Ghandi el máximo exponente del pacifismo establecía que no existe ninguna persona libre de violencia, considerando lo anterior podríamos afirmar que la violencia reside en el ser humano sea como un reflejo innato de sobrevivencia que emerge ante un peligro extremo o bien, como una posibilidad razonada de ejercerla cuando resulte necesario. Ahora bien, considerando que la violencia no puede dejar de estar presente en el ser humano al formar parte de su naturaleza, la violencia si puede siempre ser atemperada por la razón y el entendimiento. Afirmaba también el gran Mahatma que puede ser que existan luchas legítimas contra la opresión o la injusticia, pero emplear métodos violentos detonaría invariablemente lo que él llamaba la “réplica infinita”, desencadenando un efecto detonador de una violencia imparable. Desde quienes practicamos el pacifismo la violencia nunca será una alternativa, ni debería serlo para nadie, pues si atendemos a la definición desarrollada por la Organización Mundial de la Salud, la violencia es el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones; es decir la violencia guarda una tendencia natural al daño del otro e incluso de si mismo. Confucio, Lao Tse y el propio Ghandi dieron testimonio con sus vidas de un mensaje esperanzador, que el ser humano es capaz de renunciar a cualquier forma de violencia, incluso cuando se encabeza una lucha por causas justas, pues precisamente esas causas no deben pervertirse jamás con tufos de ningún tipo de violencia. Poco se conoce que en el mundo existe un movimiento humanista - pacifista que inició formalmente sus trabajos en el año 2008, con la pretensión primogénea de realizar una Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia, a este esfuerzo nos sumamos miles de habitantes de noventa países y la marcha itinerante -que sí se realizó-, tuvo una duración de noventa días, a la misma le antecedió un manifiesto que entre otras declaraciones expuso por primera vez, que en nuestra conciencia como colectivo humano se ha producido un cambio, del que no hay vuelta atrás y ese cambio ha generado una exigencia para salvaguardar la vida y construir un mundo de iguales derechos y oportunidades para todos, sin embargo para lograr tan elevado cometido es indispensable renunciar a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Es precisamente en la década de los noventas del siglo pasado que comenzaron a cobrar más fuerza los proyectos sociales para la construcción de escenarios de paz, San Luis Potosí fue pionero en la implementación de estos modelos, fue en la Comisión Estatal de Derechos Humanos bajo la extraordinaria conducción de los Ombudsperson primero Magdalena González Vega y luego José Ángel Morán Portales, desde donde se diseñaron estrategias sustentadas en los principios del pacifismo, se diseñaron políticas públicas destinadas a la prevención de las violencias, los “Escenarios de Paz”, enfocados a la educación y capacitación que permitieron generar en escuelas, barrios y comunidades una perspectiva distinta de la política pública, donde la prevención del conflicto y su resolución por la vía del conversatorio más el dialogo circular, dejó huella en quienes participamos de aquél novedoso instrumento preventivo y al mismo tiempo solucionador de controversias. La escuela del pacifismo hoy enfrenta nuevos retos, en un mundo y en un país donde el conflicto ya es constante, donde la tensión llega al extremo, es justo ahí donde se necesita construir una vía alterna que nos conduzca primero a evitar la confrontación y luego a un diálogo intenso pero respetuoso sobre los grandes temas que, de no tratarse por el camino de la paz, la concordia y la reconciliación pueden, lamentablemente terminar en violencia. Es cierto que hay miles de demandas de justicia por diversos agravios, todas ellas válidas, todas ellas pertinentes: feminicidios, desapariciones, daños ambientales, abusos policiacos, torturas, etc; todos estos flagelos hijos de la violencia, por eso la importancia de no perder de vista que tendrá que ser la vía pacífica la única que posibilitará mejores estadíos, convencer a quienes han esperado por justicia por décadas será quizá lo más complicado, pero no por ello se debe claudicar en convencer que la violencia nunca ha traído buenos resultados para nadie, sólo más y más afrentas. Empecemos por erradicar el discurso que divide, las etiquetas que separan, pues la violencia tiene su origen en la palabra, es tiempo de refrendar y suscribir cada palabra del ilustre Ghandi: “No hay caminos para la paz, la paz es el camino”. La violencia no es respuesta.
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