Lo mental es social

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Caso 1: un niño 11 años llega a la escuela secundaria, saca un arma de su mochila y dispara contra una maestra, contra sus compañeros, se dispara; no fue en otro país, de nuevo fue en México, en el mejor colegio privado de Torreón, para ser precisos. Caso 2: el presidente de un país decide que puede mandar matar a un funcionario de otro país y alega que fue en defensa propia. 

La muerte es el rostro más visible de la violencia, que al permear tantos aspectos de nuestra vida se ha normalizado y hasta romantizado en comportamientos que no son nada saludables, ni para uno ni para otro. Mucho actos agresivos son cometidos por desconocidos, pero hay una mayoría donde el agresor es la pareja, un familiar, un compañero de trabajo. Toleramos y hasta justificamos patrones de conducta que son indicadores de peligro envueltos en ideas de amor, familia o amistad. Cuesta a veces darse cuenta, nos negamos, pero deberíamos estar más atentos a la preservación, a la salud mental.

Contra mujeres, contra empleados, contra periodistas, contra niños, contra los que son raros, contra el que nos ve feo… Por escrito, en las redes sociales o a grito pelón, con las manos o un arma, la cosa es atacar. En la calle cualquiera se siente con derecho de piropear a una mujer, de echarle encima el carro a alguien, de estacionarse donde quiera, de gritar lo más hiriente que se le ocurra, de meterse en contra o golpear al que reclama. La violencia también son gestos, palabras de desdén o menosprecio para socavar la autoestima del otro. El asesinato se suma a lesiones cuya gravedad puede ser juzgada como menor por las autoridades, pero también están el acoso, el suicidio, la violación, el miedo a asistir a ciertos lugares o simplemente a «fallarle» a alguien.

Quizá sí, todos podemos caer en la violencia si las condiciones son propicias, como muestra el experimento de Stanford, donde un grupo de personas hacía de carceleros y otros de prisioneros. Conforme avanzaba el experimento el sentimiento de poder o de venganza se apoderaba de unos y de otros, con resultados que han sido retratatados en películas y series de televisión.

Algo similar lo llevó a cabo Marina Abramovic en 1974. Fue en la galería Studio Morra de Nápoles, con el performance «Rhythm O». Puso objetos de todo tipo (divididos en placer y dolor) en una mesa, se colocó al centro de la galería en silencio y sin moverse, mientras dejaba que un letrero hiciera el resto: «Pueden hacerme lo que quieran. Soy un objeto. Me hago responsable de todo lo que pueda suceder en este espacio de tiempo. Seis horas. De 20 a 2hs». Hubo quien la cortó, le desgarraron la ropa, le hicieron tomar poses humillantes, le colocaron una pistola en la mano e hicieron que se apuntara.

Hay sicarios que por 5 mil pesos quitan una vida, hay quienes por celos o una mirada son capaces de herir. Pero en el caso del niño mencionado al principio, de quien circulan en redes versiones de que su padre lo abandonó y su madre murió meses antes, ¿cómo es que se da esa idea de matar?

La «normalidad» es muy relativa, y por eso es tan importante hablar desde la infancia de salud mental. La ira, la destrucción, el boicot, la agresión, son parte de un caos siempre a punto de emerger.

En la mayoría de los casos, la violencia física ni siquiera se denuncia, y si se denuncia no se abre el caso, y si se abre se desestima o el culpable huye o se ampara. Es doblemente violento cuando un caso de violencia de género, por ejemplo, es desechado por ser considerado «problema intrafamiliar». Las cifras se esconden, se minimizan. La reapertura del caso de Karla P, asesinada en un antro de San Luis Potosí, puede ser punta de lanza, pero se necesita que las autoridades pongan verdadero interés y armen bien los casos.

Por esos y otros casos es tan importante dejar de lado el estigma de ir «al loquero», de buscar ayuda profesional. Por temor al qué dirán muchos no vamos con un especialista hasta que el dolor nos retuerce. A veces ni así. El cerebro y sus procesos son parte de los órganos «pudendos», como los sexuales, el colon o la uretra, y hay muchos prejuicios para aceptar que estamos mal. No es fácil, y lo sé por experiencia propia.

A la hora de buscar causas, políticos y opinadores de varia calaña explican esta violencia, la justifican, se lavan las manos. Se atribuye a problemas intrafamiliares o se sigue hablando de crímenes pasionales. Se publicó que los padres de familia del colegio donde ocurrió la tragedia se negaron meses antes a la rebisión institucional de mochilas. No suele ser una sola causa, nada es tan sencillo en la mente humana.

El gobernador de Coahuila culpó a un videojuego, como en otras ocasiones se ha culpado a videojuegos, películas o libros. El guardián entre el centeno de J. D. Salinger ha estado en ese caso. Las telenovelas, series y hasta programas «cómicos» suelen tener más violencia que los videojuegos. Nada es tan simple a la hora de esos estallidos, donde alguien decide que puede actuar como un personaje oscuro. Estudios varios han señalado que los videojuegos pueden tener consecuencias, pero no son la causa.

