La vida entre telas y botones

El oficio de la costura halla demanda en la reparación de prendas




La costura es un oficio que va con la humanidad. Con la elaboración de indumentaria a escala industrial, el trabajo no desapareció, sólo tomó nuevos giros y hoy quien sabe elaborar vestidos, sabe también repararlos, ajustarlos a la medida de un cliente.





Desde un taller, con unas máquinas de coser, telas, botones y agujas el sastre dedica su esfuerzo para cumplir los deseos de sus clientes, su mayor labor es entregar un trabajo de calidad en ocasiones con muy poco tiempo a su favor.





“A veces los clientes llegan apurados que necesitan un dobladillo de un día para otro”, comenta Lucía Díaz, con un par de décadas dedicada la costura por encargo. Al ser una labor concienzuda que requiere máxima dedicación, también necesita el tiempo adecuado para entregar el trabajo.





Como muchos otros casos en este giro, la demanda de sus servicios ha ido incrementando conforme sus clientes la han recomendado; cada vez tiene más trabajo y se le tiene que buscar con anticipación.





Lucía trabajaba en una maquiladora donde adquirió las bases para entender el corte y el armado de la ropa. Trabajó después en algunos talleres y adquirió los puntos finos de la sastrería y entonces emprendió su propio negocio, donde arregla desde el botón de una camisa hasta la bastilla de un vestido de noche, pero también confecciona prendas al gusto de sus clientes y uniformes escolares en grandes pedidos.





“Los clientes que más recibimos son personas que trabajan en oficinas, que vienen a que se les arregle algún uniforme, falda o saco. Ya sea arreglar bastilla o confeccionarlo desde el principio a como lo quiere el cliente”, explica.





A veces los detalles más simples de una prensa son los más solicitados en reparaciones, como el arreglo de un cierre o una bastilla.
Su experiencia en lo que hace le ha brindado la oportunidad de hacerse de una clientela duradera que cada vez va más en aumento. La calidad de su trabajo y el compromiso que le inyecta, es lo que la ha ayudado a salir adelante.





A pesar de la existencia de grandes fábricas de ropa y almacenes, este tipo de oficio aún sigue vigente para realizar arreglos específicos de una prenda. La aguja, el hilo, el dedal y las medidas, siguen siendo las herramientas clave para desempeñar esta labor.





“Coser y confeccionar es algo que llevo haciendo prácticamente toda mi vida, y he aprendido que no hay nada que una aguja no pueda solucionar. No necesité nunca una formación en una escuela para aprender lo que sé. En la práctica es donde más se aprende”, responde cuando se le pregunta cuál ha sido su principal fuente de formación como costurera.





De telas y botones se compone una prenda y todo el trabajo que hay detrás de ella, su confección y diseño están pensados para satisfacer los gustos de quienes lo solicitan. “Lo bonito de la costura es que todo es al gusto del cliente, por eso se le toman medidas, se hace elección de telas, se prueban los trabajos ya hechos y así para que la persona se vaya contenta con mi trabajo”, comenta.
Lucía quien afirma seguirá entre telas y botones por muchos años más.





Desde un taller, con unas máquinas de coser, telas, botones y agujas el sastre dedica su esfuerzo para cumplir los deseos de sus clientes, su mayor labor es entregar un trabajo de calidad en ocasiones con muy poco tiempo a su favor.





“A veces los clientes llegan apurados que necesitan un dobladillo de un día para otro”, comenta Lucía Díaz, con un par de décadas dedicada la costura por encargo. Al ser una labor concienzuda que requiere máxima dedicación, también necesita el tiempo adecuado para entregar el trabajo.





Como muchos otros casos en este giro, la demanda de sus servicios ha ido incrementando conforme sus clientes la han recomendado; cada vez tiene más trabajo y se le tiene que buscar con anticipación.





Lucía trabajaba en una maquiladora donde adquirió las bases para entender el corte y el armado de la ropa. Trabajó después en algunos talleres y adquirió los puntos finos de la sastrería y entonces emprendió su propio negocio, donde arregla desde el botón de una camisa hasta la bastilla de un vestido de noche, pero también confecciona prendas al gusto de sus clientes y uniformes escolares en grandes pedidos.





“Los clientes que más recibimos son personas que trabajan en oficinas, que vienen a que se les arregle algún uniforme, falda o saco. Ya sea arreglar bastilla o confeccionarlo desde el principio a como lo quiere el cliente”, explica.





A veces los detalles más simples de una prensa son los más solicitados en reparaciones, como el arreglo de un cierre o una bastilla.
Su experiencia en lo que hace le ha brindado la oportunidad de hacerse de una clientela duradera que cada vez va más en aumento. La calidad de su trabajo y el compromiso que le inyecta, es lo que la ha ayudado a salir adelante.





A pesar de la existencia de grandes fábricas de ropa y almacenes, este tipo de oficio aún sigue vigente para realizar arreglos específicos de una prenda. La aguja, el hilo, el dedal y las medidas, siguen siendo las herramientas clave para desempeñar esta labor.





“Coser y confeccionar es algo que llevo haciendo prácticamente toda mi vida, y he aprendido que no hay nada que una aguja no pueda solucionar. No necesité nunca una formación en una escuela para aprender lo que sé. En la práctica es donde más se aprende”, responde cuando se le pregunta cuál ha sido su principal fuente de formación como costurera.





De telas y botones se compone una prenda y todo el trabajo que hay detrás de ella, su confección y diseño están pensados para satisfacer los gustos de quienes lo solicitan. “Lo bonito de la costura es que todo es al gusto del cliente, por eso se le toman medidas, se hace elección de telas, se prueban los trabajos ya hechos y así para que la persona se vaya contenta con mi trabajo”, comenta.





Lucía quien afirma seguirá entre telas y botones por muchos años más.