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El Masiosare

Por Alexandro Roque

Enero 14, 2024 03:00 a.m.

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¿Quién en México no ha oído hablar del Masiosare? En otros países quizá también se han preguntado quién es ese Masiosare y les habrán contestado, como aquí, que bien lo dice el Himno Nacional: es «un extraño enemigo» que busca «profanar con sus plantas» el patrio suelo. 

El autor del Masiosare, y del Himno todo, era potosino. Nació el 8 de enero de 1824, por lo cual, si Pitágoras no miente, este año cumplió 200 años de haber llegado al mundo en una ciudad donde nadie se acordó de este escritor. Van algunos apuntes.

Sentado frente a la glorieta que une las avenidas Carranza e Himno Nacional, de espaldas al parque Juan H. Sánchez, más conocido como Morales, Francisco ve pasar la vida y la muerte entre los que por ahí van a remar o caminar, a ver a los patos, los que juegan arrancones y quienes llegan al remodelado Hospital Central en busca de no exhalar el último aliento en aras de nada.

Francisco de Paula Luciano José Antonio Agustín del Carmen de San Rafael González Bocanegra vivió solo 37 años por culpa de la tifoidea, y no alcanzó a cobrar el premio por haber ganado el concurso para dar letra al cántico patrio, honor que compartió con el músico español Jaime Nunó. La leyenda lo ha acompañado y lo más dicho sobre él es que su esposa lo encerró para que compusiera el Himno, ya que él estaba ocupado en escribir su primer poemario.

Se casó con su prima, por lo que parece fue de familia norteña (guiño). El Himno no lo hizo en San Luis Potosí, sino en la Ciudad de México, exactamente en Tacuba 48, entre las calles de Allende y República de Chile, donde hay una placa que reza: “En esta casa vivió y murió el Poeta Francisco González Bocanegra, donde escribió las estrofas del Himno Nacional en 1853”.  

Además del Himno Nacional, Paco González escribió un drama titulado Vasco Núñez de Balboa, que según el portal biografiasyvidas “fue estrenado el 14 de septiembre de 1856 en el Teatro Iturbide, y cuya primera edición impresa no se publicó hasta 1954. Este drama histórico-caballeresco, muy en la línea del romanticismo imperante, mereció por su excelente versificación el elogio del dramaturgo español José Zorrilla, quien señaló sin embargo la lentitud de su desarrollo como principal defecto”. 

Lo de que el mexicano es el segundo mejor Himno Nacional del mundo mundial después de La Marsellesa al parecer es algo que se repite en cada país de América Latina. Pero sí, tiene lo suyo, aunque su tono beligerante ha sido criticado más de una vez y cada tanto se sugiere un nuevo Himno, acorde a los tiempos. Ya se ha señalado la intención de La suave patria de Ramón López Velarde como segundo Himno, enmarcado en el nacionalismo impulsado por los gobiernos “revolucionarios” y hay quien pone a ese nivel patriótico el Huapango de José Pablo Moncayo.

En Monterrey hay una cervecería Bocanegra. Según el portal Poblanerías, su fundador, Sergio Elías, le puso ese nombre inspirado por “el trabajo hecho por Francisco González Bocanegra, quien fue encerrado por cuatro horas —por su esposa— para componer el Himno mexicano. Esa historia cobró sentido en los fundadores en cuanto a la cultura del trabajo, del esfuerzo y el reconocimiento”. En San Luis hasta la manita de don Francisco se llevaron: una mano de bronce en posición de escribir que estaba en el monumento, muy olvidado por decir lo menos, a Bocanegra y a Nunó. También la broncínea mano de este último, en posición de dirigir una orquesta, desapareció de la avenida Jesús Goytortúa (otro escritor que merece ser revalorado), al lado de Plaza Gigante. 

Otra curiosidad reciente es que un tataranieto de don Paco, Juan Ortega, defendió en la radio a la cantante Ángela Aguilar —hija del admirado Pepe y nieta de Tony— por su criticada interpretación del Himno antes de una pelea del Canelo Álvarez. Dijo: “en la actualidad se canta en un compás de 2/4, el ritmo original es de 4/4, es un compás de marcha militar pero mucho más lento”.

Recuerdo que la maestra de música de la primaria se pasó un año enseñándonos los acentos y las pausas del Himno, sus palabras desconocidas (‘bridón’, ‘centros’, ‘aras’, ¡horrísono’, etc.) y la forma de prounciarlo (‘de-el cañón’, por ejemplo).

¡Firmes! ¡Ya! El Masiosare, como el Malamén o el menor de la familia, el Güigüichu, viven ya en la memoria colectiva, aunque no se les dé el trato y el reconocimiento que se merecen.

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