Ya se ha llamado la atención acerca del pragmatismo exhibido por algunos dirigentes partidistas en la entidad potosina, para lograr que la reciente reforma electoral no ampliara el umbral porcentual requerido para tener derecho a conservar el registro local y asegurar un escaño legislativo por la vía plurinominal; así como para impedir que se terminara con las alianzas político-electorales que posibilitan el mercadeo de votos entre los partidos, independientemente de la mayor o menor representación lograda, realmente, en las urnas. Todo esto, con el propósito de que las élites partidarias aseguren la supervivencia y control de las franquicias políticas que detentan, al margen de cualquier consideración de tipo ideológico y programático.
Esto último es lo que se pretende destacar. La oportunidad perdida, no solo aquí, sino en el conjunto nacional, para que los partidos políticos pudieran recuperar algo de la dignidad maltrecha por tanto pragmatismo seguido para conservar cotos de poder y no para representar a sectores de la sociedad atendiendo a planteamientos de tipo doctrinario. Ya se anuncia, por parte de dirigentes partidistas, que podrían tejerse las más variopintas alianzas, como en el caso del PRD y PRI o de Morena con el PVEM, cuando hace algunos ayeres se veía esto como imposible o contra natura. Incluso, cayendo luego en el “arte de mentir, incluso con la verdad”, hay dirigentes que justifican ese tipo de alianzas, asumiendo que lo importante son las personas y no los partidos, lo cual siendo cierto, no lo es todo, considerando que los principios, programas y un mínimo de ética política son importantes.
Sin embargo, hay que tomar ese tipo de arreglos en el sentido estrictamente maquiavélico del término, esto es, como una realidad imperante donde, sobre todo en un sistema político que aún arrastra viejos vicios, los extremos siempre se tocan. Empero, con todo y esto, es posible atisbar que la coyuntura electoral próxima estará marcada, en buena medida, por una polarización política exacerbada por el golpeteo de expresiones derechistas en contra del gobierno progresista de López Obrador y que éste ha caracterizado como desencuentro de “conservadores y liberales”. Si la derecha, por definición, busca instalar gobiernos proclives a la ley del más fuerte, ahora se topa con uno que promueve la ley del más débil y, eso, por supuesto, genera tensiones.
Y es que, ante los embates de la derecha tienen que darse, por definición, respuestas de izquierda, pero hay que recordar que se trata de tipos ideales que en los hechos admiten distintos matices, sin que eso implique que se tengan que convertir en casilleros vacíos de contenido -si se corren al centro-, o radicalismos extremos que conlleven excesos. Lo importante será dilucidar el grado de orientación hacia los valores y principios de uno y otro lado que sean propugnados. Así las cosas, a la hora de hurgar en las alianzas partidistas, será indispensable ir más allá de su sentido lógico y considerar el sentido histórico de tal o cual arreglo político, asumiendo que los ciudadanos tienen memoria y no son meros entes pasivos.
En suma, aún y cuando no pocas élites partidistas pretendan alianzas pragmáticas y oportunistas, 2021 será el corolario de una batalla ideológica que ya ha comenzado y se expresa en una suerte de referéndum cotidiano sobre la forma y resultados en el ejercicio del actual gobierno y que, por eso mismo, va más allá de acuerdos electorales tácticos entre partidos de distinta orientación, pero que tampoco pueden ser descartados, habida cuenta de que todos los medios para alcanzar un fin que se atisba complicado pueden ser utilizados. En fin, esto apenas comienza y todo puede pasar de aquí a que se calienten más los ánimos, lo importante es que los ciudadanos tengan fresca la memoria para cuando llegue el momento de votarlos (a partidos y candidatos).