Ayuda a discapacitados

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Resultan preocupantes los niveles que ha alcanzado la inseguridad en el estado y en particular en la ciudad. No debe, desde luego, politizarse el problema, pero lo cierto es que el problema ha rebasado a autoridades y por supuesto los potosinos somos rehenes y víctimas potenciales de la delincuencia. 

La administración de la violencia y del miedo, tan aplicado en administraciones anteriores, y de las cuales tiene todo el derecho de echar mano el Estado, pareciera que las actuales autoridades no saben de su existencia. 

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A fines de la segunda década del siglo XX, durante el gobierno del general Juan Barragán (al que en alguna otra columna he señalado como autor de una serie de pillerías administrativas en perjuicio del erario), fueron puestos en funcionamiento cuerpos de vigilancia en torno a las haciendas y los caminos del interior del estado. Aquellos que no estuvieron en posibilidades de organizarlos y ponerlos en funcionamiento, fueron invitados a “cooperar voluntariamente” con recursos monetarios para las guardias blancas habilitadas por el gobierno.  

Cedillo, el caudillo agrarista, también supo manejar de una forma muy particular los grupos de agraristas asentados en las colonias militares dentro de su zona de influencia directa. No sólo fueron la espina dorsal de la seguridad y el orden dentro del estado, sino que en varias ocasiones, principalmente durante el conflicto armado contra los cristeros, sirvieron para mostrar al gobierno del centro, el verdadero poder del caudillo agrarista.

Menos de una década después, Gonzalo N. Santos, especialista en infundir miedo entre sus cercanos y sus adversarios, logró acabar con el bandidaje en caminos, robo en los principales núcleos urbanos, violaciones y abigeo. 

Su método de control, si bien no es el más aplaudido ni deseable, por mucho, sí fue el más expedito: pena de muerte para todos aquellos que incurrieran en tales faltas. Quizá la ocasión más célebre, fue aquella en la que ordenó, que frente a un ministerio público, y luego de ser sorprendidos en flagrancia, se diera muerte en el lugar del delito, a una gavilla de violadores que operaba en la entrada norte de la ciudad, allá por el rumbo del Saucito.  El moderno, para el momento, mátalos en caliente, fue aprobado por todos los sectores sociales e ideológicos del estado, incluyendo al eclesiástico. 

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Los métodos santistas no son los deseados en la actualidad, pero partiendo de las condiciones en que nos encontramos, es necesario que gobernador, responsables de cuerpos policiacos, fiscal y alcaldes, reconsideren la forma en que debe de combatirse al crimen y garantizar la seguridad de la ciudadanía. Se les paga bastante bien para que salgan, como acostumbran de ordinario, con su –dijera mi abuela– batea de babas.

Si la inteligencia no les da para más, porque podría darse el caso que hubiéramos votado por un par de limitaditos, y ellos a su vez hubiera nombrado a otros más limítrofes como colaboradores, creo que lo más sano sería que pidieran licencia, o renunciaran, quienes deben de hacerlo, según el caso. 

Pero, lo que Dios, la naturaleza, o la genética, no les dieron con generosidad, sí se los dieron en arrogancia; ninguno considera en pedir la renuncia a los ineptos a los que enjaretaron el cargo. No estoy afirmando que todos lo sean, lo que sí, son bastantes buenos para nada. 

La cosa está de miedo de tiempo atrás, recuerdo que harán algunos dos meses, un amigo me platicaba que ya estando por subirse a su vehículo, para asistir a una cena, regresó a dejar su reloj, ante el miedo a que fuera despojado de él, por algún malandro de los que asaltan en restaurantes. 

Comensales de cenadurías, taquerías, marisquerías, cafés, en zonas vip o marginales, periféricas o céntricas, nadie está a salvo ya de los asaltos que  ocurren maña, tarde y diario; todo está a la orden del día y de cualquier rumbo.

Ojalá fuera posible que el DIF tramitara algún tipo de ayuda por discapacidad a los ciegos, sordos y mentecatos [que son tontos o tienen escaso juicio] funcionarios, en cuyas manos estamos. 

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Lo que faltaba, un asesor del Congreso, se embarcó en la trifulca de los manifestantes que arrojando agua a los legisladores, protestaban contra la aprobación del alza a las tarifas. Acabó arrojando el café, contra quienes protestaban; ¿pues no que los de Morena siempre dan la razón al pueblo bueno?, ¿qué sigue, legisladores golpeando ciudadanos?

Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social, disfrútenlo, pero no se excedan. Está por iniciar la jornada Guadalupe–Reyes, a prepararse.