En alguna ocasión, Homero Simpson fue entrevistado por Kent Brockman, el famoso reportero de Springfield, y fue cuestionado sobre las tendencias del delito durante el tiempo en que dirigía y operaba una patrulla vecinal –algo así como un grupo de autodefensas-. Homero respondió: -“Ahh, ahora todo se puede demostrar con las estadísticas; 40% de la gente lo sabe”. (Los Simpsons, Temporada 5, Episodio 92. 1994).
Recordará Usted que hace unas semanas, en una entrega anterior a la que titulé “Mester de Charlatanería” le advertía sobre la existencia de personas y empresas que declaran dedicarse al duro oficio de la demoscopia y las encuestas, pero que no tienen la honestidad intelectual y profesional suficiente para demostrar la solvencia del método que emplean para sustentar sus afirmaciones. Pues bien, hace unos días encontré un libro escrito por Darrell Huff titulado “Cómo mentir con estadísticas” (Editorial Crítica, 2011) en el que aborda un problema fundamental: “descubrir los ardides con los que cada día pretenden engañarnos, manipulando cifras y gráficas, los medios de comunicación, los políticos, la publicidad”. No es un manual negro para hacer daño, sino una herramienta para descubrir la verdad, o como el mismo autor advierte: “los desaprensivos ya conocen estos trucos; los hombres honrados deben aprenderlos en defensa propia”.
No quisiera arruinarle el deleite de la lectura del libro que le estoy recomendando desde ya, pero sí pretendo tomar algunas de sus principales conclusiones para señalar problemas no menores que estamos enfrentando ahora. Uno de los mayores desafíos de la comunicación de estadísticas consiste en no suponer que todas las personas deben tener tres doctorados en matemáticas aplicadas para poder comprenderlas. Hay quienes deliberadamente abusan de la aparente distancia que existe entre la comunidad de personas que se dedican a las estadísticas y el resto de los mortales, para establecer falsas barreras impenetrables con las que buscan proteger sus afirmaciones, pero que no soportarían un mediano debate informado sobre la aplicación de sus métodos. Voy con ejemplos.
Hace unos días leí una publicación en prensa por internet, de esas que abundarán en próximos meses: un “estudio de opinión” realizado a través de la plataforma Facebook preguntó a personas en San Luis Potosí –o eso dicen ellos- sobre sus preferencias para gobernador del Estado en la elección del 2021. Lo que tenían que hacer las personas interesadas en contestar era reaccionar con un emoticon de Facebook. Sí, con una de esas caritas que se usan para reaccionar en las publicaciones. Esto lo hemos visto antes y lo seguiremos viendo después. Quisiera ser claro en esto, no me sorprende el uso de estas herramientas para realizar sondeos, lo que me preocupa de esto son dos puntos: que los resultados de estos supuestos “estudios” –perdone Usted que lo esté entrecomillando, pero me parece que es un sustantivo sobrado para lo que realmente representan- se presentan como evidencias estadísticamente válidas, y que, como consecuencia de ello, se usen como herramientas de propaganda para impactar en el ánimo de los electores.
Todo iba muy bien hasta que en el cuerpo de la nota, leí un párrafo muy peculiar, de esos que hacen que uno tome de nuevo el termo favorito del café y le dé un buen trago: “Los resultados no son frecuencias simples, sino estimaciones basadas en la post-estratificación de la muestra calculado sobre factores de expansión, de acuerdo a cuatro variables demográficas (población, sexo y edad) obtenidas por la segmentación de la red social”. Lo que uno debería hacer en estos casos es pedir una aclaración de lo que significa ese párrafo, por qué hablan de cuatro variables demográficas y solo detallan tres, y cómo operan los factores de expansión en una publicación a la que las personas pueden decidir no participar; pero como eso no va a ocurrir, decidí ahorrarnos a todos la fatiga y contarle que el fraseo de esa leyenda la he leído como una nota metodológica en un estudio distinto realizado por Consulta Mitofski. Ojalá y me equivoque, pero me parece que estamos frente a un típico caso de “copiar y pegar” que con la noble o siniestra intención de presentar algo que se asemeje a una metodología válida, termina desnudando una aparente impostura metodológica.
Hay que enfrentarse a las estadísticas. Darrell Huff recomienda cinco preguntas sencillas para tamizar a las encuestas por venir: ¿quién lo dice? ¿cómo lo sabe? ¿qué falta? ¿dio alguien cierto giro a la información? ¿tiene sentido?. Me parece legítima la preocupación de quien pide que las encuestas electorales sean (más) reguladas para evitar la manipulación propagandística, pero en lugar de eso, soy más cercano a la idea de que podemos desarrollar el buen hábito de la exigencia y la duda razonable. Mark Twain sabía bien sobre el peligro de las falsas generalizaciones: “hay algo fascinante en la ciencia: con pocos hechos se consiguen grandes conjeturas”.
Hasta Homero Simpson sabe cómo mentir con estadísticas.
Twitter. @marcoivanvargas

