En México uno de los problemas públicos es la inseguridad; en la primera quincena de marzo de 2019, 74.6% de la población mexicana de 18 años y más consideró que vivir en su ciudad es inseguro (véase gráfica); está sensación se percibe por temor al delito y las expectativas que tiene la población sobre la seguridad pública, la cual se genera por la influencia de diversos factores, como la percepción de condiciones y conductas delictivas o antisociales que ocurren en el entorno donde vive la sociedad; surge la pregunta: ¿Cuáles son las causas que generan este problema público?
En 1969, en la Universidad de Stanford de los Estados Unidos, Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología social: dejó dos autos abandonados en la calle, ambos idénticos, misma marca, modelo y color; uno lo dejó en la zona pobre y conflictiva de Bronx en Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California; en ambos barrios estuvo un equipo de especialistas en psicología social analizando las conductas de las personas en cada uno de esos barrios.
El auto abandonado en el barrio de Bronx comenzó a ser desvalijado, en pocas horas se quedó sin llantas, motor, espejos, radio, etc. Todo lo útil se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio, el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto. Esto nos lleva a una conclusión, pobreza y desigualdad son las causas de los altos niveles de inseguridad; es una situación que la mayor parte de sociedad acepta, por lo que rechaza cruzar por lugares obscuros, abandonados, grafiteados, sucios, aquellos que habitan las personas en situación de pobreza
Sin embargo, el experimento no finalizó en esta etapa, los investigadores decidieron romper un vidrio del automóvil de Palo Alto, California; el resultado fue que se generó el mismo proceso que en el Bronx, el auto fue desvalijado; con ello surge la pregunta: ¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un barrio supuestamente seguro es capaz de generar todo un proceso delictivo? En consecuencia, la pobreza no es el detonador de la inseguridad, es algo que tiene que ver con la psicología social, el comportamiento humano y con las relaciones sociales.
Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, desinterés, despreocupación, lo cual va en contra de las normas de convivencia social; genera la idea de ausencia de ley, de normas, de reglas, que la autoridad esta ausente, que los individuos pueden cometer delitos sin recibir castigo; provoca que el espacio social genere sensación de inseguridad, en donde hay altas probabilidades de ser víctima de un delito, es un entorno social que a nadie le preocupa lo que pasa.
Mediante este y otros experimentos sociales, James Q. Wilson y George Kelling, desarrollaron lo que se conoce en política pública como la “teoría de las ventanas rotas”, que plantea que los delitos son mayores en zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores; estos autores argumentan que, si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás, es decir que si un espacio público muestra signos de deterioro, manda señales que no le importa a nadie, por lo que allí se generará el delito.
Si los barrios, las colonias, los cruceros de las calles, parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente y nadie realiza acciones para transformarlos, en estos lugares se cometen “pequeñas faltas” como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja, consumir alcohol y drogas, si estas pequeñas faltas no son sancionadas, entonces se llevarán a cabo faltas mayores, como venta de sustancias prohibidas por la ley, robos, violencia física, asesinatos.
La teoría de las ventanas rotas sostiene que hay que concentrarse en combatir la pequeña delincuencia para erradicar las condiciones que generan el crimen grave, la cual se encuentra en el hogar y en los espacios públicos; la implementación de políticas públicas sustentadas en esta teoría generó importantes descensos de los índices de criminalidad en ciudades como Los Ángeles, Boston, Nueva York y Ciudad de México, a finales del siglo pasado; estas políticas públicas plantearon que “el vagabundo, el borracho que están en la vía pública son la primera ventana rota”, por lo que se aplicó la política pública de “tolerancia cero”.
La gran aportación de la teoría de las ventanas rotas para la población es que, ante el descuido y el desorden se degenera el entorno social, provocando muchos males sociales, como la inseguridad. Aplicando esta teoría al hogar, se puede llegar a la conclusión que la casa tiene algunos desperfectos: paredes despintadas, sin ventanas, malos hábitos de limpieza, alimenticios, predominio de palabras violentas, por lo que poco a poco se generarán relaciones agresivas entre sus miembros, las cuales se extenderán en las relaciones con los demás miembros de la comunidad.
En síntesis: en materia de inseguridad se necesita cambiar de estrategia y de actitud, se han implementado políticas públicas de rescate de los espacios públicos, pero están pendientes reparar los descuidos y abandonos que hay en el hogar: erradicar toda situación de violencia, establecer relaciones cordiales, dialogar positivamente con los hijos, mejorar las condiciones materiales, no permitir que la percepción de abandono se extienda al exterior; es el turno de la sociedad, hay que educar con el ejemplo. Busque esta columna el próximo 14 de agosto de 2019.
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