Día de la Sobrecapacidad

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Una de las amenazas que representa el cambio climático para la población mundial es la escasez de alimento. La población crece aceleradamente y los recurso del planeta se agotan. El pasado 22 de agosto del 2020 fue el “Día de la Sobrecapacidad”, lo que significa que esa data se terminaron los recursos naturales que la Tierra puede regenerar en un año. Es decir, el día en que se han consumido “todos los recursos naturales que el planeta es capaz de reestablecer en un año”, por lo que en estos momentos consumimos el equivalente en recursos a 1.6 mundos.

En la actualidad la temperatura del planeta está 1°C por encima de los niveles preindustriales, y subiendo por década a 0.39°C. Con lo cual en 2040 estaremos muy cerca de los 2°C. Los estudios señalan que esto afectará la posibilidad de alimentación de la humanidad, por las razones siguientes:

Aumento de las pérdidas de cosechas por plagas en un clima más cálido, ya que por cada acrecimiento de 1°C de temperatura se calculan pérdidas en cosechas por plagas de insectos que van de un 15 a un 25%. El calentamiento les da energía a los insectos y los incita a comer más. Sus poblaciones también 

pueden aumentar. 

El agua, sequías e inundaciones: Se prevé que el aumento de las temperaturas en el planeta y el aumento de la variabilidad de las precipitaciones reducirán el rendimiento de los cultivos en muchas regiones tropicales en desarrollo, donde la seguridad alimentaria ya es un problema.

Un cuarto del mundo podría convertirse en un desierto con sólo 2ºC; un aumento de sólo 2°C en las temperaturas globales podría hacer que el mundo fuera considerablemente más seco y más desértico, han advertido nuevas investigaciones.

Más de una cuarta parte de la superficie terrestre del mundo, donde viven más de 1,500 millones de habitantes, se volvería más árida y las sequías y los incendios forestales podrían ser generalizados. Dos tercios de las regiones afectadas podrían evitar una aridificación significativa si el calentamiento se limita a 1.5ºC (2.7°F).

Polinización: la desaparición de los insectos polinizadores de los que depende uno de cada tres alimentos que ingerimos. Muchas de las 250 especies de abejorros de todo el mundo, cuyos peludos abrigos y cuerpos redondos les permiten volar a bajas temperaturas, están en drástica disminución. Casi una de cada cuatro especies de abejorros europeos se enfrenta a la extinción; en América del Norte más de una cuarta parte está en declive. Hace poco un estudio informó de un declive a lo largo de un período de 115 años que es “consistente con una extinción masiva dentro de unas pocas décadas” en zonas donde las temperaturas son cada vez más altas. Es sólo el último de una larga lista de artículos científicos que catalogan la desaparición de las abejas.

Los propios científicos han señalado una serie de soluciones a estos problemas, por ejemplo ir hacia una reducción de las emisiones. Necesitamos que el mundo se encamine hacia la meta de cero emisiones netas de CO2 lo antes posible, ya no nos queda demasiado tiempo: “para evitar resultados realmente malos, tenemos que estar en un camino realista hacia una economía global libre de carbono para el año 2030’’. Y eso se traduce en algo así como “las emisiones tienen que reducirse a la mitad en una década”.

También han señalado en trabajar para hacer más resiliente nuestro sistema alimentario, en que los gobiernos deben reorientar sus políticas agrícolas, alejándose de los sistemas agrícolas y alimentarios de máxima exportación, máxima producción, máximo insumo y máxima emisión, y orientándolos hacia la sostenibilidad y la capacidad de recuperación. La reducción de la excesiva dependencia de los agricultores de los fertilizantes, productos químicos y otros insumos que utilizan mucho petróleo puede reducir las emisiones y aumentar los ingresos netos. Es decir, las políticas gubernamentales deben apoyar y alentar a todos los agricultores a trasladar todas las granjas, grandes y pequeñas, hacia modelos de producción compatibles con el clima y con bajas emisiones.

También observar la salud del suelo es clave. Los suelos ricos en materia orgánica y carbono son más fértiles, contienen más agua y son una parte fundamental de la adaptación al cambio climático y la capacidad de recuperación. La investigación y la educación financiadas por el gobierno, junto con los incentivos dentro de los programas de apoyo a la agricultura, pueden apoyar y acelerar las prácticas de construcción del suelo por parte de los agricultores. Igualmente que los sistemas ganaderos deben transformarse de manera que maximicen los beneficios (construcción del suelo, apoyo a los ecosistemas de pastizales y funcionamiento como partes integradas de granjas mixtas y biodiversas) y, al mismo tiempo, minimicen las emisiones.

Las lecciones de la pandemia son claras, y sabemos lo que debemos hacer para prepararnos para el cambio climático y evitar sus peores efectos. Es fundamental que actuemos ahora para construir sistemas alimentarios que sean lo suficientemente flexibles y fuertes para soportar crisis futuras.

Delírium trémens.- El Estado de San Luis Potosí tiene una Ley de Cambio de Climático. ¿Se aplica? Ya veremos.

@luisglozano