Lecciones de Zhejiang

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Todo gobierno enfrentará, tarde o temprano, un desafío que pondrá a prueba su capacidad de decidir y resolver en entornos de altísima complejidad. El reto que enfrentamos ahora se encuentra muy, pero muy por encima de las declaraciones simplonas o las banderas políticas. Requerimos de información, inteligencia, decisión, implementación, monitoreo y de una enorme capacidad de sumar voluntades para lograr acuerdos. Es el esquema de políticas públicas de libro de texto que se enseña en las aulas, frente a una situación sin precedentes. Las medidas que deben tomarse tienen que estar a la altura de los problemas que buscan atender. 

Para ello sugiero que miremos al futuro posible desde lo que ha ocurrido en los países que ya han enfrentado –bien o mal- a esta situación. La experiencia china en las ciudades de Wuhan y Hangzhou son particularmente relevantes. En el primer caso, las curvas de contagio y mortalidad fueron muy altas por distintos factores: haber enfrentado a un problema inédito con medidas desordenadas para contener los contagios, para proteger a médicos y pacientes, así como pocos recursos médicos disponibles para el momento en que se requirieron. En contraste, en la provincia de Zhejiang, las autoridades locales actuaron con prontitud y eficacia. No solo pudieron disminuir las tasas de contagio o mortalidad, sino que al parecer han logrado prevenir un segundo brote de la enfermedad. Como si se tratara de un práctico y conveniente empaque abre-fácil –que en realidad no lo es-, le comparto algunas lecciones que debemos considerar.

Controlar una epidemia requiere de contar con información específica, confiable, precisa y rápida. Durante los primeros días de la epidemia en Wuhan no se contaban con métodos de detección de la enfermedad que permitiera separar a las personas sanas de las infectadas. La aplicación de pruebas de diagnóstico no tienen un mero propósito estadístico, se trata de información esencial que permite establecer medidas de monitoreo y contención de contagios, de gestión y manejo de las personas enfermas y de planeación de los recursos médicos necesarios para enfrentar el problema. Como dijo sabiamente mi Robert McNamara, siempre hay que obtener el dato.

Para poder actuar a la medida de la situación que habrá de enfrentarse, requerimos conocer de 40’000 casos en China para saber que un 80% de las personas infectadas no requerirán de atención hospitalaria, pero un 20% sí. Este dato es relevante para poder realizar las labores de planeación sobre el modelo de gestión y manejo de las personas que se enferman. Es bastante claro que los esfuerzos por “aplanar la curva” están orientados a tratar de reducir las brechas o déficit de atención esperados en función de la capacidad de atención médica con la que se cuenta. 

Sobrerreaccionar es mejor a no reaccionar. La prevención y el manejo en etapas de crisis no conocen exageraciones. Las autoridades de Zhejiang establecieron medidas que para algunos podrán resultar propias de una novela distópica. Una vez que se tuvieron referencias sobre cómo implementar modelos de distanciamiento y aislamiento de la población, no actuaron “a ciegas” asumiendo que la gente iba a atender a los llamados de la autoridad. Se establecieron mecanismos de monitoreo a nivel de individuos, casas, edificios, comunidades, organizaciones. La idea era tener un mejor control de los flujos de la población para evitar contagios, pero ello requirió de medidas de confinamiento que algunos señalaron como atentados a los derechos humanos. Hay debate ahí.

El sistema de monitoreo individual y permanente, no solo permitió establecer un sistema exhaustivo para la identificación y manejo de los casos, sino que además provee de una base de información para poder realizar la planeación sobre la reanudación escalonada de las actividades de la sociedad. Imagine un sistema de información donde un gobierno sabe del estado de salud de cada persona y a qué se dedica: imagine ahora que es posible planear la reanudación de actividades de manera específica sabiendo quiénes están saludables y qué actividades habrán de desarrollar. Esto está ocurriendo y constituye la mejor herramienta para prevenir un segundo brote de la enfermedad.

El establecimiento de medidas extraordinarias requiere de una gran capacidad de sumar voluntades y lograr acuerdos. Hemos dicho ya que esto se encuentra muy por encima de los discursos facilones y la politiquería de poca monta. Frente a la epidemia de Covid-19 todos somos iguales, todos tenemos la misma responsabilidad y compartimos el mismo riesgo. ¿Será que la política tendría que estar llamada a construir esta amplia base de acuerdo?. 

Dejemos los discursos monotemáticos y las estridencias prejuiciosas para otro momento –o si es posible para otra vida, mejor-. No hay tiempo que perder.

Twitter. @marcoivanvargas