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¿Enfermedades de nuestro tiempo?

Por Alfonso Lastras Martínez

Febrero 11, 2024 03:00 a.m.

A

Según la “Alzheimer’s Association”, aproximadamente el 11 por ciento de los norteamericanos mayores de 65 años sufre de la enfermedad de Alzheimer. En contraste, la prevalencia de esta enfermedad en la población Tsimané mayor de 60 años apenas sobrepasa el 1 por ciento. Los Tsimané son un pueblo que habita en las tierras bajas de Bolivia y practica un estilo de vida preindustrial con una gran actividad física y una dieta baja en grasas que los mantiene sin sobrepeso. Además de la baja prevalencia de Alzheimer, los Tsinamé son conocidos por gozar también de una baja incidencia de enfermedades cardiovasculares.

Lo anterior sugiere que hay una correlación entre el estilo de vida y la incidencia de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias. En este sentido, un artículo aparecido el pasado 25 de enero en la revista “Journal of Alzheimer Disease” concluye que hay pocas evidencias de la enfermedad de Alzheimer en sus fases avanzadas en registros históricos del mundo Greco-Romano. Dicho artículo fue publicado por Caleb Finch y Stanley Burnstein, de la Universidad del Sur de California y de la Universidad Estatal de California, de manera respectiva.

Dado que dos mil años atrás no habia términos técnicos que describieran la enfermedad de Alzheimer, Finch y Burnstein buscaron pasajes en textos en los que se hiciera alusión a una pérdida de la capacidad mental con la edad y encuentran que Hipócrates en el siglo IV a.C. listó enfermedades de la vejez, incluyendo problemas digestivos, físicos, de sordera y de pérdida de la vista, y de insomnio, pero no encuentran alusiones a la pérdida de la capacidad mental. Así mismo, encuentran que Aristóteles, también en el siglo IV a.C., describió el deterioro cognitivo con la edad: “Los hombres viejos y aquellos que ha pasado ya de su mejor edad tienen en su mayoría caracteres que son opuestos a los de la juventud. Ellos viven en la memoria mas que en la esperanza…..hablan incesantemente del pasado porque encuentran placer en los recuerdos”. El texto de Aristóteles, sin embargo, no incluyó una descripción de una pérdida severa la capacidad cognitiva característica de la enfermedad de Alzheimer.

Finch y Burnstein consultaron también textos de la Roma antigua en busca de alusiones a enfermedades mentales asociadas a la edad. Escribe Cicerón en el siglo I a.C.: “La tontería de los ancianos, que generalmente se llama delirio es característica de viejos irresponsables, pero no de todos los viejos”. Cicerón, sin embargo, no incluyó al deterioro mental como uno de los cuatro males de la vejez, a saber: el fin de una vida activa, la debilidad física, el cese de placeres y la cercanía a la muerte. Así, la pérdida de memoria con la edad era algo inusual en Roma como lo era en Grecia.

No obstante, encuentran Finch y Burnstein un mayor número de incidencias de afectaciones mentales severas con la edad en Roma en comparación con Grecia. Así, Juvenal escribió en el siglo II d.C.: “Mayor que todos los daños a las extremidades es la demencia, que no conoce los nombres de los esclavos ni la cara del amigo con el que cenó la noche anterior o a aquellos a quienes engendró e hizo crecer”. Especulan Finch y Burnstein que el incremento en el número de menciones al deterioro mental con la edad está asociado con un incremento en la contaminación atmosférica y ambiental de Roma en comparación con Grecia.  Otra posible explicación, aventuran los investigadores, es la contaminación con plomo, pues se sabe que los romanos añadían como endulzante al vino un compuesto que contenía plomo. De la misma manera, las tuberías que conducían el agua que bebía la población contenían plomo.  

Concluyen los investigadores que, si bien identificaron textos griegos y romanos en los que se describen casos de deterioro mental con la edad, los casos de un deterioro severo equivalente al que se observa en la actualidad con la enfermedad de Alzheimer u otras enfermedades mentales son escasos. Estos, a su vez, fueron aparentemente menos frecuentes en Grecia que en Roma, sugiriendo que están relacionados a factores ambientales. Por supuesto, a dos mil años de distancia es difícil llegar a conclusiones sólidas, pero la baja incidencia de la enfermedad de Alzheimer entre los Tsimané -que viven en una sociedad preindustrial, sujetos a condiciones similares a las de los antiguos griegos y romanos- sugiere que se lleven a cabo investigaciones históricas adicionales.