Qué tal si leemos

Leer es un acto íntimo que se enriquece al compartirse.

Los libros me remiten al medio en que nací y me formé.

Mi abuelo tenía una biblioteca que en ese entonces se contaban por miles. Libros de aquellos tiempos más aquellos que él mismo construía de recortes de periódicos.

Mi papá por su parte, antes de albergar los de su padre contaba con un espacio especial para su propia biblioteca.

Así que leer era natural aunque confieso que le tomé gusto hasta que en la carrera, empecé a leer a los autores de habla hispana.

Mi historia con la lectura ha tenido sus ritmos. No ha sido una actividad ininterrumpida pero sí algo que permanece, que se inmiscuye cuando se siente olvidada, salta y se hace presente con una recomendación, o una portada atractiva o en una charla con su autor.

Se lee por necesidad de diferente naturaleza: para pasar un examen, para presentar un reporte, para armar un juguete, para conocer. Pero sobre todo se lee por el placer de lo que encuentra entre páginas con diferentes tipografías.

Disfruto las novelas como disfruto un buen ensayo o un pasaje histórico o una biografía.

También leo para descansar la mente, para aprender a meditar, para actualizarme en temas que tienen que ver con mis actividades.

Leí mucho creyendo que los libros encerraban el secreto de una buena crianza. Leí sobre atención dispersa, sobre teorías de comunicación, sobre sistemas de inteligencias múltiples, sobre arte y sobre cómo escribir. Pero sobre todo leí para todos mis hijos, tal como lo hicieron conmigo mis padres.

Trasmitir lo que se experimenta en los libros, es complicado. Por ello es recomendable que el sistema escolar y la familia lo incluyan en sus rutinas y en sus hábitos cotidianos. No como algo aburrido, sino como algo que divierta y proporcione placer. No como un deber, sino como un deleite.

Leer permite viajar sin salir de casa, conocer personas y personajes que ya murieron y que dejaron grandes legados o bien que fueron auténticos tiranos. Inventar mundos y seres que jamás han existido.

La lectura nunca está de sobra pero casi todos ponemos un pretexto antes de tomar un libro.

Será porque leer es un acto que requiere cierta intimidad, un ensimismamiento que se encuentra en soledad, en el silencio, como si de una actividad sagrada se tratara.

Solo después de haberse divertido leyendo, solo o en grupo, se atreve uno a encontrarse a solas con el libro,  con sus historias y el conocimiento que viene con ellas.

Intentarlo nunca será una pérdida de tiempo. Así ampliamos nuestras visiones del mundo y de la realidad que algunos medios quieres que consumamos para adoctrinar así, una supuesta opinión pública. Leer educa pero sobre todo forma.