Conectarse o no conectarse
El lunes pasado se cayeron a nivel mundial las redes sociales de Marck Zuckerberg (MZ): Facebook, Instagram y Whatsapp, bases de buena parte de la comunicación actual.
Se habló de apagón global de internet, casi casi que del fin del mundo como lo conocemos, como si las redes de MZ fueras las únicas. Antes de que regresara el servicio muchos ya estaban conversando por medio de correo electrónico o hasta de un archivo de texto compartido en la nube. A todo se acostumbra uno, menos a no comer.
Desde el lunes ha habido cortes intermitentes en la red de la F, y esto ha hecho que Zuckerberg pierda miles de millones de dólares, lo que lo ha sacado, por unos días, supongo, de la lista de los cinco más ricos del mundo.
Según los estudiosos del tema, no es imposible que pueda caer el internet completo, como se rumoró en el Y2K. ¿Qué haríamos sin estas vías de comunicación?
Muchos despropósitos y estrés nos han traído “las benditas redes”. Satisfacciones también, sí, pero nuestra dependencia de ellas, el cómo las alimentamos con datos personales y el crecimiento de los algoritmos que “adivinan” nuestros deseos son temas en los que hay que detenerse. Cuando di clase en bachillerato me enteré que ya no estaba de moda el email, que muchos ya solo tenían Facebook. Tuve una alumna que no dejaba de ver su teléfono y por lo mismo tenía malas calificaciones; una vez le ofrecí ponerle un diez ese mes si dejaba su celular por ls dos horas de una clase. Aguantó 20 minutos y dijo que prefería reprobar.
Twitter, la red preferida de los políticos, siguió de pie durante el apagón. Aunque Facebook sigue siendo la más popular, en Twitter es donde se encuentran las declaraciones más directas de mucha gente, quizá por no permitir la edición del contenido ya publicado. (Otra ventaja es que no dice si alguien está en línea, lo que permite leer y enterarse de noticias sin provocar interacción no deseada.)
Y es que en Whatsapp, la interacción entre parejas, grupos de vecinos o de trabajo, excompañeros y colegas puede ser agobiante o “hacer el día”, según quien se encuentre de cada lado de la red y sus reacciones en la vida real. Por “difusión” o grupos, de uno por uno, en texto o videollamada, la red de mensajería mucho ha ayudado a reducir distancias y ausencias, como se hizo más notorio durante la pandemia (que aún no acaba, aunque así lo quieren decretar al estilo de los coaches de vida). Se agradecen los memes de cada día, o hasta los “piolines” y otras formas de desear buenos días o de dar órdenes.
Lo malo, pareciera que no responder de inmediato, a cualquier hora, es inaceptable. Hiperconectados e hiperventilados, y más con el trabajo o clases a distancia. Hoy resulta que el “dejar en visto” es un pecado capital y antes de llamar a alguien hay que mandarle mensaje. Los mensajes de trabajo fuera del horario laboral son una constante queja en las redes.
El apagón sirvió a mucha gente para reiniciarse.
Como todo medio, la redes sirven para propósitos reales, pero también para compartir lo no ético o no legal. Igual han circulado muchos, demasiados bulos sobre productos milagro o supuestas curas del “covit”: hace poco me llegó un video de una supuesta máquina japonesa expendedora de dióxido de cloro. La maquína en ralidad tiene caracteres en chino, no en japonés, y en inglés dice que es un purificador de aire y máquinas. Y así, tantos ejemplos.
Otro rubro es el de los ataques personales. La filtración de capturas de pantalla o audios se ha convertido en una nueva fuente del periodismo actual y como es tan fácil modificar imágenes y audios hay que tener cuidado. Si no ve la noticia en varios medios es probable que haya una intención oculta. Todos tenemos algo de conspiranoia, pero hay que manejarla con cuidado.
Cambiemos de tema. Van solo unos apuntes, que podemos ampliar en charla en vivo o virtual, sobre el Nobel de Literatura 2021, en cuyas apuestas el mexicano Homero Aridjis estaba 25 a 1. Cuando supe que se lo dieron a Abdulrazak Gurnah, un novelista de Tanzania, me dio gusto. Como casi todos de este lado del mundo no lo he leído, y esto amplía posibilidades de conocer otras literaturas. Dado que se lo dieron “por sus retratos intransigentes y apasionados de los efectos del colonialismo”, suena bien. El Premio Nobel de la Paz 2021 es para los periodistas Maria Ressa y Dmitry Muratov, “por denunciar los abusos de poder y la violencia” en Filipinas y Rusia.
Las preguntas vienen después, al saberse que Gurnah escribe en inglés y radica en Inglaterra, mientras las denuncias de los periodistas son en lugares “contrarios” al espíritu del llamado “mundo libre”. Esto no es malo en sí, pero los premios Nobel no son garantía (Cortázar y Borges no lo ganaron, como tanto se ha dicho); como otras instituciones tienen su lado político y se han ido transformando muy lentamente, no siempre por voluntad propia. Como la RAE o Disney, por ejemplo.
¿Cuántos premios Nobel de Literatura recuerdan? ¿A cuántos han leído? ¿Cuántos les han gustado?
Aquí mismo, en San Luis Potosí, en talleres y municipios, hay muchas plumas que deberían ser más conocidas, por su audacia y estilo, por la poesía que no le pide nada a las más famosas. En otros estados igual. Y sí, conozco algunas, las he leído y también se lo debo en parte a las benditas redes.
http://alexandroroque.blogspot.com
Correo: debajodelagua@gmail.com Twitter: @corazontodito
Posdata: si me lee alguien que quiera tomar un taller de creación literaria, modalidad a distancia o presencial, tres horas a la semana por seis semanas, en o desde San Luis Potosí, comuníquese conmigo. Algo hay que hacer de aquí a fin de año. Correo, llamada o redes, antes de que desaparezcan.
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