Fuga

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Me fugo en la imágenes de Arno Rafael Minkkinen, fotógrafo finlandés y estadounidense (Helsinki en 1945) que durante más de veinte años ha viajado por el mundo para sacarse fotos integrando su cuerpo en el paisaje, mimetizándose con él, en lo que refleja un ejercicio para formar parte de una composición, que sin él pareciera incompleta.

Lo descubrí hoy en uno de esos sitios en donde después de navegar por los acontecimientos del mundo que hablan de guerra, hambre, corrupción, desigualdad y pobreza, es posible encontrar un oasis virtual en donde descansar la mente a través de la vista.

Esos acontecimientos que no hacen más reafirmar nuestra autodegradación como especie, integrantes de una cadena de vida en donde nos comemos unos a otros nada más porque sí, nada más por tener, nada más porque nomás no le encontramos sentido a la vida.

Arno Rafael Minkkinen es un nombre pecualiar; un nombre impensable desde el mundo latino, difícil de retener para nuestros esquemas linguísticos sin que eso impida dejarnos atrapar por la foto blanco y negro que trae consigo una poética que no todos logran conseguir con este recurso técnico.

Sin enigmas aparentes, decide ser parte del paisaje que elige para transformarlo con su obturador y su presencia.

Lo adivinamos con solo ver sus dedos o parte de sus extremidades. No modela, no protagoniza, mas crea misterio y silencio que el blanco y negro evocan. Es un viaje al pasado en el mundo del presente. Es la huella humana en la naturaleza de una selva o un desierto.

Quisiera desparecer los demás encabezados periodísticos y suplirmos con las placas de Arno Rafael; pedirle al mundo que deje de moverse, de producir sucesos caóticos, de convocar tragedias, de hacer negocios de las mismas. Pero el mundo seguirá su curso y la gente sus tendencias depredadoras, contaminado con unicel las alcantarillas de sus calles o con bolsas de plástico y pañales en los basureros.

Pero si usted lector se cansa como yo del mundo y de su propia especie, termine de leer y visite el sitio que lleva el nombre de este viajero finlandés que tiene la fortuna de fundirse no solo en la imagen, sino sumergirse para volverse lago, trópico, arena o viento sin otra herramienta que sus dedos y la rapidez para llegar a tiempo, justo cuando el temporizador de la cámara agote los segundos previamente determinados.

Increíble volverse parte del espacio y el tiempo, en un código en dónde los nombres de carteles, familias o partidos no tienen cabida. Ahí en donde el hombre es solamente un elemento más de la creación universal.