Comienzo a creer que nada de lo que se diga o haga contra el alcalde de la capital lo va a afectar en su intento para contender por la gubernatura. Pareciera que lo que le digan propios o extraños, amigos o enemigos; consejos o reconveniencias, no le interesa; sólo escucha su voz. Ésta, al parecer, le indica que debe promocionar su imagen, y adelantarse en la campaña electoral, cueste lo que cueste, y pésele a quien le pese.
De ser correcta la apreciación que el periodista Juan José Rodríguez, publicó esta semana en “Las nueve esquinas” respecto a que el corazoncito de Andrés Manuel, late aceleradamente cuando suena el nombre de Xavier Nava, todo podría indicar que éste podría ser candidato de aquel, aunque no necesariamente por Morena, ni tampoco el virtual gobernador.
Me explico: al día de hoy, Navita –el niño fifí que juega a la política– no ha querido afiliarse a partido político alguno, porque nos quiere hacer creer que es ferviente admirador de las candidaturas ciudadanas; sin embargo, creo que la cosa no va por ahí, no lo hace por miedo a ser neutralizado dentro del propio partido al que se afilie.
Consideren ustedes, el PAN se encuentra en manos de un triunvirato que puede presumir de todo, menos de salud mental, este trío en medio de la adulación endogámica, se la pasa en la formulación de elogios mutuos, y haciéndose creer entre ellos, que de ahí saldrá el elegido.
Claro está que el único autoelegido será el que los impuso, y a quien no le importa acabar con su partido, ni pisotear dignidades para alcanzar su candidatura. Pero pensemos que mis especulaciones son producto de alguna mala fumada, y el candidato azul resulta otro. Queda claro que éste, al enfrentarse con Nava, dividirá en alto porcentaje los votos que en origen pudieran dar la victoria a uno, y acercaría más a Morena a la victoria.
La arrogancia de Navita, no le permite darse cuenta –o aceptar– que si llega a ser candidato, no será por sus logros, sino por gracia presidencial, y no porque pueda ganar, sino porque su candidatura será la que debilite a la derecha y al –ya dividido– panismo. Un tonto útil.
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Por más que la oficialidad palaciega presuma que San Luis Potosí es uno de los estados con menor incidencia de virus coronado, creo que hay motivos de alarma; ocupamos el lugar número 23, con más de 2,500 casos acumulados, 455 casos activos, y 123 defunciones.
Pero insisto, salvo la privilegiada burocracia, que aparentemente se mantiene en sus hogares, todos han roto cualquier precaución contra el mal, y se lanzan a las calles como queriendo fundirse amorosamente con el mal. Bancos, mercados, calles, centros comerciales, todo es jolgorio y regocijo, descarada cercanía, y ausencia de medidas preventivas; tapetes sanitarios secos; botellas de alcohol o gel, vacías; toqueteos indiscriminados. Ni qué decir del transporte colectivo, que es la anarquía absoluta; hubiera sido necesario que falleciera a causa del mal el titular de Comunicaciones y Transportes, para que los revisaran de vez en cuando: Susana ahí no existe. Veremos en julio y agosto.
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El jueves atravesaba con andar paquidérmico y despreocupado la calle Manuel José Othón, en el tramo comprendido entre 20 de noviembre y Ponciano Arriaga, cuando al grito de ¡Muévete cabrón!, una camioneta Suburban color blanco, placas UYL-433A, escoltada por una motocicleta con un uniformado –que sonaba el claxon frenéticamente– y por una camioneta Chevrolet, blanca, de doble cabina –sin placas–con al menos cuatro personas adentro, se me fue encima, en un intento por alcanzar a aprovechar el verde del semáforo. Como no lograron su cometido, mis castos oídos tuvieron que recrearse gracias a la sarta de improperios y alusiones familiares con que me obsequiaron, al menos hasta la intersección con Juan Sarabia.
Ayer me enteré que esa camioneta es propiedad de Gilberto Hernández Villafuerte, alcalde del vecino municipio de Soledad de Graciano Sánchez; ignoro si el señor alcalde iba en la camioneta, o sólo su finísimo chofer, y los refinados aide-de-camp que lo escoltaban. De ir en la camioneta, es lamentable que permita que actúen así sus asistentes, ya que es lo mismo que si él hubiera conducido; de no ser así, es una muestra de que el señor no representa autoridad alguna en ese municipio, y su guardia pretoriana suele agredir de esa forma a la ciudadanía, allá y aquí.
Gracias por la lectura; faltan 187 días para que acabe este año que ya acabó.