After 2019

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Los primeros días de año son como ir quitando velos, capas ligeras que muestran sutilmente lo que hay detrás de cada una de ellas sin descubrirlo de forma total.

Quizá me obsesiona el paso del tiempo y no lo había notado hasta ahora después del descanso navideño cuando se me amontona la vida en una agenda imaginaria que vislumbro en mi mente, producto de la ficción y los hechos de una realidad latente afuera de cada casa.

Porque no usé mi tiempo de ocio más que en la superficial actividad de comer, dormir y estar o dejar de estar, permitiendo que las horas de vigilia y sueño derribaran su frontera natural para convertir el tiempo y su mudo correr en un delicioso -casi- sinquehacer.

Ahora empiezo a sentir la cercanía de los planes, los compromisos, los pendientes, los imprevistos y los pronósticos que habrán de colocarse en cada uno de los recuadros de calendarios y agendas: como si la vida estuviera esperando el momento para suceder, para manifestarse, para existir a través del marcador con el que anotaremos en cada una de esas casillas.

Es como un “after navideño”, el contrapeso del adviento. Ese momento cuando en lugar del espíritu navideño nos rodea una sensación de “algo por hacer” junto con las dudas sobre cómo abordarlo. Una especie de resaca navideña o bien una impronta que nos mueve a la acción, a la proyección de planes con el fin de evitar perder el tiempo porque hemos visto llegar a los peregrinos demasiado pronto en el recién terminado 2019.

Hay una vitalidad que parece escurridiza, inquieta, palpitante que parece hacernos creer que todo lo podremos en los próximos 365 día que ya empezaron a descontarse en el calendario del 2020.

La idea es que el entusiasmo en este “after” navideño no se nos pase a las primeras de cambios y que como por ahí de octubre los valientes que escribieron sus propósitos para el año que se estrena, encuentren que la tendencia sea positiva.

Yo este año me abstuve de esta acción tan peligrosa para el sistema emocional. Preferí recordar aquellas cosas que otros años se han quedado en buenas intenciones esperando  siquiera que el ánimo me alcance para hacer ejercicio la mayor parte de la semana.

Diciembre nos permite acumular la energía suficiente para mirar el año quizá con humor, con simpatía y con ganas de que las cosas salgan bien. 

Empecemos a vivir así el 20-20; una fecha que parece más de ficción que de carne y hueso.