Inseguridad y cultura

Hace unos años andar por las calles de la ciudad era seguro casi a cualquier hora. Con algunos amigos recorrí varios rumbos y conocimos los lugares más variopintos, de Morales a la UPA, de la Satélite a Tlaxcala. Ir a eventos sociales y regresarse tarde no pesaba tanto. 

Lo mismo me la aventaba a pie de la entonces Casa de la Cultura a la colonia Himno Nacional que me regresaba en la madrugada de exposiciones, tocadas y otras reuniones de amigos y colegas.

Había ya rumbos «no recomendados», claro, pero incluso en esos había ciertas reglas. En la San Antonio, colonia que visité durante varios años, había una banda que siempre me pedía para una cheve, y me reconocían ya por llevar una mochila con mi apellido. Solo una vez me intentaron asaltar, pero uno de la banda me reconoció como «visitante frecuente» y el «nuevo» bajó su cuchillo. Ya mejor me quedé a echar una chela tranquilamente con ellos, en «su» esquina.

El país se fue dividiendo en plazas y la violencia fue asumida como cercana por primera vez aquel día en que hubo una balacera en el centro de la ciudad, cerca del mercado Hidalgo, y luego una persecución con muchos tiros hasta la carretera a Matehuala. 

Hay de todo. La confianza de los delincuentes en que no habrá denuncia o que si la hay pueden salir libres en un dos por tres ha contribuido a que aumenten las tropelías, los abusos, las tragedias. 

Según el INEGI, la percepción de inseguridad bajó 6.6 % en marzo de este año, mas sigue en una percepción significativa: 74.6 %. No ha pasado una tragedia como la de Coatzacoalcos pero son incontables los negocios de esparcimiento baleados o quemados. De 2006 a 2019 se han encontrado 41 fosas clandestinas en el estado, diez recientemente. Se resolvió el feminicidio de la maestra Mitzi, pero quedan pendientes muchos más, incluyendo el de Karla, la chica quemada y que agonizó por varias horas sin que nadie le prestara ayuda.

Una más: hace unos días asaltaron a punta de pistola a la señora de la papelería que está a unas casas de la casa de mis papás, justo a la hora de la salida de la primaria cercana. El tipo se esperó a que saliera el papá de su víctima y entró blandiendo el arma. Se llevó todo lo que pudo.

Solo con cambios culturales, económicos y sociales puede avanzarse. Y es en este sentido que necesitamos analizarnos y ver en qué podemos contribuir. 

Hace unos días el Ayuntamiento de la capital firmó un acuerdo con la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. El propósito: elaborar en conjunto una «Carta por los Derechos Culturales».

La cultura, según la UNESCO, es «el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias». 

El representante en México de esa organización, Frédéric Vacheron habló de «repensar las ciudades como espacios de interculturalidad y de diálogo […] y de libertades que impulsen el espíritu crítico». Para ello 

«debe superarse la idea de la oferta de la cultura para consumidores pasivos y transitar hacia la formación de ciudadanos culturales […] y destacó el papel de la cultura como motor de desarrollo y derecho fundamental, a fin de que cada persona sea consciente de su creatividad, de sus expresiones y su potencial de innovación».

La cultura es lo que se hace en los barrios, en las colonias marginales, las vivencias en tianguis y mercados, en la cantina y en la iglesia. Formas de convivencia históricas y recién descubiertas por gusto o por necesidad.

Mucho talento hay en la ciudad, en el estado, que debería ser apoyado. 

A propósito del reciente escándalo por el libro publicado a cierto autor, tuve algunas conversaciones con amigos y funcionarios culturales acerca de presupuestos, proyectos y políticas de este ramo. Una urgencia planteada fue la creación de consejos editoriales plurales y paritarios, con dictaminadores externos (¿doble ciego?) que justifiquen la inversión económica y la calidad de lo publicado. 

Y tiene que haber coordinación. No se vale que en Canal 9 de Gobierno del Estado pasen programas religiosos o en ciertas instituciones se privilegie a unos cuantos mientras tantos artistas y artesanos andan peleando lugares para exponer o mostrar su obra. 

Tenemos derecho a transitar por la calle sin miedo, a caminar, a detenernos a ver la arquitectura, a irnos de fiesta. Derecho a una individualidad y la pertenencia a los colectivos que queramos. Que haya opciones para el ocio, para la recreación. Iniciativas diversas en centros culturales y comunitarios son loables, pero tienen que abrirse cada vez más, porque hay eventos a los que nos gustaría ir y resulta que nunca nos enteramos.

Parece que hay algunos vientos de cambio. Ojalá.

La zona metropolitana intermunicipal crece de un día para otro, no siempre de acuerdo a un bienestar general o a las necesidades básicas de una mayoría. Lo que importa ahora es cómo asumir esos cambios (ambientales, de suelo, de comportamientos, de rutas y espacios públicos), cómo nos adaptamos o, en su caso, cómo les hacemos resistencia desde nuestra realidad y nuestra cultura.

Posdata 1: Están abiertas las inscripciones para el taller Iniciación a la Escritura, coordinado por este escribano, en el Ceart. Las sesiones son los sábados de 11 a 14 h a partir del 14 de deptiembre. ¿Ahí nos vemos?

Posdata 2: También se pueden inscribir ya al “Certificado en herramientas digitales para periodismo sociocultural”, que se realizará a partir del 28 de septiembre en la Escuela de Ciencias de la Comunicación  de la UASLP.

Web: http://alexandroroque.blogspot.mx

Twitter: @corazontodito