Hocus-Pocus

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Cuántos de nosotros no hemos recurrido a refranes y frases troqueladas por supuestas hechiceras, magos y brujas; esos artilugios verbales que como muletillas nos sirven de apoyo en momentos de zozobra, coraje, o bien por simple diversión. Yo, por ejemplo, cada vez que pierdo algo, invoco en voz alta a una santa Brígida, quien a decir de una comadre, permite encuentres “lo perdido”.

Las historias para niños, al menos las de mi infancia, están inundadas de esas expresiones que en su momento nos poníaan a temblar al mismo tiempo que nos llenaban de gran emoción. Seguro muchos recuerdan el estribillo que entre los niños se escuchaba y que hiciera popular Walt Disney. Aquel que con “melosa melodía” se podía escuchar en voz del hada madrina de la Cenicienta: “Salacadula, chalchicomula, Bibidi Babidi Bu, Siete palabras de magia que son: Bibidi Babidi Bu”.  

Sería Mary Poppins, quien de niños nos mostraba ese mundo mágico que guardaba en su maletín en donde era posible encontrar cualquier cosa, desde un paraguas, hasta una lámpara. Su compañero el deshollinador -personaje del gran Dick Van Dyke- tendría un papel estelar en aquellas escenas con pingüinos y arcoíris en un inolvidable parque británico. El “supercalifragilisticoespialidoso” se nos pegaría en la memoria y en lo labios; soñaríamos con ese trabalenguas escrito por los hermanos Sherman, que “no venía siendo otra cosa que un cóctel molotov de un montón de adjetivos sin sentido: “súper, cálido, frágil, místico, especial y melodioso”. Palabras que antojan.

Nos damos cuenta cómo la creencia en las palabras que se pronuncian bajo ciertas circunstancias, con determinación y convicción, además de una fuerte intención son capaces de provocar y traer a la realidad, cualquier cosa que podamos imaginar o desear. Ya Merlín con su “Hocus Pocus” convertiría a Grillo en ardilla y a su vez, Madam Mim lo tranformaría en pajarillo para comérselo convertida ella en gato.

Las palabras mágicas tienen, al menos en las leyendas y cuentos, el poder de obtener cualquier cosa, estar en cualquier lugar, convertirnos en cualquier criatura y vivir las experiencias más increíbles como podemos ver en películas o libros como Aladino, Harry Potter, El Señor de los anillos y Brujas.

Una de las palabras mágicas más conocidos es sin duda Abracadabra, término que según algunos sitios en internet se ha utilizado “siempre, para atraer a los espíritus benevolentes que protegen contra enfermedades, en virtud de la creencia curativa que se otorgaba en la antigüedad a ciertas palabras que terminarían por llamarse mágicas”. Estos espíritus benevolentes estarían dentro del repertorio de quienes se dedicaban a la magia y que se distinguen de otros conjuros, precisamente por servir a nobles intenciones.

Hay quienes encuentran en la oración las palabras que devuelvan la fortuna a las familias y a todos los que sienten la amenaza de lo que el virus ha traído consigo. Para otros son la meditación o la repetición de mantras, el medio para entrar en una vibración que atraiga ese estado. Otros, simplemente se muestran escépticos y se pasean sin protección alguna señalando a los gobiernos como los responsables de este desmoronamiento social y de salud.

Hoy, que nos encontramos en circunstancias difíciles quisiéramos tener uno de esos conjuros y palabras milagrosas que nos llevaran de nuevo a la convivencia cara a cara sin el temor al contagio, la muerte o la pérdida del sustento que permite vivir en esta sociedad.

Quizá en mucho tiempo no nos hemos visto hermanados como humanidad, buscando los mismos objetivos y albergando las mismas esperanzas.

Y si bien no hay un “ábrete Sésamo” o un “Hocus Pocus” que nos liberen de esta circunstancia, sí creo que modelamos parte de nuestra realidad con lo que configuramos como nuestro vocabulario. Esa fatalidad que ya se ha hecho material está aquí y no se puede negar, más creo que en la medida que repitamos y sintonicemos con ella, minará nuestro estado ánimo y por tanto nuestra fuerza y las posibilidades para crear soluciones.

Por ello, elijo ver menos noticias, exponerme con menos frecuencia a los discursos fatalistas, sin que ello signifique desinformarme. No creo que el contacto constante con los encabezados noticiosos sean lo que debe nutrir nuestras conversaciones y sí creo que podemos aprovechar para descubrir dentro, ahora que tenemos la oportunidad, “nuevas palabras” que nos lleven a nuevas realidades y nuevas circunstancias.

El progreso o el retroceso del hombre se engendra en la mente, en la imaginación o en la fantasía de todos aquellos que se han adelantado a su tiempo. Quizás más personas sintonizando en frecuencias más elevadas, en frecuencias que no se asocien al miedo, al caos, al control, podamos sortear este momento.

Ya estoy buscando mis propias palabras mágicas