Seamos un clan

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Tenemos una cita impostergable con lo desconocido.

En nuestra cabeza, bailan y hacen acrobacias historias de ficción coleccionadas desde la infancia, sobre acontecimientos inéditos e inesperados que afectan la vida de quienes habitamos el planeta. De esas coreografías cerebrales nos vienen a la cabeza escenas y escenarios de posibles hechos que serán un problema de un momento a otro… nuestra mente persigue la búsqueda de soluciones de algo que ni siquiera sabemos cómo se desarrollará en nuestra comunidad.

Todos tenemos miedo en diferentes proporciones y dimensiones. Miedo de amanecer en el silencio y la soledad de las calles con las puertas de los supermercados o las farmacias cerradas, con los hospitales rebasados y el personal médico enfermo. Todos hemos escuchado o visto alguna película sobre el tema en cuestión, pero nunca imaginamos que seríamos protagonistas de una historia que se escribe en las rodillas de las horas; del tiempo que avanza con sus soldados contando minutos y segundos dentro de los cuales se multiplican los casos y crece la psicosis entre todos nosotros.

Por supuesto que nadie tiene “la solución”. Sin embargo, hay mentes y espíritus más prudentes, sensatos, buenos mediadores entre nosotros y la amenaza invisible de quedarnos sin abasto de alimentos o medicamentos.

Al escucharlos nos regalan cierta paz que de inmediato se pierde con el último mensaje en nuestros celulares o el cierre del noticiero que actualiza cifras y tendencias.

Quisiera que todos intentáramos imitar esa prudencia y seguir los consejos y el ejemplo de los países que no han hecho caso a tiempo y de los que sí.

Si no hay protocolos oficiales aún, que el sentido común, nos lleve a aislarnos y a esperar en casa que el problema se disipe. Ayudemos mostrando la civilidad necesaria que quizá sea la herramienta que nos permitirá sobrevivir con salud mental además de corporal, este asunto insólito que tenemos frente a nosotros.

Yo tengo miedo y no. Tengo menos temor del virus que de la conducta que podamos desarrollar al sentir la desesperación que este “paro” nos traerá. Muchos habrán podido hacer reservas de alimentos y de otras cosas de primera necesidad, pero muchos quizá solo tengan para el siguiente o los primeros días de la semana. Por ello los que estemos en mejores posibilidades, ojalá sintamos que el bien común trae consigo el bien individual y que no se puede vivir en una cueva con todas las necesidades cubiertas sin hacer conciencia de la necesidad de los vecinos o los menos favorecidos.

Estoy segura que todos podemos encontrar dentro de cada uno la forma como poder sobrellevar esto y además, ayudar en la medida de lo posible a quien lo necesite.

No perdamos la oportunidad de dignificarnos como individuos y como clan. Seamos la sociedad que tanto esperamos tener que no se puede construir sin nuestro protagonismo.  Hagamos de esta ficción una historia basada en hechos reales con un final feliz que sea posible contar, de la misma manera que grandes autores lo hicieron a través de las narraciones surgidas en medio de la Peste fatal que asolara Europa en su momento.

Esperemos poder narrar esto como una aventura, casi como una epopeya en la que cada quien contribuyó de alguna manera a salvar vidas; la de los demás y la nuestra.