Pensar divergente

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Ser divergente en el mundo de los alineados, es una forma apasionante de vivir, más aún si esa forma de vida se traslada al mundo de la vida política y todavía más en un país como México. La divergencia es sinónimo de creatividad, el empleo del pensamiento divergente nos permite generar ideas diferentes, creativas a veces hasta improbables de esas que van contra todo pronóstico, pero que finalmente permiten la solución de algunos problemas. 

Hace algunos años, en Zapopan, Jalisco me entusiasmó el proyecto político de un joven veinteañero que se postulaba como candidato independiente a diputado local por su distrito, no era el joven político tradicional absorbido por las formas de la añeja política mexicana, crítico pero nunca irrespetuoso, articulado en sus argumentos pero jamás con poses acartonadas del siglo pasado, un digno representante de su generación, la ochentera noventera, con la que millones en este país somos parte y nos identificamos (véase los datos demográficos o el padrón electoral). 

En sus principios, propuestas y compromisos expuso con toda claridad las gestiones patrticipativas, es decir co-gobernar con las personas, los foros vinculantes serían el detonante de la orientación presupuestal para el mejoramiento de lo que necesitaban las colonias de su distrito, un candidato que asumía un compromiso con los derechos humanos, no en el discurso sino con un programa estructurado sobre espacios accesibles, equidad de género y hospitalidad. 

Así, comencé a seguir atenatemente el proyecto Kumamoto desde su campaña, que de todo lo innovador me dejó (nos debería dejar a todos) una gran enseñanza: “La democracia no tiene que ser un despilfarro, tiene que ser buenas ideas” bajo esa lógica su campaña tuvo el coste más bajo en la historia, ($250,000.00), logro cohesionar a un equipo de voluntarios y talentosos jóvenes millenials, pero lo más improtante logró convencer a los que ya no creían en la política, su candidatura fue un éxito y se convirtió en diputado independiente. 

Ya como legislador fue congruente en sus compromisos, su propuesta #SinVotoNoHayDinero sacudió la política local, tanto que el caso llegó hasta el Tribunal Constitucional (SCJN), cuyos ministros determinaron la viabilidad de reducir hasta de 60% el financiamiento a partidos políticos minoritarísimos que a nadie representan, precisamente con el argumento planteado por Pedro Kumamoto. 

Lamentablemente Kumamoto no obtuvo los votos necesarios para alcanzar un escaño en el Senado de la República, aunque sí logró su candiatura otra vez por la vía independiente, no obstante su ejemplo, congruencia entre el decir y el hacer es inspirador. 

Así, seguramente el pensamiento divergente estará presente -como ya lo está- en el México del 2021, de lo que también estoy seguro es que el COVID-19 se acabó de llevar consigo una vieja forma de hacer política, aquella que llaman “política tradicional”, no veo en el futuro cercano los grandes mítines ni las multitudinarias concentraciones en plazas públicas, ni los apoteósicos cierres de campaña al antigüo estilo de la “invitación con transporte”; veo más bien una sociedad espectante, analítica, que pareciera callar, pero que hoy percibe el sufragio no sólo como un auténtico derecho fundamental, sino como una oportunidad de oro para expresar un sentir legítimo. 

Observo también una sociedad empoderada, informada y muy pero muy exigente, que dificilmente creerá promesas incumplibles, pero también que castigará en las urnas los excesos y la falta de seriedad en los grandes temas nacionales. 

Existe también un México paralelo en las redes sociales, que vinieron a sustituir a las tertulias del siglo XIX y a los cafés del siglo XX  (donde se compone o se descompone el mundo), esa realidad está ahí, aunque se niegue, se minimice o no se quiera ver (eppur si muove). 

Por supuesto que las redes sociales importan, el zoo politikon aristotélico tomó el teclado y el monitor, hay toda una vida activa real de a deveras, más allá de los boots y los espacios de prepago. 

Así, estimado lector, pensar y actuar divergente, es explorar tod@s las posibles soluciones a problemas que parecieran imposibles, incluso aquél del que hablaban las abuelas, espere Usted algunas décadas. 

En fin, lo hizo Kumamoto en la política, lo hizo también otro mexicano de 29 años, el matemático Rafael González, al resolver “la aberración esférica en lentes ópticos”, un problema que ni el mismísimo Issac Newton pudo descifrar (de esos logros que poco se hablan). 

Y Usted amable lector ¿se atreverá a pensar y actuar divergente?. Es pregunta. Hasta la próxima semana. 

jorgeandres.manoizquierda@gmail.com