Sansón en el templo

[Spoiler alert: 

Este texto sigue siendo laico]

Uno de los mayores retos de los de partidos políticos en México se relaciona con su capacidad de poder demostrar a la población que la interacción entre fuerzas políticas es virtuosa y produce resultados favorables para la sociedad a la que se debe. Esto se asemeja al planteamiento ideal dialéctico de Hegel donde la realidad es producto de una larga sucesión de contradicciones.

El diseño constitucional del Estado mexicano recupera una larga tradición del pensamiento liberal europeo que postula a sistema de equilibrios entre poderes o incluso adentro de los poderes públicos. De esta manera el sistema electoral cuenta con un esquema de reglas que permiten que la expresión del voto popular no tenga como único resultado a la coronación de un(a) monarca que gobierna con sabiduría y soledad desde la cúspide del mundo. Se trata más bien, de un mecanismo por el cual se busca conformar un sistema de autoridades que reflejen la pluralidad de una sociedad diversa, pero que evita la fragmentación o inmovilidad del poder público.

La expresión de la pluralidad política en nuestro país no tiene nada de nuevo. Desde las primeras etapas del México independiente ya se daba cuenta de los debates y desencuentros entre quienes pensaban la política de manera distinta. Ante la debilidad del orden constitucional y de las instituciones de ese tiempo, el contraste se manifestaba como conflicto político y éste se expresaba como violencia, inestabilidad, antorchas y tridentes. La eficacia política requería de la devastación de quienes pensaban de manera distinta.

Muchos años después, con el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario –que en principio era un conglomerado de agrupaciones políticas regionales, estatales y nacionales- la representación política desde los partidos se convirtió en un asunto de crucial importancia. La eficacia y la gobernabilidad se relacionaron con la capacidad de concentrar a sectores sociales en torno a un centro político que distribuía beneficios de manera selectiva. Es la historia del clientelismo y el corporativismo que parecerían ser cosa del pasado.

Este modelo era incompatible con la sociedad plural que siempre ha estado ahí. La historia de nuestra democracia siempre se ha contado desde las luchas sociales para crear vías transitables de representación política. La creación de los diputados de partido (lo que hoy conocemos como las diputaciones de representación proporcional), las reformas electorales orientadas a garantizar la celebración de elecciones auténticas, la ciudadanización de las autoridades electorales, la formalización de su autonomía y las muchas reformas electorales posteriores, han tenido como resultado la conformación de un sistema que permite la pluralidad de las fuerzas políticas como expresiones auténticas del voto de la ciudadanía.

Esto nos ha permitido otro estado de las cosas donde las diferencias políticas no se resuelven con antorchas ni tridentes, sino con instituciones. Corresponde a las fuerzas políticas, honrar a esta larguísima lucha por la consolidación del Estado mexicano, preservando a las instituciones que son patrimonio de la sociedad. Esta rara intención por cercenar a las instituciones, por vulnerar su autonomía y por desacreditar su trabajo tiene un riesgo político enrome. Es Sansón, cegado, tirándose el templo encima. La pluralidad política permite condiciones de perfeccionamiento de los actos de la autoridad frente a la sociedad a la que sirve. Es Kant con su fórmula trascendental que propone una política que requiere de deliberación: si una ley o política es buena, debe tener la capacidad de sostenerse frente al público. 

Twitter. @marcoivanvargas