Una vez a la semana es cosa sana, dice el dicho, pero a veces se acumulan las ganas y los temas. La actualidad riñe con las nuevas y viejas efemérides, dificultando poner el foco en todo lo que puede ser importante poner en la mesa de debates. Ya pasaron la semana santa (con su potosina procesión y su más potosino silencio), el aniversario luctuoso de Emiliano Zapata y de Octavio Paz, el día mundial del arte y se nos viene (el martes) el día mundial del libro y la lectura.
Pasión viene de Pathos. Va un brevísimo recuento de las pasiones (sufrimientos, males) que acontecieron en estos días. Simple enumeración y algunos apuntes de ciertos hechos o palabras. La idea es buscar foros y formas de seguir la discusión, las historias detrás de las historias, las motivaciones ocultas de los personajes, los temas detrás de los hechos o palabras.
Un rápido recuento de temas de los días recientes, desde mi sesgada visión, va de la foto a un agujero negro a miles de años luz al puma que se paseaba por los barrios pudientes de la capital potosina; de las llamas de Notre Dame a las de la sierra de San Miguelito; de los nuevos lineamientos en comunicación social de la Presidencia (y el consecuente gasto en publicidad oficial) al memorando (y los zapatos) del presidente; de la detención de Julian Assange al suicidio del expresidente de Perú Alan García; del asesinato de un pintor y su familia en Ciudad Valles a la masacre en una fiesta en Minatitlán; la muerte de James D. Cockroft; la diferencia entre justicia y ley y entre defensa y ataque que maneja el presidente, o el parafraseo que hizo de pasajes bíblicos como sermón de la montaña; del “ontás” a la nueva canción de Gutiérrez Müller.
Recurrir a citas bíblicas es un recurso discursivo, como se cita El Quijote o cualquier libro, película o historieta. Lo criticable (y peligroso) es ser lector de un solo libro. Y es un recurso válido aunque no sea semana santa. Ser o no creyente no importa, la Biblia como fuente de historias, personajes y argumentos es recomendable como lectura. Otra cosa, ahí sí criticable y hasta punible, es el imponer o privilegiar a alguna iglesia, promover o tolerar el fanatismo y quedarse impávido ante las declaraciones de cierto arzobispo sobre que son los niños los culpables de la pederastia.
El que no haya citado la Biblia que tire la primera piedra.
La parábola se requiere en estos días de tan poco pensar en lo metatextual y lo simbólico.
Los datos, cifras y respuestas que da el gobierno (de cualquier nivel y de cualquier partido) deben ser puestos en duda. Seamos como Santo Tomás. Lo que una autoridad quiere que se dé a conocer tal cual es materia de la publicidad a los medios, y no toda publicidad es embute o “chayo”. No debería serlo. Antes, se trataba de anunciarse en los medios de mayor tiraje y rating, pero con los medios virtuales se usa la crítica (“te pego para que me pagues”) o el número de “likes” o de seguidores para conseguir apoyos, además, a veces, de la amistad con el encargado de repartir esa publicidad. Y se ha complicado más el cómo se reparte ese dinero, el cómo se critica, lo que se espera del periodismo.
Hay políticos que no pagan publicidad pero se la inventan: critican o defienden. De una comilona a irse de bomberos o fingir atentados, de mentársela a sus opositores a montarse en el tema de moda. Por sus obras los conocereis.
Temas a analizar: el periodismo crítico, la asignación de publicidad oficial, la diferenciación de géneros periodísticos, la real o supuesta imparcialidad, los temas de importancia social, el daño a las víctimas fotografiadas (y sus familias), la contrastación de datos, la censura y la autocensura.
El derecho a la información incluye la obligación de medios, periodistas y cmentaristas a diferenciar datos, opiniones, propaganda y publicidad. Pero no vayamos tan lejos: en canales locales pasan largos infomerciales que quién sabe cuánto cuesten.
En tan solo 48 horas varios multimillonarios reunieron casi mil millones de euros para la reconstrucción del “bosque” de la Catedral de Notre Dame, tras las llamas. Los robles para tal efecto tienen 160 años y esperan en Versalles. El incendio atraerá más turistas, dicen. El Teatro de Palmira en Siria permanece en ruinas tras los bombardeos. Mientras escribo hay siete incendios activos en San Luis Potosí, algunos en áreas casualmente en litigio u objeto del deseo, y recuerdo que no hay trazas de que San Pedro vuelva a tener el cerro que figura en el escudo del estado.
Ya lo preguntábamos respecto a los bustos y estatuas de próceres. Más allá de la lejanía o cercanía de un monumento, deberíamos preguntarnos sobre lo importante de ciertos pasados, por los vestigios, lo que se puede rescatar y lo que puede quedarse simplemente en el recuerdo. ¿Por qué? ¿Se trata de la reconstrucción /preservación de un patrimonio de la humanidad o el deseo de hacer más patrimonio por parte de algunos? ¿Gusto personal por la cultura o culto personal?
Amén de recomenra la parábola del fariseo y el publicano, vale recordar aquí lo escrito por P. B. Shelley:
«Conocí a un viajero de una tierra antigua
que dijo: “dos enormes piernas pétreas, sin su tronco
se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones
las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras:
‘Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!’
Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia
de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas”».
Bienaventurados los que tienen una semana más de vacaciones.
Posdata: ¿Organizamos algo para el día del libro y la lectura? Yo tengo algunas ideas, que pueden buscar en mi blog este mismo día. Compartamos.
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