Presupuesto público

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[Spoiler alert: 

No nos van a hacer caso]

De entre las cosas que más molesta a las personas, probablemente se encuentra la parte de pagar impuestos. Este sentimiento negativo no solo suele estar relacionado con el milenario acto de desprenderse del dinero trabajado para rendir un tributo al señor feudal, sino que, en tiempos más modernos, hay una enorme expectativa insatisfecha de que esos recursos vuelvan traducidos en valor público. El ciclo virtuoso del dinero público debería funcionar así: impuestos que generan condiciones de bienestar y prosperidad que a su vez, propician mayor riqueza.

Como Usted sabe, en estos momentos la Cámara de Diputados discute –extemporáneamente- el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2020; lo mismo ocurre en las legislaturas de las 32 entidades federativas que componen nuestro grande y anchuroso territorio nacional. La integración y discusión del presupuesto deben ser vistas como procesos tecnopolíticos –al respecto, Carlos Matus definía a la tecnopolítica como la capacidad de razonar los asuntos públicos, combinando el juicio técnico con el juicio político- donde los problemas, necesidades, demandas y oportunidades se combinan en un escenario donde se toman decisiones –presupuestales- de lo que es importante, prioritario o relevante; y lo que no.

Hace un tiempo, en este mismo espacio, escribí sobre la fea costumbre de pensar que los problemas públicos se arreglan a billetazos, sin pensar en la gestión pública como mecanismo de organización y maximización de los resultados que tendrían que obtenerse. Veo con preocupación que esta idea impera por todos lados: en el discurso político, en las decisiones legislativas, en el debate en la opinión pública. Veo aun con mayor preocupación que la discusión presupuestal transita solo en los círculos legislativos con un notorio alejamiento del público experto en los temas a atenderse. Lo que sigue es lo que ya hemos visto: si bien es cierto que el proyecto de presupuesto es público –y se puede acceder a través de Internet- también debe decirse que en la presentación del mismo no hay un mecanismo de justificación detallada que permita al pueblo –ese soberano constitucional que invocan y desinvocan para las cosas importantes- entender la manera en que ha sido construido.

Las críticas al presupuesto son de esperarse ya que la disputa se realiza sobre cifras globales en un juego de suma cero donde los recursos son limitados y la información es deliberadamente compleja e incompleta: para que alguien gane 1, debe existir otro alguien que lo pierda. Cada quien reclama el presupuesto que entiende o que cree que le corresponde, pero desconoce si existen otros rubros del gasto público que han sido beneficiados o afectados, en mayor o menor medida; eso suele ser solo del conocimiento de las(os) responsables de la hacienda pública y de las(os) integrantes de las comisiones presupuestales en el Congreso.

Siempre será bien visto y aplaudido asignar y anunciar montos millonarios en destinos del gasto que sean cercanos a la percepción de la gente <<inserte discurso genérico de construir carreteras, escuelas y hospitales>>, pero en el terreno de lo real hay que prestarle atención a los detalles. Como ejemplo de lo anterior: se han documentado recortes a presupuestos de salud y educación, se han aumentado recursos a programas públicos sin reglas de operación, y se han asignado cantidades inmensas a fondos sectoriales –como el energético- del que no hay debate o escrutinio público. Insisto: ¿en dónde están los pesos y en dónde los centavos?.

Frente a este escenario habría que hacer dos cosas: la primera es fortalecer el entendimiento público de la discusión presupuestal a partir del escrutinio y el debate, no veo razón alguna por la cual esta discusión tenga que ser ajena al público. Lo otro es desconfiar de quien justifica sus posicionamientos públicos empleando lugares comunes: hace poco leí una declaración de que hay que recortar dinero a los organismos públicos para asignarlo a los niños con cáncer ¿entiende lo que quiero decir?. Como ciudadano, contribuyente, padre de familia y/o familiar directo de pacientes con cáncer, desde luego que me encantaría saber de qué manera ese noble discurso se convierte en una realidad concreta. El presupuesto es público por su origen, por su destino y por la manera en que debe decidirse.

Twitter. @marcoivanvargas