Un mercado político

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No mire ahora, pero falta algo así como un año para que comiencen las campañas proselitistas del proceso electoral concurrente 2020-2021 –recuerde Usted que en San Luis Potosí tendremos elecciones locales para gubernatura, ayuntamientos y diputaciones locales, así como diputaciones federales-. ¿Ya tan pronto? ¡Pero si los que acaban de llegar todavía no logran el anhelado progreso y justicia social que nos prometieron! -para parafrasear aquella película de La Ley de Herodes-. Aunque el desempeño cualitativo de los gobernantes electos no suele ser objeto de los textos que publico en este espacio, sí quisiera recordarle que tenemos vigentes las previsiones legales que permitirían la reelección de las personas que hoy ocupan la mayoría de los puestos a disputarse -con excepción a la gubernatura del estado-. 

Entonces el desempeño gubernamental sí importa, porque se puede relacionar directamente con las preferencias del electorado que irá asimilando la posibilidad de reelección como un incentivo o un castigo al trabajo -o la ausencia de- y/o a los resultados de quienes hoy ocupan un puesto de elección popular.

Este asunto de la reelección tiene confundidos y preocupados a muchos en la escena política. Primero porque la regulación de esta figura establece un conjunto de restricciones que imposibilitan a una persona -pensemos en un diputado local de mayoría relativa- a que buscar reelegirse por su mismo partido político pero a través de la lista de representación proporcional. También puede existir la posibilidad de que su partido político no le postule para aspirar al mismo cargo ya que debe cumplir con las normas de paridad en las candidaturas y resuelva que en ese distrito va a postular a una candidata.  Ese diputado no podría buscar la reelección a través de un partido político distinto al que le llevó al poder en la elección anterior. Tome nota, ocupar hoy un puesto público no constituye un pase directo a la boleta electoral.

Hay personas que también están inconformes porque consideran que un funcionario público -pensemos por ejemplo en un presidente municipal- tiene acceso a recursos públicos cuyo ejercicio le da ventajas sobre otros posibles contendientes para tratar de promover su imagen personal. Sobre esta idea conviene distinguir que una cosa es gobernar, otra hacer campaña anticipada y otra distinta es emplear recursos públicos para promover su imagen personal. Las últimas dos conductas son sancionadas con procedimientos que ya existen. Gobernar no requiere de ninguna de estas. Pero lo que sí necesitamos -gobernantes y ciudadanía- es asimilar la labor de gobernar y la posibilidad de reelección dentro de los umbrales de la legalidad. Sin simulaciones.

No quisiera perder la oportunidad de poner a su consideración la siguiente reflexión; la reelección solo funciona como incentivo para la mejora del desempeño gubernamental siempre y cuando ocurran dos cosas: (1) que quienes ocupan un puesto público entiendan que la posibilidad de reelegirse depende, fundamentalmente, de la capacidad de atender y satisfacer los problemas, necesidades y demandas de la sociedad. No con discursos, no con campañas mercadológicas, no con espejitos, sino con conductas comprometidas, con resultados efectivos y eficacia demostrada. A esto llamaremos “mejora de la oferta”. Y, (2) que el electorado -nosotros- entendamos que optar por una persona para ocupar nuevamente un cargo depende, fundamentalmente, de observar con objetividad el desempeño demostrado. A esto llamaremos “Expectativa de la demanda”.

Como si se tratara de un mercado económico, corresponde al electorado elevar la expectativa de la demanda para tratar de propiciar la mejora de la oferta. En este contexto, la celebración periódica de elecciones nos ofrece la posibilidad de expresar la preferencia sobre una persona para ocupar un puesto en función de lo que demuestra y no de lo que promete. Recordemos que votar es una decisión y a la vez una expresión de preferencia. Corresponde al electorado dotar de significado al incremento de la expectativa de demanda.

Dicho de otra forma: controlamos la mejora de la oferta 

política desde el momento en que no abaratamos nuestras propias expectativas.

Twitter. @marcoivanvargas