimiento y ampliación de la infraestructura vial en cada ciudad, cuyo monto corresponda a los vehículos registrados; crear infraestructura exclusiva para el transporte público e incrementar las medidas de control en la calidad del servicio e impulsar sistemas de monitoreo de calidad del medio ambiente.
En resumen, el posible regreso de la tenencia es una buena noticia apoyada en la disminución de la contaminación, la movilidad urbana, la desigualdad social y las finanzas públicas; su cobro es progresivo, combate las externalidades negativas de los automóviles, se cobra a quienes más recursos poseen, disminuye la evasión fiscal y es un importante ingreso para financiar el gasto público, pero su regreso debe superar la cultura por el automóvil y el populismo fiscal de los gobiernos locales.
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