Bergamota

Imaginen la escena: una casona en el centro de Querétaro y en el interior, un montón de puestitos hipstersones donde vendían cualquier cantidad de cosas entre exoticonas, orgánicas-veganas libres de azúcar, de gluten y de sabe qué tanta cosa de esas que le hacen a uno dudar si el pan sigue siendo pan o si el postre sigue siendo dulce. Caminábamos dos de mis amigos de toda la vida y yo, después de un día en el cual habíamos atestiguado la boda de otra de nuestras amigas de décadas y nos disponíamos a regresar a San Luis. Yo me les pegué a ese par, que son como mis hermanos, dado que Marcos no está en territorio Telcel.  En resumen: hice mal tercio. 

Entramos al mercadito local ya rumbo al estacionamiento y nos pusimos a curiosear. Justo a la entrada del caserón había un puesto de aromaterapia. Sobre una mesa, estaban acomodados muchos frascos de vidrio pequeños con aceites aromáticos de lavanda, tomillo, romero, mejorana, limón, toronja, citronela y otro buen número de ingredientes con los que bien se puede hacer también una ensalada. La mesa también albergaba unos dijes de acero inoxidable que podían abrirse y contener en su interior una esponjita para mojarla con aceite y portar así, el aroma de la esencia elegida. 

Yo no soy muy afecta a los aromas, porque vivo mormada, pero me gustan los olores cítricos y los colgantes estaban bonitos. Además, soy un tanto cuanto incrédula de aquellos tipos de tratamientos que poco tengan que ver con el método científico, pero ciertamente la curiosidad me mueve a interesarme por casi todo. Total, mientras mis amigos y yo paseábamos entre bebidas de jengibre y panecitos integrales, un par de chavas se acercaron al puesto de aromaterapia. Una de ellas se veía interesada por las esencias y la otra más bien estaba bobeando. Ambas tenían una amena plática que incluía risas y chistes locales de esos que uno hace cuando llevas mil años conociendo a una persona, y se veía cómo acomodaban cada olor que les mostraban con una situación o conocido en común. Se estaban divirtiendo

El puesto era atendido por dos personas, un chico que atendía a quien se veía sí iba a comprar, y una señora, un poco mayor que yo. Esta mujer volteó con la que nomás bobeaba y le dijo “-¡Bergamota, tú necesitas bergamota!-“ Se lo dijo con tal urgencia en el tono de voz, que yo volteé con mi amiga y pregunté: “-¿Qué fregados es la bergamota?-“ Mi amiga, que es mucho más sabia que yo, me dijo “-Aceite tranquilizante, bruta-“. Mientras la mujer insistía en la esencia, la chica que sí iba a comprar, estaba muerta de la risa cotorreando a su amiga, la diagnosticada con déficit de bergamota, y la otra también estaba divertida con la insistencia de la vendedora, que, se notaba, más que hacer venta,  quería alinearle los chacras a la chava porque le estaba desalineando los suyos. 

La mujer del déficit de bergamota, entre risas, le preguntó a la vendedora que por qué la insistencia, y la otra le respondió que era claro que le hacía falta tranquilidad, paz, que era muy movida, muy intensa. La del déficit, en lugar de ofenderse, lo tomó como halago y con un montón de buen humor, y se siguió en hilo diciendo una sarta de comentarios irónicos que hicieron reír mucho a su amiga, y que notoriamente alteraron más a la vendedora, quien estaba tratando de quitarse la energía de la chava de encima. Si hubieran estado en una iglesia, se hubiera persignado para alejar a los demonios. La chava, en lugar de espantarse, parecía que le daban cuerda y junto con su amiga, le contaba a la vendedora el amor que tenía por sus chacras desalineados.

La amiga se moría de la risa y finalmente, compró no sólo la esencia que había estado probando, sino que le regaló su amiga la famosa bergamota. La del déficit de plano había previamente volteado a ver a la vendedora y se había hecho unos pasos para atrás “-Para no afectarle su energía, señora-“. Una vez que pagaron, las amigas, a carcajada batiente, se despidieron mientras la vededora de plano les dijo: “-Si, si, ya váyanse, ya llévatela, ya, ya.-“ Mientras hacía con las manos el universal gesto conocido como “Ushale, ushale”. Y pa´fuera. 

Desde donde estábamos, mis amigos y yo atestiguamos todo, muertos de la risa. Yo creo que es natural que las personas busquemos balance en nuestras vidas, tranquilidad y estabilidad. Pero también nadie niega la el encanto de las tormentas, ni la magia del caos, ni mucho menos los efectos sanadores del buen humor sobre sí mismo. Y estoy convencida de que a veces viene bien conocer a alguien que nos sacuda los chacras. Total, si se desalinean,  pues les untamos aceite de bergamota y listo.