Lado loco

Tengo apagado ese lado loco del cerebro acostumbrado a divagar y diseñar mis muy personales formas de describir lo que veo, percibo o experimento. Es un lado generalmente impetuoso, dispuesto a delirar para abandonar “la realidad” con su objetividad, resultado de la interpretación de otros, como marco de referencia y su costumbrismo de época. Una época que cohabita con y en el ciberespacio, la virtualidad, los bots y otras monerías para acabar con lo único que tiene una persona que es su nombre.

Frecuentemente hay una pugna entre las corrientes externas que las sociedades marcan y los imaginarios propios o las certezas genuinas del individuo; los deseos no expresados, la simplicidad como aspiración de vida y los dogmas que la comunidad ha forjado en la búsqueda de ese gastado bien común. O bien, de una parlamento que concilie o articule perspectivas.

Y más que una pugna, quizá es tan solo una fuerza que se resiste a dejar los modelos únicos de quehacer y pensamiento.

Ese lado loco, está dormido, o más bien ha caído en un desaliento temporal que no puede exceder las 24 horas siguientes. Producto del calor o de sus efectos en las mentes incoloras e insaboras que se atreven a jugar con prestigios o con la honra en un mar de nubes intangibles de las que la opinión pública se sirve y se amarchanta sin cuestionar argumentos. Dejémoslas ser y que encuentren la verdad en su confusión.

Ese lado loco es inherente y vive en cada uno. Suele expresar lo que los demás creen son incongruencias o absurdos. Quizá tengan razón y por eso hoy se los comparto. Porque todos tenemos siempre un lado loco.