Familia y escuela Capítulo 260: Hogares y aulas únicas
Cada casa y cada aula escolar es diferente, sobre todo en lo que ocurre en su interior.
Tal pareciera que todos estos espacios obedecen a las mismas reglas, formas y dinámicas; es decir, las normas sociales estableciendo lo que en los hogares debe de ocurrir con las funciones y roles familiares; en tanto que, la administración escolar, dictando lo que tiene que ocurrir hacia el interior de cada salón de clases: qué debe enseñarse y qué aprenderse; las formas, acciones, ejercicios y la manera de evaluar dicho proceso; como si lo que ocurriera en ambos casos, fuera una acción mecánica y no una actividad social con seres humanos.
Aunque en lo general existen similitudes y secciones que coinciden, cada casa es distinta, basta verla desde fuera: sus materiales de construcción, ventanas y puertas, sus colores y fachadas, pórticos, jardines, adornos, patios y cocheras; de su interior ni hablar, algunas semi iluminadas o a oscuras, mientras que otras con gran luminosidad; decoración, colores de muros y tipos de muebles; elementos colgados en la pared y objetos sobre mesas; pisos brillantes y resbalosos hasta los rústicos y muy seguros; cortinas, lámparas y lugares preferidos.
Sin embargo, la verdadera diferencia en cada hogar está en sus habitantes y la dinámica que entre ellos se establece porque de ahí se ha de desprender todo un proceso formativo; es decir, todas las lecciones para la vida que se efectúan con las funciones que la familia desarrolla, mediante sus diferentes y específicas formas de comunicación y lenguajes al interactuar, resolver situaciones, consumo alimenticio y cultural; costumbres, acciones religiosas, las reglas y normas de comportamiento que se establecen, así como la manera de asegurar su operación.
Todo este cúmulo de acciones que se conforma como “la gran escuela para la vida”, se efectúa de manera diferente en cada familia; en este sentido, no hay hogares idénticos, ni resultados infalibles, mucho menos recetas mágicas para que se funcione siempre igual y totalmente exitosa; hasta los problemas y la forma de resolverlos son distintos en cada caso; todo es un proceso de enseñanza y aprendizaje en cada lugar, con cada circunstancia y en un tiempo determinado; mañana, será otro día y un proceso diferente.
Entonces, cada familia es un microcosmos único, en donde ocurre la vida en todas sus manifestaciones y así se aprende a vivir con quienes coexistimos, incluso, de la convivencia en hogares en donde priva el maltrato y ambientes poco agradables, nocivos y hasta peligrosos.
En otro escenario, las escuelas y sus aulas de clase conforman otro microcosmos enteramente diferente en cada caso, no obstante que haya reglas y normas que estipulen el cómo se deben estructurar sus espacios y se dicte qué se debe aprender y cómo se debe enseñar, en los tiempos que en una planeación se estipula; incluso, cómo se debe evaluar de manera estandarizada, para que todos los alumnos respondan lo mismo como señal de que “aprendieron” y que el maestro “enseñó”.
Paralelo a esas normatividades escolares, lo que verdaderamente ocurre es fabuloso, porque cada aula es diferente y única; el ingresar a uno de estos recintos y apreciarlo nos muestra en muchos de los casos, diría que, en la mayoría, una riqueza enorme de evidencias de lo que en su interior ocurre: una interacción simbólica entre colores, formas, materiales, espacios, así como mensajes, imágenes o información que, fijada a los muros, sirve de enlace entre el profesor y sus alumnos.
La diferencia más impresionante se encuentra en la dinámica y ambiente que se genera entre quienes ocupan estos espacios áulicos; no existen grupos escolares idénticos; maestros y alumnos, todos y cada uno de ellos muestran características siempre cambiantes, dependiendo del contexto, tiempo y circunstancia por el que estén atravesando.
Cada alumno que conforma un grupo escolar de cualquier nivel educativo llega ya con una enorme carga de conocimientos, costumbres, actitudes, habilidades y emociones que fueron configuradas previamente desde su ambiente familiar, así como por el bombardeo de todos los medios de comunicación, incluidas las formas virtuales encabezadas por las distintas redes sociales.
De esta manera, en un grupo escolar se genera de manera única y distinta en cada caso, otro episodio del “aprendizaje para la vida” al combinarse y confrontarse la interacción social entre alumnos al conocer personas que serán amigos por siempre, personas no afines a la forma de pensar y actuar y, en otros casos, el encuentro con esa mirada especial con la que compartirás el resto de la vida.
Se interactúa también con profesores y profesoras; ninguno de ellos es igual, no existen profesionales de la docencia idénticos, no obstante que hayan sido formados bajo el mismo plan y escuela superior y que tengan trazado y dictado previamente el qué y cómo enseñar, incluso, supervisado por asesores, directivos o personal de mayor jerarquía para que se cumpla al pie de la letra todo este proceso; a final de cuentas, llega el momento en que el docente se encuentra en su espacio: su aula y ahí, son ellos verdaderamente, es decir, muestra todo su potencial.
Si pudiéramos ingresar de manera invisible a diferentes aulas de clase y estar frente a esos maestros o maestras y apreciar cómo se desenvuelven sin la presión de ser observados de manera inquisitoria, nos daríamos cuenta de que la educación, aparte de que se lleva de manera diferente en cada espacio, es mucho más amplia, rica y verdaderamente “para la vida” que la única obtención de conocimientos teóricos reflejados en una calificación numérica.
Hay docentes que con su sola presencia forman y enseñan pulcritud y formalidad; aquellos que con su manera de hablar y dirigirse a sus alumnos proyectan seguridad y confianza; los hay aquellos que utilizan distintas habilidades y cantan, bailan o dibujan; otros cuentan cuentos, fábulas e historias; todavía encontramos a los que caminan incansablemente por todo el salón o se sientan en la orilla del escritorio y desde aquellos que son “regañones” e inflexibles, hasta los que reflejan toda la paciencia y comprensión del mundo.
Entonces, no existen hogares y aulas escolares iguales, ni padres de familia y maestros idénticos porque todos ellos son únicos e irrepetibles y es en esos lugares y con esas personas que se lleva a cabo el importante proceso educativo y formativo para la vida.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx