Hoy estamos aquí acompañándote con la certeza de que has encontrado la luz que todos buscamos.
Tu presencia y tu personalidad que ya extrañamos, nos dejan una vida llena de buenos recuerdos, de amistad, hermandad y alegría, que marcaron nuestra convivencia en familia.
Fuiste nuestro hermano y nuestro amigo y
estamos llenos de todo lo que compartimos
durante todos estos años que tuvimos la fortuna de experimentar.
Admiramos tu forma de llamar a las cosas por su nombre, por ser un hombre de familia y anteponerla siempre ante cualquier circunstancia.
Amaste a tus hermanos, velaste las noches de tus hijos, adoraste a tus nietos y Caro fue el centro de tu vida en todo momento.
Te quisimos por ese amor que dabas con un toque muy especial y que expresabas inventando sonidos, frases, verbos y circunstancias.
Fuiste un hombre de palabra, un trabajador incansable, el deportista de su tiempo. Nunca pasaste inadvertido.
Tu vida fue una aventura y tus orígenes nos dieron siempre una pauta para discutir sobre el mundo y sus diferencias.
Eras un sociólogo que no necesitó el título oficial para analizar la forma cómo nos relacionamos los humanos y veías con tristeza el deterioro de las sociedades y de sus gobernantes. Tuviste un calificativo acertado para cada uno de ellos.
Conocías de historia y de filosofía y aprendiste ambas en la escuela de la vida, así como en los libros con pasión autodidáctica que pocos conocíamos.
Nos cuidaste siempre que lo necesitamos y abriste generosamente tus puertas a cualquier hora, cualquier día de la semana.
Tenemos mucho que agradecerte y agradecer a Dios esta coincidencia en nuestras vidas.
Estuviste aquí para enseñarnos lecciones y para corregir el rumbo.
No siempre tuviste razón y sabías aceptar que así fuera.
Gracias por todo, por tu vida y tu entrega.
Por ser la persona tan especial que fuiste para mi padre de quien fuiste amigo, confidente y apoyo, compartiendo todo eso sobre un tablero de ajedrez o con una cerveza.
Te queremos hoy y siempre y sabemos que Dios ha tendido tu mano sobre la tuya.
Que te tiene a su lado, disfrutando de la ligereza que da el convertirse en un espíritu, en un aliento que sabremos percibir al medio día o en esos momentos en el que tu consejo y tu opinión tendrían un peso importante.
Acompañas a tus padres y hermanos en esa vida en la que confiamos, está más allá de las limitaciones del cuerpo y del pensamiento.
Nos quedamos sin ti, nos faltarás siempre, y sentiremos tu ausencia lejos de lo que la palabra “extrañar” significa.
Estamos seguros que en donde estés seguirás viendo por nosotros, en ese espacio al que todos llegaremos antes o después.
Estás también -siempre- en nuestros corazones.