Familia y escuela

Compartir:

No cabe duda que la cubierta de muchas frutas, verduras y cosas, no siempre se corresponde con el interior. En muchos de los casos, esta sola versión de lo que percibimos sirve para generar toda una explicación a priori, la cual puede acertar, pero también en muchos de los casos, crear una visión falsa y errónea de lo que verdaderamente estos artículos son.

Para el caso de las personas sucede algo muy similar, puesto que, para muchos basta con solo mirar el aspecto exterior de alguien, para a partir de ello elaborar perfiles completos; los cuales, llegan a incluir formas de actuar, de ser y hasta aspectos morales, religiosos y de estatus socioeconómico, con resultados no siempre certeros.

Queda claro que existen expertos que mediante teorías cognitivo conductuales, llegan a desarrollar técnicas de observación para elaborar perfiles de las personas; de igual manera, hay individuos que, mediante la experiencia, logran desarrollar esas habilidades; pero la gran mayoría de nosotros, solo lo hacemos por inercia propia de la sociedad y la cultura en la cual estamos inmersos.

Desde estos aspectos y en relación con esta visión exterior del sujeto, existen varias frases a manera de “dichos populares” que ejemplifican esta situación: “como te ven, te tratan…” “la primera impresión es la que cuenta…” y otras más.

En estas acciones socioculturales, muy frecuentes en los países latinoamericanos, existe un reduccionismo, al proponer conocer y caracterizar a una persona desde solo una acción o un rasgo distintivo; a grado tal llegan estas prácticas que, incluso los adjetivos suplantan a los sustantivos; es decir, a muchas personas se les nombra y llama más por el calificativo que se les impone, que por el nombre propio que recibieron.

Tenemos entonces al “tragón”, al “me vale m…”, al “guevón”, el “rémora”, a la “santita, persinada y mustia”, al “cochi”, al “cienti”, al “matado” y muchos, muchos más, que como se podrá observar tienden a representar una personalidad, la cual no necesariamente refleja totalmente al individuo; y, aunque lo caracterice parcialmente, no será siempre así.

Para el caso de la Educación Integral Diversificada, las escuelas, familias, medios de comunicación, redes sociales y otras, presentan estas mismas prácticas; las cuales deben dialogarse y analizarse, para clarificar que una sola acción, una sola característica o un solo error, no puede ser suficiente para identificar plena y totalmente a un individuo.

En planteles del nivel básico, el simple hecho del pase de lista, implica una despersonalización y se vuelve, en muchos de los casos, una simple verificación numérica que de manera ridícula se hace ya como costumbre, reduciendo a un dígito o un apellido al alumno: “… ¿Arriaga? ¡presente!, ¿Bañuelos? ¡presente! …”, ¿qué pasaría si no contesta presente? ¿se le ubica como ausente, aunque lo esté observando ahí?, ¿cuál es el sentido del pase de lista?, ¿es el único propósito y manera de hacerlo?; si se aplica la educación integral, se aprovecharía el momento para que en lugar de que repita la palabra de todos los días, conteste mejor a la pregunta: ¿cómo te sientes hoy?

En las escuelas del nivel de secundaria hacia los niveles superiores, ante la gran cantidad de alumnos que se atiende, es muy común que se recurra a “etiquetarlos” y a muy pocos se les ubica por su nombre; es así que tenemos al “latoso”, al “retrasado”, al “más inteligente”, al “burro”, al “despistado”, a la “loca”, etc.

Extraído de diálogos de estudiantes de secundaria y bachillerato, tenemos los siguientes ejemplos: “…la verdad, bastó con que me sentara en clase junto con el grupo de los más aplicados, para que me vieran los maestros y no tuve problemas para que no me reprobaran, siempre me daban otra oportunidad…” “…este semestre me fue re mal, todo por culpa de los vatos con los que me juntaba, yo ni era como ellos; hasta unas chavas me dejaron de hablar…”

No es tan diferente con las familias, frecuentemente y más allá de que se acostumbre nombrarse entre sus miembros con cariño y afecto; tenemos casos en donde de manera natural, las expresiones que se emiten, refieren a toda la personalidad resumida en un adjetivo o número: “…es mi hijo, todavía está algo tontito…”, “…es mi hija, la bonita”, “…en la escuela mi hijo el mayor es de “dieces”; ¡en cambio el otro!...”

La televisión y en general los medios de entretenimiento, han hecho y creado estereotipos, diseñados para la burla y la diversión pública, alimentando la supuesta “simpleza” con la que la audiencia observa: al “pelón”, al que tartamudea, al gordo, al “mandilón”, a la “naca”; por supuesto con su correspondiente personalidad representada en ese adjetivo.

En lo que respecta a las redes sociales, el número y el adjetivo como tarjeta de presentación están a la vista, basta con revisar la cantidad de seguidores con los que cuenta la persona y con base en ello, determinar si es alguien interesante, importante o incluso llegando a ser catalogado como un: “influencer”; por su parte, los íconos y fotografías de los perfiles, intentan representar características por las que vas a ser aceptado socialmente: guapo, hermosa, inteligente, “cool”, académico, romántico, rudo, etc. En ambos casos, se llega a la caracterización sin conocer otras cualidades de ellos.

“…la conocí por internet, aunque no vivíamos en la misma ciudad, inmediatamente que intercambiamos fotografías y puntos de vista, me di cuenta que era mi tipo de mujer: bella, inteligente, con valores; no cabe duda que la había encontrado.

Después de unas semanas de comunicarnos, decidimos contactarnos; acordamos fecha, lugar y hora. Por supuesto que sentía nervios, yo siempre había dudado que las relaciones por estos medios eran posibles. Cuando llegué, estuve esperando unos minutos, hasta que al fin se presentó; no me decepcionó, solo que, al acercarse, no era tal y como la había visto en la computadora; cuando ella llegó frente a mí me dijo: te ves diferente a las fotos que mandaste…”

Educar integralmente, conlleva la responsabilidad de enseñar y provocar el ir “más allá”, los reduccionismos ya no son parte de la formación “para la vida” en los individuos.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx