La situación generada por el virus coronado –lo señaló muy acertadamente Juan José Rodríguez en Las Nueve Esquinas del pasado jueves–, vino a disminuir la angustia del rector de la UASLP. Los acontecimientos de los últimos días le restaban autoridad en el seno de la comunidad universitaria, al tiempo que le complicaban su intervención directa en el proceso sucesorio.
Ignoro si el arquitecto Villar visite en el templo contiguo al edificio central a santa Eduviges, patrona de insolventes; a san Judas Tadeo, patrono de causas perdidas; o de plano le encendió una veladora al demonio para que le abrieran el zarzal en el que se había metido. Ya no veía lo duro, sino lo tupido, en mínima parte gracias a las feministas, y en la mayor a su pazguatéz.
Así que no nos sorprendamos si en algunos días aparece el secretario general de la institución –ese que firma como rotulista– para decir que siempre sí se suma a la contienda por la Rectoría, y demuestra lo que era más que evidente: Aguilar Robledo sólo era una marmota que buscaba restarle votos a Zermeño. Benditas pandemias.
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En esta semana otro curioso evento tuvo lugar en el mismo edificio central, un grupo de “indígenas mazahuas, mixtecos, otomíes, tének y triquis” se manifestaron solicitando la destitución del doctor Guillermo Luévano Bustamante, profesor investigador de la Facultad de Derecho, y coordinador de la Clínica de Litigio Estratégico de la Maestría en Derechos Humanos, quien –afirmaron– dice representarlos.
El asunto, si bien pareciera derivar de la inconformidad de algunas personas que forman parte de los grupos indígenas que habitan en la ciudad, creo que tiene un trasfondo mayor, que apunta directamente hacia Palacio Municipal. Casi me atrevo a asegurar que ahí fue montado todo el sainete.
Por partes. En nuestro estado existen tres pueblos indígenas: nahua, pame o xi’oi, y huasteco o tének; sin embargo, otros grupos indígenas, provenientes de otras regiones de nuestro país, se han establecido en diversas ciudades del estado, entre ellas la capital. Para estos grupos se cuenta, de manera específica, con una legislación que les reconoce sus usos y costumbres, el derecho a una instancia jurisdiccional propia; así como a elegir a sus representantes.
El artículo cuarto de la ley que reglamenta el artículo noveno de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de San Luis Potosí, señala que las ciudades con población indígena, deben contar con una Unidad de Atención a Pueblos Indígenas, instancia con la que no contaba la capital. Por este motivo, las comunidades Mazahua y Mixteca Baja, que radican en esta ciudad, promovieron un amparo, para que el Ayuntamiento procediera a constituir esa Unidad. El juez octavo de Distrito, resolvió en su favor.
Así, el actual Ayuntamiento se vio obligado a acatar la resolución, pero no como manda la ley, sino a su gusto –ya ven que luego el alcalde al igual que a ya saben quién, sólo le gusta escuchar su voz–, y en vez de publicar una convocatoria como se debería: acordada con los grupos, en sus propias lenguas, y mediante asambleas para cada una de las comunidades; la dio por hacer invitaciones casi como la de los XV años de Rubí, para quien gustara y en especial a sus amigos.
Luego de que el alcalde Nava, impusiera como titular de la Unidad, las dos comunidades ya referidas, por no haber sido consultadas, solicitaron de nueva cuenta un amparo a un Juzgado de Distrito, y promovieron un juicio para la protección de los derechos político-electorales de los ciudadanos, ante el Tribunal Electoral de San Luis Potosí. Ambas resoluciones se encuentran en trámite.
En todos los casos, quien ha llevado la representación legal de los indígenas, ha sido el abogado Guillermo Luévano Bustamante. Abro un largo paréntesis para señalar que el doctor Luévano –de quien me precio ser amigo– ha destacado notablemente en el campo de los Derechos Humanos, dedicándose a defender derechos de las mujeres; matrimonios igualitarios; regularización de migrantes; derechos de la juventud. De manera concreta logró una resolución laboral favorable a los jornaleros mixtecos accidentados en 2014, en el altiplano; recuerdo, también, el logro de una suspensión definitiva a favor de una comunidad huasteca, afectada por una obra energética.
Mientras tanto, la Comisión Estatal de Derechos Humanos –que parece no simpatizar mucho al alcalde– señaló que el Ayuntamiento no hizo bien las cosas. A su favor la instancia municipal señaló que sí hubo consulta, y que ésta estuvo concurrida por mazahuas, mixtecos, nahuas, tének, y guachichiles.
Sorpresa mayúscula causaría a cualquier antropólogo (social o físico), arqueólogo, etnólogo, historiador, y etnohistoriador, saber que en San Luis Potosí existe un grupo indígena al que se creía extinto hace más de tres siglos. No alcanzo a comprender la imbecilidad mayúscula del secretario del Ayuntamiento (e incluso del propio alcalde, por sostener a un imbécil que no hace otra cosa que meterlo en problemas) como para aceptar el pase de un documento que asienta tal dislate. Digo, queda claro que no son historiadores, pero al menos deberían asesorarse por especialistas en el tema indígena.
Miren ustedes, no soy especialista en el tema, pero cualquiera que conozca medianamente la historia de San Luis, y haya leído algunos libros, sabrá que esa filiación étnica es imposible de sostener. Me explico: para fines de la primera mitad del siglo XVII, no existía ya presencia de guachichiles en la zona ni en la región; de ello dan cuenta algunos cronistas de época, y con posterioridad lo señalaron historiadores como Primo Feliciano Velázquez, Rafael Montejano, Phillip Powell, y Francoise Rodríguez–Loubert, por referir algunos.
Reflexiono, y considero que etnológica e historiográficamente es imposible sostener la existencia de los guachichiles; sin embargo, sociológicamente los potosinos observamos algunos de sus patrones conductuales: seguimos atacando en grupos, por la espalda y emprendemos la huída.
Gracias por su lectura, nos leemos el próximo sábado; mientras tanto practiquen su alejamiento social, propios de la cuaresma y de los tiempos del virus con corona.