Agradecimiento

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Escribo para agradecer que se tomen el tiempo de leer lo que cada semana les escribo.

Son las fechas en la que todos queremos detenernos y ocuparnos de nosotros mismos y de quienes más queremos. Detener el trabajo en oficinas e industrias, en comercios y en servicios; quedarnos en casa o movernos fuera de ella para salir de la rutina, para marcar la diferencia con cualquier otra época del año.

Posiblemente pensaremos en lo que alcanzamos este año y en aquello que dejamos en el camino 

por falta de entusiasmo, voluntad o algún otro factor virtuoso.

De cualquier manera, prevalece, al menos en mí, la idea que hemos venido a este mundo en su mayor parte a pasarla lo mejor que se pueda con todas las vicisitudes que la vida trae, entre ellas, los accidentes, la muerte en sí misma, el dolor o las enfermedades.

La vida tiene más que eso, es un camino de continuas lecciones y sorpresas, pero también de satisfacciones y desapegos. 

Conforme la vida camina y nosotros con ella las reacciones se vuelven reflexiones, los arrebatos introspección y los quebrantos aprendizajes.

Nadie escapa de los lugares comunes en los que nos agrupamos 

para destacar nuestras penas y nuestra incertidumbre como si fuera una competencia de, “a ver quién sufre más” o a quien le han pasado más cosas difíciles o malas.

Pero ya que tenemos la oportunidad de detener el trajín del día a día, ojalá entremos en las cocinas más que en las tiendas, en la sobremesa más que en el consumo per se. Es alrededor de la estufa y la mesa en donde se guisa la vida en familia o en comunidad. Es alrededor de la mesa en donde empezamos a imaginar un mundo más amable y más generoso.

Ojalá todos tengamos la oportunidad de hornear momentos que sellen la convivencia en familia, de intercambiar recetas que nos permitan vivir en una sociedad civilizada en la que los niños puedan sentirse seguros nuevamente jugando en las calles o junto a otros adultos.

Ojalá nuestros regalos incluyan el respeto por el medio ambiente y que éste se refleje en nuestras calles y en el frente de nuestra casa, así como en la cantidad de basura que producimos. Sin olvidar, que no es tolerancia lo que necesitamos para aceptar otras costumbres o nuevas formas de relacionarnos; quizá un poco de empatía mezclada con eso que alabamos tanto y que suele llamarse generosidad sirva para eliminar la discriminación, el bullying, y las nuevas plagas sociales que actualmente padecemos.

Gracias por leer esta columna semanal

¡Feliz Navidad!