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Un maridaje para el Día de Muertos

Por Alfredo Oria

Noviembre 01, 2024 03:00 a.m.

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Cada 1 y 2 de noviembre, México se viste de colores para honrar a sus seres queridos en el Día de Muertos, una festividad que mezcla creencias prehispánicas y tradiciones católicas para celebrar la vida de aquellos que ya no están. Esta ocasión no sólo simboliza el reencuentro con los ancestros, sino también la oportunidad de compartir los elementos gastronómicos que disfrutaban en vida, entre ellos, el vino de mesa, bebida que cobra protagonismo en muchas ofrendas contemporáneas.

Aunque el Día de Muertos tiene profundas raíces indígenas y suele centrarse en bebidas tradicionales como el pulque y el atole, el vino de mesa ha ganado un lugar especial en algunas ofrendas. Esto responde en parte al creciente interés por el vino en México y al auge de la producción vinícola en regiones como Baja California, Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí. Además, el vino de mesa aporta un toque de solemnidad y sofisticación, convirtiéndose en una forma de honrar la vida y memoria de los difuntos de manera única.

El vino de mesa, con su variedad de aromas y sabores, se ha convertido en una bebida que simboliza el gozo de compartir y el acto de recordar. Así, en los altares de Día de Muertos, una botella de vino puede representar un tributo a familiares que disfrutaban de esta bebida, o simplemente como un símbolo de celebración. Esta inclusión del vino en las ofrendas permite una conexión entre el pasado y el presente, entre lo tradicional y lo contemporáneo: es un puente entre generaciones.

Una copa de vino en el Día de Muertos puede ser el complemento ideal para los sabores que adornan el altar: el pan de muerto, con sus notas de azahar y anís, combina bien con un vino de postre o un espumoso, mientras que los moles y tamales, con su riqueza de especias, pueden armonizar con vinos tintos de cuerpo medio y gran complejidad, como un Pozo de Luna Syrah.

El Día de Muertos es una fiesta de color y sabor, un momento en el que la única certeza humana se convierte en celebración de la vida. La presencia del vino de mesa en esta festividad simboliza el brindis eterno por aquellos que han partido, recordándoles con cada sorbo. Este sincretismo entre tradición y modernidad enriquece la festividad y nos invita a recordar que la vida, como el buen vino, es para disfrutarse y compartirse. Así, el Día de Muertos y el vino se unen para celebrar la memoria, la herencia y el amor que sigue vivo en cada brindis.