María Tifoidea

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Compré dátil deshuesado a mitad de precio. La fruta en descuento apareció justo cuando la nostalgia me llevaba a un restaurancito de comida árabe en la calle de Madrid, en Coyoacán. Encontramos el lugar hace un par de años, andando por el rumbo con hambre. A alguien de mis colegas  se le ocurrió buscar en Google Maps un lugar para comer cercano que nos permitiera regresar a  trabajar un par de horas después. Ahí apareció este pequeño espacio, a cinco cuadras de donde estábamos. El lugar resultó ofrecer una verdadera explosión de sabores en la boca (Marcos dixit). Meses después, durante el fin de semana de mi examen de doctorado fuimos en familia y resultó que no solo yo encontraba la comida fabulosa, sino que el Club de la Testosterona se unió conmigo en una de las mejores comelitonas que hemos gozado. El broche de oro fue una especie de pay de dátil con nuez que me hizo descubrir que a pesar de su desafortunado parecido con las cucarachas, la fruta ofrece un sabor capaz de transportar a cualquiera hasta exóticos y desérticos destinos. 

La cuarentena me ha hecho recordar sabores de otros tiempos y esta vez, ese pay estaba rondándome como espíritu en pena. Encontré una receta que pudiera recordar en algo aquella delicia chilanga y como si aquello estuviese predestinado a suceder, Soriana puso frente a mí dátiles en descuento. La vida sigue llena de pequeñas alegrías. 

Mientras amasaba y batía, vino a la mente una de esas presencias epidémicas de otros tiempos: Mary Mallon, una irlandesa nacida en 1869 que muy joven abandonó su tierra natal para perseguir el sueño americano. Mary era cocinera y trabajaba en el área de Nueva York. Su cocina era bien solicitada por varias familias, que de 1900 a 1907, gozaron de las delicias preparadas por Mary. Sin embargo, la cocinera era escurridiza. No se quedaba en una sola casa y no era porque tuviera un espíritu nómada, sino porque curiosamente, casa en a la que llegaba, familia que se enfermaba de tifoidea. Mary estaba aparentemente sana, así que desaparecía sin despertar sospechas, pero llegaba a un nuevo hogar, cocinaba y ¡zaz! La enfermedad llegaba… hasta que la familia de una de las víctimas contrató a un detective de nombre George Soper, quien indagando encontró que no sólo el pariente de su cliente había enfermado, sino que por lo menos otras siete familias más de la zona habían tenido tifoidea. El eslabón común, era Mary Mallon. Así, después de una serie de acciones legales, Mary fue obligada a quedarse en cuarentena, hasta que desesperada demandó al estado de Nueva York. Su caso fue ampliamente cubierto por la prensa, quien la apodó Mary Tifoidea. La presión mediática hizo que la autoridad terminara levantándole la restricción, siempre y cuando no volviera a trabajar como cocinera; sin embargo, la cobertura mediática resultó un arma de doble filo: nadie le quería dar trabajo. Así, decidió mantenerse en un bajo perfil y cambiar de identidad frecuentemente. Acabó volviendo a la misma actividad: trabajó como cocinera en varios lugares, incluyendo, imperdonablemente, el comedor de un hospital. Nadie está seguro sobre cuántas personas enfermaron por su culpa, pero el número no baja de 50, entre los cuales hubo por lo menos 3 muertes. Tiempo después fue descubierta y encerrada por 23 años en una cuarentena perpetua, hasta que murió a los 69 años, de un infarto. Siempre fue asintomática.

Caí en la cuenta de que debería tener pensamientos más alegres cuando cocino, pero no. Mi mente funciona extraño cortando dátiles. Instantáneamente fui y me lavé las manos por novena vez. No vaya siendo que alguien me apode Yolanda Covid.