Esta barca

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El feminismo contiene la más importante innovación social y cultural en el mundo contemporáneo y ha contribuido 

a transformar de manera creativa 

la vida de las mujeres.

Marcela Lagarde y de los Ríos

Es difícil tratar de hablar de las exigencias de las mujeres sin caer en extremos que dividen las opiniones y las percepciones, pero es importante intentar entablar una conversación que nos coloque en planos equivalentes, que eviten el contraste y la confrontación.

Hablar de la historia de la humanidad lleva implícita la necesidad de hablar de la evolución social de hombres y mujeres en cuanto a sus categorías; como sexos diferentes, pero también como colectivos más que diferentes con características particulares que dieron pauta a un ejercicio de calificación.

La reproducción, la capacidad de dar a luz, del embarazo y de la crianza son quizá las más evidentes, misma que definieron una serie de roles sociales tanto para el hombre como para la mujer. Se dio por sentado que las mujeres “estábamos hechas” para la maternidad. 

Y dado que debíamos de permanecer en un sitio a medida que evolucionamos de nómadas a cazadores recolectores, a la sociedad agrícola, se dio también por hecho que TODAS las mujeres debían parir y criar a la prole. 

Un razonamiento lógico de causa -efecto que en su momento se adoptó no sin mencionar que siempre hubo quienes se rebelaran a desempeñar este papel de madres abnegadas.

Pues bien, las sociedades siguieron evolucionando, las guerras, la Gran Depresión y otros acontecimientos llevaron a las mujeres a ocupar los sitios de trabajo tradicionalmente ocupados por los hombres que, por éstas y otras razones, no les permitían estar junto a la familia y ocupar su lugar en las grandes fábricas o en la variedad de trabajos destinados a su sexo.

La fuerza física, la masa muscular, la libertad que adquirían los hombres desde las sociedades más primitivas, fueron modelando su rol: de proveedor principalmente, pero del cual a su vez se derivarían la toma de decisiones, la imposición de reglas y en general un cierto poder para decidir por la mujer y por la descendencia.

Sin embargo, creo que somos parte de un momento histórico en donde el cambio de paradigma se hace necesario: las sociedades como la que hemos construido ya no da cabida a esos antiguos roles en donde el hombre en muchas ocasiones abusaría de su rudeza y fuerza física para imponer su poder. También es cierto que la historia de la humanidad es un mosaico y no podemos generalizar y catalogar a todos los hombres de machos insensibles. Y para demostrarlo tenemos cientos de historias de grandes hombres que han impulsado a las mujeres, a sus compañeras de vida, a sus hijas, a sus madres o hermanas a tener un desarrollo que va un poco más allá de las paredes de un hogar que hoy, ya no tiene las características de antaño.

Insisto en decir que no es posible decir que todos los hombres son abusivos, maltratadores, asesinos, acosadores, ni todas las mujeres están destinadas a la crianza o a la maternidad, ni solo es propiedad de las mujeres la empatía o el virtuosismo para armonizar la vida en familia.

Creo que necesitamos construir puntos de encuentro desde la conversación hasta el terreno de las acciones. Creo que debemos todos, hombres y mujeres, respetar el dolor de las víctimas fatales de los asesinatos a niñas y mujeres, de la misma manera que respetamos a todos los seres humanos.

Creo que la exigencia debe ir hacia las autoridades y sus formas de hacer cumplir la ley y ejercer la justicia. Creo que el aparato de seguridad defectuoso ha dado pie al crecimiento de este tipo de crímenes, pero también es cierto que la humanidad ha perdido el rumbo, en cuanto al tema de respeto por la vida se refiere.

Creo que debemos hacer sentir la voz de las mujeres, de los hombres que han perdido hijas, hermanas, madres que fueron “levantadas”, desaparecidas, mutiladas, asesinadas, violadas y vejadas de cualquier forma.

Creo en verdad que es un asunto de hombres y mujeres serios. Un asunto de toda la humanidad, un asunto que la autoridad debe medir con cuidado para que no explote más de lo que ya vemos. Creo que las políticas sociales deben dejar a un lado el clientelismo y hacer lo que han prometido de por vida, desde que se inventaron las candidaturas y el anhelo de democracia que hoy vivimos.

Somos pasajeros de este barco que compartimos en el tiempo y en este espacio y que habrá de llegar a su destino antes de que los motines o un mal capitán nos lleve a la deriva.