De carne y hueso

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Parece que el inicio del año fue ayer y ya estamos en fin de semana de carnaval, alistándonos para el miércoles de ceniza. Ay. Y sin embargo todo es música, baile. Suena una samba. Es mover el cuerpo sí o sí. La fiesta antes de la reflexión, la cuaresma, según la liturgia todavía mayoritaria en México. Y no por no ser creyente en cierta fe, o no, desaprovechemos lo significativo de las fechas.

Escribo desde Río de Janeiro, disfrazado, anónimo. Conmemorar es hacer memoria común, recordar es volver a pasar esa memoria por el corazón. Hay mucho por qué detenernos, hacer una pausa para bailar y reflexionar. Reír llorando, diría Garrick, o Peza, o sabe Dios.

En general, no son días para hacer fiesta, es cierto. Demasiado horror todos los días. Pareciera que hay competencia por mostrar lo peor del hombre. No del ser humano, del hombre. No solo en México. Pero de eso se trata: el carnaval es un pretexto popular para el escape de la rutina y el estrés, es ocasión para la burla a los poderosos, para el desquite, para portar otras máscaras. Hay que darnos una tregua, sean minutos o días: no se vale estar en guerra permanente. El carnaval es un desahogo y hay que aprovecharlo. 

«No para siempre en la Tierra, / solo un poco aquí. / Aunque sea de jade se quiebra, / aunque sea de oro se rompe», escribió Nezahualcóyotl. Y sí. Tenemos tan poco tiempo antes de volver a ser polvo, y encima lo malgastamos. Es terrible ver cómo nos esforzamos para que ese lapso, que se va en un suspiro, sea mucho menos, para nosotros o para quienes nos rodean, incluso para quienes pueden llegar después de nosotros. Agredimos sin misericordia a nuestro entorno y a otros seres humanos, hacemos daño y queremos apropiarnos de todo como si nos fuéramos a llevar algo más que nuestro cuerpo. 

La semana pasada algo comentamos sobre el tema. Asesinos de todas las edades y clases socioeconómicas. 95 % de los asesinatos son cometidos por masculinos. La pequeña Fátima fue secuestrada y asesinada por una pareja (según unas versiones debido a un adeudo, otras dicen que la mujer se la entregó como ‘novia’ al marido), mientras la bebé Karol murió por broncoaspiración y su madre la tiró en un baldío para después fingir que había sido robada. En Jalisco hace apenas dos días secuestraron a siete jovencitas. Y que conste, la participación de mujeres no minimiza nada, como quisieran creer algunos congéneres. Es el sistema y urge cambiarlo. Ninguna autoridad ha estado a la altura de la tragedia, de las necesidades de seguridad para las mujeres. 

En lo local, en San Nicolás Tolentino hace unos días una mujer mató a su expareja para impedir más violencia, en Ébano una mujer fue asesinada por su hermano al defender a la hija de ella de una agresión sexual; apenas dos casos de muchos que quizá no llegan a conocerse. Se oyeron ecos del brutal asesinato de Karla, cuyo asesino oficial sigue siendo una puerta, y de casos del colectivo Fe y Esperanza, familiares de decenas y decenas de desaparecidos.

¿Fiesta? En muchos funerales hay mariachis, quizá algo de ‘piquete’ para el café. Por algo se celebran en grande el carnaval, el día de muertos o la semana santa; somos lo religioso y lo pagano. La fiesta se hermana siempre, en lo posible, con el duelo. El carnaval nos permite una cierta desaparición de las diferencias (sociales, físicas) detrás de disfraces y máscaras, y permite que la locura, esa anormalidad social, esa diferencia, aflore ‘casi’ sin etiquetas ni zonas exclusivas. El mundo al revés, como dijo Bajtin (a quien cité hace un año en esta columna, favor de buscar en mi blog en la pestaña de Pulso). La idea es gozar del cuerpo, lo individual, al menos un lapso, antes de volver a la normalidad o de expiar pecados. Sea. Ya después habrá quienes vayan a ponerse una cruz en la frente, para recordar que somos polvo y en polvo nos convertiremos. Como todos. En palabras de Alejandra Pizarnik: 

«Mañana

me vestirán con cenizas al alba,

me llenarán la boca de flores.

Aprenderé a dormir

en la memoria de un muro,

en la respiración de un animal que sueña». 

Nor iremos, pero aprovechemos. De Horas Negras, poema de Antonio Plaza, retomo tres estrofas:

«Histrión a quien el mundo no perdona, héroe de carnaval, mártir maldito, un birrete de loco es mi corona

y por túnica llevo un sambenito.

»Ya no me importa mi dolor presente, ya no me importa mi dolor pasado, el porvenir lo espero indiferente... lo mismo es ser feliz que desgraciado.

»Sólo ambiciono de fastidio yerto, cansado ya de perdurable guerra, el acostarme en mi cajón de muerto dormir en paz debajo de la tierra.»

Vienen los viernes de ceviche o, según las posibilidades, de caviar o de sardina. Ni modo. Hay que regresar a eso que llaman vida normal, pero siempre hay ideas para inventar nuevos puentes, no nos hagamos. Dice un personaje de Vila-Matas: «Interpretar un personaje, Hacerte pasar por lo que no eres. Fingir. El irónico y taimado festival. La gran fiesta de la astucia y de la mascarada. Algún día lo comprenderás». Sea.

Posdata: Están abiertas las inscripciones para el curso Introducción a la Teoría Literaria Feminista, que impartirá mi muy querida y admirada Guadalupe Elías Arriaga en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la UASLP  a partir de marzo. Recomendadísimo. Ya lo decíamos la semana pasada: tenemos que hablar. La literatura y el arte son una de las vías. Allí, con Lupita, se verán «herramientas teo´ricas para acercarse tanto al canon como a voces literarias marginales desde una perspectiva de ge´nero» y «las contribuciones de la cri´tica mexicana y co´mo se han aplicado las diferentes teori´as a nuestra literatura».  Ahí nos vemos.

https://alexandroroque.blogspot.com

Correo: debajodelagua@gmail.com