A mi me dan ganas de escribir algo que le haga bien al que lo lee. Pero abrir los periódicos, en general, no nos lleva a ahí. Por eso la semana pasada hablé de las jacarandas y los huizaches en plena floración. ¡Ah! Y del ciruelo de mi casa. Pero la tendencia de las notas va de la mano con el protagonismo que desde las conferencias mañaneras dispone el presidente de nuestro país.
Me dan ganas de creer que todo lo que leemos no es más que una etapa de transición. Ese lapso necesario que implica toda maniobra profunda de limpieza, molesta pero necesaria. Pero la verdad por más que me cuente cuentos chinos, que recurra a la buena voluntad, al pensamiento positivo y demás versiones para apaciguar mi atribulado corazón, no lo logro.
No creo en los métodos que propone y aplica la nueva presidencia, si bien he de decir que tampoco estuve de acuerdo con los anteriores. Quizá concluyo demasiado apresuradamente que la única diferencia entre el actual y sus predecesores, estriba tan sólo en la forma de dorarnos la píldora. Aquí simplemente nadie se ocupa de aminorar el trancazo de las noticias diarias que emanan de su diaria y temprana comparecencia ante los medios.
Pero yo no quería hablar de eso. Lo que me trae un poco consternada es el clima y su destiempo. ¡Qué onda? Nos estamos achicharrando en pleno inicio de marzo, para ya no contar los últimos días de febrero y sus temperaturas.
¿Ya notaron que las jacarandas no florecieron tan plenamente como el año pasado o estoy alucinando? Mientras, Trump dice que los que alucinan son los que teorizan con el impacto del cambio climático que para él no existe.
Pero estoy dispersa y de eso tampoco quería hablar. Quería hablar de cosas que nos gusten a ustedes y a mi. No las encuentro y si las hay, no creo que sean de interés público, pero intentémoslo.
Con todo y que los medios y AMLO dominan nuestros temas de conversación, al menos creo que esto no ha desembocado aún en explosiones de carácter social. Así que sin bajar la guardia podemos decir que todo aquello que se profetizaba que iba a suceder, no está sucediendo el día de hoy.
El clima, con todo y su locura, nos está permitiendo circular, guardar las botas y las chamarras y hacer deporte por las mañanas o las noches. Los niños van a la escuela sin tanta preocupación por las bajas temperaturas y hay un movimiento diferente para todos gracias a la calidez de la temperatura.
No quiero caer en la tentación, al menos hoy, de hacer reseña de todo lo negativo que hay en el entorno social y político. Para ello tenemos a los expertos como Pascal Beltrán, Loret de Mola o L. Dóriga o nuestras versiones locales. Ellos sí saben, y su labor es hacérnoslo saber con la mayor objetividad posible que a veces parece imposible.
Por lo pronto hoy no cederé a esa tentación. Prefiero que les parezca una página intrascendente a poner mi piedrita para que su tranquilidad pueda resquebrajarse un poco más ante un mundo muy rebelde, muy egoísta, muy mal educado, muy extraviado, poco sabio. Un mundo que busca quizá, en el lugar equivocado. Prefiero voltear a ese lugar en donde habitan las jacarandas y los ciruelos en flor.