Ad Justitiam per Ius
In memoriam Mtra. Elvia Castañón (Q.E.P.D.)
La Universidad no es solo un lugar al que se asiste: es un espacio que nos forma, nos atraviesa y nos acompaña toda la vida. Aun cuando no coincidimos en generación, horarios o aulas, quienes pasamos por la misma Facultad compartimos algo más profundo que la cercanía temporal: una identidad común. Ese es el hilo que hoy convoca estas líneas.
Elvia Castañón Ruíz fue parte de esa comunidad universitaria. Como muchos de nosotros, caminó por los pasillos de la Facultad de Derecho, habitó sus aulas, se formó en el lenguaje del derecho y asumió —desde distintos frentes— el compromiso profesional que esa formación implica. No todos nos conocemos entre generaciones, pero sí nos reconocemos en el origen.
La Facultad es un espacio donde se transmiten saberes, pero también formas de estar en el mundo. Quienes hemos sido estudiantes o docentes lo sabemos bien: hay lecciones que no vienen en los programas académicos. Recuerdo —como tantos— a profesores que iniciaban la clase no con una cita doctrinal, sino con una pregunta sencilla: "¿ya leyeron?, ¿qué opinan?". No era un examen, era una invitación a pensar, a tomar la palabra, a comprender que el derecho se construye dialogando.
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En esas aulas aprendimos que la Universidad no es un sitio de certezas absolutas, sino de búsqueda constante. Que el conocimiento se pule con el tiempo y que la vocación jurídica se ejerce con responsabilidad, estudio y compromiso social. Esa experiencia compartida crea vínculos invisibles pero duraderos entre quienes han pasado por la misma casa de estudios.
Por eso, cuando una persona que perteneció a nuestra alma mater parte, no solo se va una historia individual: se mueve una pieza de la memoria colectiva. Permanecen las huellas que deja su paso por la institución, el eco de su presencia como estudiante, como profesora, como profesionista formada en la Universidad.
La Facultad nos iguala más allá de edades y generaciones. Nos hermana en una ética profesional, en una manera de entender el derecho y en una responsabilidad frente a la sociedad. Ese lazo permanece incluso cuando el tiempo avanza y los nombres dejan de escucharse cotidianamente en los pasillos.
Que estas líneas sirvan entonces como un gesto sencillo y sincero: el de reconocer a una compañera universitaria desde el lugar común que nos une a todos quienes alguna vez fuimos —y seguimos siendo— parte de la misma alma mater. Porque al final, la Universidad no solo nos enseña derecho: nos enseña pertenencia. Desde estas líneas expreso mis más sinceras condolencias a la familia Fajardo-Castañón.
carloshernandezyabogados@gmail.com