Conozco muchos casos, algunos cercanos, de depresión, de suicidio, de ataques de pánico, de crisis violentas. Hay muchas causas y deberíamos poder ayudarnos. No bastan, e incluso molestan, las frases hechas, el llamado «echaleganismo». Muchos agreden verbalmente y luego dicen no acordarse, o incluso proyectan sus propios problemas psicológicos y agudizan la situación ya complicada de alguien con un problema mental.

Decía Rosario Castellanos: «La oscuridad engendra la violencia / y la violencia pide oscuridad / para cuajar el crimen». 

En Twitter, muchas opiniones, de las cuales comparto unas cuantas, además de que aconsejo seguirlos, como a la etiqueta #comandopsycho. Lydiette Carrión escribió: «La violencia es de inicio estructural. Implica desequilibrio de poder, sometimiento y desigualdad. Historias terribles como la de hoy deben mirarse y analizarse desde ahí, sin miedo, con compasión pero con análisis profundo. De otro modo no podremos prevenir».

Emmanuel Sarmiento: «Este acto de homicidio y suicidio de un menor de edad debe de servir para prevenir que pase de nuevo. Programas de salud mental escolar y deporte, contratación de psicólogos o psiquiatras y programas de trabajo social que evalúen la situación familiar». 

Jesús Ramírez-Bermudez: «A muchas personas, con poca o mucha educación escolar, les encanta creer que las enfermedades siempre son resultado de “malos pensamientos”, “mal karma”, “mal manejo de emociones”, “constructos occidentales”, “mala alineación energética”, “el cerco capitalista”». Y añade: «Hay una biología de la agresividad, pero esto sólo es una pieza del rompecabezas global de la violencia. Es probable que las variables sociales tengan un peso mucho mayor. Argumento: las variaciones drásticas en las tasas de homicidio entre países, y a lo largo del tiempo».

En San Luis Potosí tenemos la clínica Everardo Neumann, ubicada en la Carretera a Matehuala número 8, Fraccion los Olivos, en Soledad de Graciano Sánchez; su teléfono es 4441009250. Está el Temazcalli, dependencia del DIF especializada en tratamiento de adicciones, y el Centro Integral de Salud Mental (Cisame), con teléfono 4448159477. Tenemos grandes especialistas en psicología, psiquiatría y neurología, algunos con tarifas muy accesibles. No lo dejemos pasar. A veces se necesitan años para simplemente saber qué es lo que tiene alguien, para saber si hay cura o al menos control médico de por vida. 

Es terrible que pasen incluso décadas antes de ir por un diagnóstico, o darse cuenta de que ya no hay nada qué hacer.

Como escribió Nassib Nicholas Taleb: 

«Los neurológos saben que nuestro cerebro está programado para tener el control de todo lo que sucede. Sin embargo, lo cierto es que nuestro cerebro está literalmente a oscuras, escondido bajo la cavidad craneal, y el único contacto que tiene del exterior es a través de órganos imperfectos, bien sea la vista, el tacto, el sentido olfativo o el gusto. Y puesto que nuestro cerebro está programado para controlarlo todo y debido a lo imperfecto de las percepciones que llegan a él, elucubra lo que puede, creando modelos abstractos de la realidad, que a veces no tienen porqué coincidir con la realidad misma...»

Hay que exigir que los tratamientos mentales, psicológicos y neurológicos, sean parte de la canasta básica de tratamientos. Debe haber apoyo en escuelas y lugares de trabajo, desde tratamiento del estrés o depresión hasta cuestiones neurológicas. Ahora que el gobierno quiere poner sus propios bancos en todo el país, no estaría mal que aproveche para acompañarlos con consultorios psicológicos. 

Preocupémonos más por la salud mental, que no nos dé miedo pedir apoyo. Tratar de conocernos y a la vez estar alerta ante las señales de peligro. Hay trastornos, problemas físicos o conductuales que dejamos pasar hasta que pasa algo. Si buscamos ayuda profesional a tiempo se pueden evitar problemas a la persona y a quienes la rodean. En lo mental como en lo físico, un diagnóstico temprano puede hacer la diferencia.

Un propósito de año nuevo debería ser tener (o recuperar) salud mental.

Posdata: El próximo 18 de enero comenzamos un nuevo ciclo del taller de Iniciación a la Escritura en el Centro de las Artes de San Luis Potosí. Doce sábados de 11 am a 2 pm. En la primera sesión, como habíamos dicho, se sorteará un reembolso de 100 % entre quienes se inscriban. Esperemos tener un taller extra los martes, quizá de 5 a 8, en un café. Mayores informes por correo o en Twitter.