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Oportunismo a la carta

Por Óscar G. Chávez

Julio 29, 2023 03:00 a.m.

A

Una vez más el gobernador de San Luis Potosí se sube al tren del oportunismo político suscribiendo un desplegado, aparecido el pasado miércoles 26 de julio, en que “las y los [21] gobernadores y el jefe de gobierno de la 4T llamamos a no infundir miedo, a honrar la democracia y a las mayorías”, dado que “diversas voces y opinadores vinculados al viejo régimen y a la oposición de la Cuarta Transformación han buscado sembrar temor, argumentando que la época de la violencia política (que con mucho dolor y esfuerzo superamos las y los mexicanos) pudiera regresar; con el cinismo y la hipocresía que les caracteriza, sugieren que alguien podría atentar contra figuras de la oposición que han manifestado intereses electorales o contra medios de comunicación que apoyan su visión política.”

No hay mucho qué decir ya que de sobra se sabe por acá que el gobernador Ricardo Gallardo ni ha sido, ni es, ni será, afín al gobierno de la llamada cuarta transformación y él, al igual que los potosinos, de sobra sabe que nunca ha sido bien visto dentro de ella, y está por demás mencionar la mucha incomodidad que causa al presidente de la República que le recuerden y cuestionen el haberlo llamado “mafiosillo”. Sin embargo, en un mero y continuo acto de pragmatismo se le tolera y se le considera por su cercanía con Manuel Velasco.   

Pero además al asumirse como gobernador cuaternario, Ricardo Gallardo logra revestirse en apariencia de cierta autoridad moral a la que de otra manera le sería imposible recurrir y también le permite eludir cualquier responsabilidad o cuestionamiento, argumentando siempre un golpeteo del obscuro pasado neoliberal (aquí herencia maldita) contra él, sus colaboradores, y sus actos de gobierno, por formar parte del gobierno que busca el cambio verdadero. 

Es evidente que busca curarse en salud, ya que al leer con detenimiento el texto del desplegado,  se observará que el punto central sintetiza el supuesto destierro que en este gobierno se ha logrado hacer (gracias al propio gobierno) de la violencia política, una de las herramientas más utilizadas por el gobernador potosino cuando busca atacar no sólo a sus adversarios políticos (porque opositores no hay), sino a cualquiera que opine de manera diferente a la suya o cuestione sus actos de gobierno. Incluso la practica contra aquellos excolaboradores que ya no se adecúan a sus necesidades e intereses y le resultan desechables. 

Más allá de la violencia verbal que se ha convertido en el deporte oficial en palacio y que hasta cierto punto, si se sabe sortear, resulta inofensiva (si no pregúntenle al alcalde Galindo en qué concha le resbala), para los potosinos resulta preocupante otra violencia que sí preocupa y que se vive todos los días: la violencia desencadenada por los grupos delictivos que la incapacidad del gobierno no ha logrado controlar y ni siquiera comenzar combatir.  

No es cuestión de sólo percibir lo violento y minimizar –por discreto– el trabajo de la policía, como afirma el ineficiente secretario de Seguridad, la realidad es que la inseguridad ni “con dolor ni esfuerzo se supera”; es ésta la que ha superado al gobierno estatal que frente a los cuestionamientos hoy responde culpando a otros y mañana con “cinismo e hipocresía”. Vaya insalubridad mental.  

En este mismo contexto de percepciones de la inseguridad, es notorio el control que desde palacio se ejerce sobre los medios, de otra forma no se puede explicar por qué la mayoría de los medios de comunicación no dieron cobertura a la enérgica e inusitada protesta que el viernes de la semana pasada realizaron en Matehuala, en un acto presidido por el gobernador y el fiscal, familiares de asesinados en aquel municipio. Por el contrario, todos dieron cobertura a la momentánea detención que del alcalde de Matehuala hizo la instancia ministerial al buscar dar cumplimiento a una orden de presentación. Menos mal que la  violencia desapareció, pero para dar paso al terrorismo político. 

* * *

Nota al margen: muy interesante resultó la plática que sostuvieron ayer tres connotados priístas (una dama y dos caballeros) durante el almuerzo en un restaurante allá por el rumbo de Morales. Quizá, si me dan ganas y el respetable me anima, algún día escribo sobre ello.