Necesitamos de todos

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Escribo desde el respeto a todas las posturas. Pero principalmente a quienes sufren en carne propia las consecuencias y el daño irreparable de agresiones, violaciones y asesinatos contra mujeres.

Las mujeres no importamos más que los hombres, los ancianos o los niños, pero históricamente conformamos un  estrato cultural en desventaja con nuestros compañeros los hombres. 

Las mujeres hemos estado en una clasificación diferente a la de los varones porque algunos decidieron que pertenecíamos a una especie diferente de la humana. Olvidando que nuestro valor está dado por el hecho de ser un ser humano o un ser viviente.

Con el desarrollo de la civilización, el acceso a la cultura y el crecimiento demográfico, las mujeres recobramos parte  del terreno que por naturaleza nos pertenece, en circunstancias equivalentes a la de los hombres. 

Ser mujer, históricamente no ha sido fácil: el sometimiento, la obediencia, el silencio, la docilidad, el servilismo, la compañía, el cuidado y más, son características que se otorgaron “naturalmente “a las mujeres. A lo anterior habría que añadir la excelencia en las labores domésticas, la economía familiar y aquello que fuera necesario para mantener el equilibrio en las familias con costo a su salud, emocional y física que dicho sea de paso, nunca ha tenido la relevancia necesaria por los “daños colaterales” que esto implica en la dinámica familiar.

Sí. Las mujeres se han convertido el día de hoy en un pilar económico en términos generales, además de seguir siendo el pilar emocional de quienes están bajo su cuidado (hijos, esposo, padres, etc.). A pesar de ser el sexo débil se le ha relegado la carga casi total del balance en las relaciones familiares.

Las mujeres, a conveniencia de muchos varones, han sido tachadas de locas, inestables, ligeras y más, sin embargo en otros momentos son quienes con su trabajo hacen posible los estudios de los hijos, su cuidado físico y muchas veces la manutención de un hombre poco capaz para responsabilizarse.

Somos seres humanos como los hombres, con características diferentes en cuanto al físico -basta vernos en el espejo- que vivimos y trabajamos buscando el bienestar personal y de nuestras familias, al igual que lo quisieran ellos.

Siento que la polémica en este tema tiene demasiadas aristas pero quisiera puntualizar aquello que siento, podría contribuir a un mejor entendimiento y una atención a problemas específicos de nuestra condición como mujeres:

Un sistema legal y judicial honesto que atienda de forma responsable los delitos en este sector de la sociedad.

Un acompañamiento a través de la educación que nos libere de las conductas machistas que llevan a la violencia ejercida a través de la fuerza por los varones.

Una autoridad empática que escuche, atienda y resuelva las demandas de la sociedad en relación a la violencia de género.

Un cambio de paradigma sobre los roles femeninos y masculinos.

Un sistema que no eduque en el machismo

Un sistema laboral justo, que califique de manera equitativa el desempeño de hombres y mujeres y que no descalifique o disminuya el ingreso por el hecho de ser mujer.

Una infraestructura social-pública que apoye con estancias infantiles y otras necesidades a las madres trabajadoras.

Un esquema de vida en pareja que reparta los ingresos de ambos, en partes y derechos iguales, cuando la madre atiende a la familia y no trabaje fuera de casa

Una comprensión de parte de los hombres sobre las condiciones alrededor de la maternidad, la crianza y el sostén de los hijos.

Un sistema de salud profesional para problemas o enfermedades específicas de las mujeres.

Un posicionamiento desde las figuras de poder que manifiesten el respeto a las mujeres no solamente en el discurso sino a través de acciones y políticas sociales que contribuyan al bienestar de las mujeres y por lo tanto de las familias.

En lo personal no creo que esto sea declarar la guerra a los hombres.

Más bien creo que así como las mujeres han escalado una dimensión fuera de las paredes del hogar, es la oportunidad de los hombres para entrar en una nueva dimensión en su relación con las mujeres.

Ni todos los hombres son violadores, ni todas las mujeres son víctimas, sin embargo las cifras nos demuestran que somos un grupo muy vulnerable y que para salir de ello se requiere una participación activa y positiva no tan solo de las mujeres sino también de quienes nos acompañan en las vida, como padres, esposos, hijos, amigos, hermanos: los hombres.

Yo quiero pedirles empatía, capacidad de escucha, solidaridad. Todos  nacimos de la relación de un hombre y una mujer, eso nos da el mismo valor, y nos provoca el mismo respeto por ambos sexos. 

Estamos en un momento crucial e histórico que necesita del valor masculino para atender las demandas femeninas. No hagamos frentes opuestos, unamos fuerzas para lograr vivir en una sociedad más sana, menos enferma, más amigable, más confiable, En donde la fuerza del hombre y el valor de las mujeres, estén al servicio del bienestar social y no en su detrimento.

Los necesitamos a todos.