Del Alien al coronavirus: la representación del monstruo

La pandemia suspendió la exposición en la Ciudad de México del creador del parásito depredador responsable de muchas pesadillas en miles de cinéfilos seguidores de la zaga.

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Es un monstruo, una anomalía, un parásito que penetra en las vías respiratorias y luego emerge del pecho de su anfitrión, matándolo en el acto. ¿Les suena?

El día de Alien se celebra cada 24 de abril debido a que HL-426 es uno de los dos satélites de un planeta lejano, donde hallaron vida los tripulantes de la nave Nostromo, y por tanto de donde surge el peligroso ser parasitario creado visualmente por Hans Ruedi (H.R.) Giger para Alien, el octavo pasajero, la película de Ridley Scott en 1979. HL-426 también es llamado Acheron, Aqueronte, como el río que transportaba las almas al Hades en la mitología griega.

Muchas efemérid es están basadas en hechos ficticios de libros o personajes: el Bloomsday (16 de junio) los fans de James Joyce recorren Dublín haciendo la misma trayectoria del personaje de Ulises; el Día de la Toalla es el 25 de mayo por La Guía del Viajero Intergaláctico, de Douglas Adams; el día de La Guerra de las Galaxias se festeja el 4 de mayo, por su pronunciación en inglés (May the Fourth) y su similitud a una simbólica frase de la saga: may the Force be with you. También está el día de Leer a Tolkien, pues en su saga de la Tierra Media el anillo es destruido un 25 de marzo.

Solo con la noche, la reciente exposición de la obra de H.R. Giger en la Ciudad de México —interrumpida por la contingencia sanitaria debida al coronavirus SARS-CoV-2— y un diálogo de la película, han vuelto a potenciar el interés por la primera cinta de ciencia ficción protagonizada por una mujer y que creó un universo de criaturas y posibilidades para los encuentros con otras formas de vida.

La contaminación y la cuarentena

Y es que en Alien, el octavo pasajero, la nave Nostromo se desvía de su regreso a la Tierra debido a una señal misteriosa. Ellen Ripley, tercer oficial de la nave (Sigourney Weaver), declara la cuarentena luego de que el capitán y otros tripulantes salen a la superficie de HL-426 para explorar una nave extraterrestre aparentemente sin vida, pero donde uno de ellos, Kane, es atacado por una criatura recién salida de un huevo, que se queda pegada a su rostro. 

Ripley no quiere abrir. «¡No es un gérmen!», le aseguran. Ante la insistencia de los otros por que deje entrar al enfermo y a quienes lo acompañan, Ripley dice sus famosas palabras: «Si abro la escotilla, toda la nave se podría infectar… Si rompemos la cuarentena nos matará a todos».

Obviamente, alguien la desobedece, abre la escotilla. El monstruo parece morir y Kane parece estar bien. Todo parece ir normal hasta que el monstruo sale del pecho de Kane y tras desarrollarse rápidamente empieza a matarlos uno por uno. Al final, solo Ripley y el gato mascota de la nave pueden regresar vivos.

A este ser, parasitario y depredador, se le da nombre hasta la segunda película de las varias que ha hecho Ridley Scott. Al parecer, según la «historia oficial» de la serie, es un microorganismo de crecimiento muy acelerado, que se adapta a su huésped para alimentarse de él, y fue creado como una especie de arma biológica por unos seres llamados los Ingenieros o Space Jokeys. Se le conoce como Xenomorfo, literalmente «forma extraterrestre», aunque a su forma como sale del huevo se le llama Abrazacaras y cuando sale de su huésped es llamado con toda razón Quebrantapechos.

Además de lo obvio, el entrar por las vías respiratorias y alojarse en el pecho de sus huéspedes, hay quienes han querido ver un sentido premonitorio en el pensamiento «de colmena» de las criaturas al atacar: se comunican y sin hablar se proponen acabar con todos. 

Solo en la noche, la exposición

En los tres pisos de una vieja casa de Paseo de la Reforma ambientada en negro y tonos oscuros cientos de personas pudimos admirar bocetos, pinturas, esculturas y fotografías de este artista nacido en Suiza en 1940, y que llegó a los estudios de cine de Hollywood invitado por Salvador Dalí, para diseñar el arte de una versión de la novela Dunas que dirigiría Alejandro Jodorowsky, que no prosperó. Alguien llevó sus diseños a Ridley Scott, ahí se dio el diseño de la nave elaborado por Moebius, y empezó la historia que crearía muchas imágenes pesadillescas marcadas en la mente de fieles de todo el mundo.

Planeada para ser visitada hasta finales de marzo, la exposición de Giger tuvo que ser suspendida debido a la Jornada Nacional de Sana Distancia, los últimos días solo se podían conseguir boletos vía internet. Un gran viaje, alucinante, al conocer las imágenes más eróticas, espeluznantes y arriesgadas de este artista, así como algunas vivencias previas y detrás de cámaras.

El diseño del Xenomorfo fue elaborado por Giger basado en una de sus pinturas, el Necronom IV, y en la exposición hay bocetos y originales de la criatura que mezcla elementos mecánicos con huesos y músculos, metal con carne, filosos dientes con formas sensuales o hasta sexuales. 

Por algo sus creaciones fueron llamadas en general biomecanoides.

Se dice que Giger era surrealista, y lo es por el tono onírico de sus obras, más pesadillesco ciertamente que las de Leonora Carrington o René Magritte. Se parece más a Salvador Dalí, en que hay gritos y miradas constantes, pero se decanta más lo fantástico y lo anatómico. 

Admirador de las obras de Lovecraft y de Tolkien, Giger hizo sus primeras obras en tinta, pero cuando descubrió las posibilidades del aerógrafo (herramienta pictórica hoy tan ninguneada por muchos artistas «serios») perfeccionó ese hiperrealismo de pesadilla, de sensualidad y violencia. Si quien sobrevive en Alien fue una mujer fue también gracias a él, que apostó por el protagonismo de Ripley. Li, su compañera, inspiró varios retratos donde la representó como deidad, y esa visión de poder femenino pudo transferirla a otra de sus criaturas más conocidas: Sil, el personaje de Especies (1995).

La representación de lo monstruoso, de lo deforme o terrorífico logró altura de arte en la obra de Giger. La exposición hubo de cerrar por la aparición de otro monstruo, el nuevo coronavirus. La diferencia es que nadie puede ver a este monstruo sin vida, una molécula de grasa que «se acopla» con su huésped y vence sus defensas naturales. Mediante símiles literarios o religiosos hay quienes ven a ambos monstruos como una especie de venganza o castigo. «Con la naturaleza no se juega», se dice. En muchas de sus obras, Giger dotaba a sus personajes de deformaciones producidas por la radiación nuclear, y los cambios de la naturaleza nos hablan de muchas semejanzas con anticipaciones literarias y artísticas.

Como dijo Ripley, a veces todo depende de no romper la cuarentena. Y de hacer un plan para alcanzar la frontera. «Corto y cierro».