Mucho angustió a algunos potosinos las declaraciones y calificativos que utilizó la diputada federal Dolores Padierna, para referirse a un legislador federal potosino: Xavier Azuara es de ultraderecha, también tenemos que pensar en eso, porque si fuera un panista digamos… porque hay panistas de larga trayectoria, patriotas, hay gente buena en el PAN, pero ponen a un casi nazi, pues no… porque entonces sí se pone en riesgo la cuarta transformación.”
Lo expresado vino luego de que se hiciera público el nombre de nuestro paisano, como propuesta de la fracción panista, para presidir la mesa directiva de la Cámara de Diputados.
Desde luego que esto indignó no sólo a los panistas sino también a muchos potosinos, quienes pronto etiquetaron a la legisladora morenista de intolerante. Y sí, la señora –al igual que muchos morenistas– lo es. Además, la llamada cuarta transformación ya está en riesgo desde hace tiempo, y no por el PAN o el PRI (del PRD no nos ocupamos porque es un cadáver putrefacto), sino por ellos mismos, los cuatroteistas.
En esta ocasión sin embargo, es de aplaudirse la oposición para que Azuara presida la Cámara. En realidad nuestro otro Xavier, porque tenemos dos muy notables, encarna el conservadurismo y el doble moralismo tan propio de los potosinos. Así, me sumo a esa intolerancia, al recordar la constante sentencia de mi estimado amigo caricaturista Rafael Barajas, El Fisgón: La tolerancia contra la intolerancia, sólo fomenta la intolerancia.
Por un lado dice pugnar por la democracia, cuando sólo basta mirar las condiciones en las que dejó al panismo potosino, y en las que se encuentra ahora, como derivación de su gestión. Mira con un profundo desprecio la democracia.
No hay obsesión, dice Azuara como respuesta a Padierna, pero entonces preguntémonos por qué ese acaparamiento de los cargos públicos. Si dice buscar que se cumpla la ley, que demuestre que su ideología no está por encima de los derechos humanos.
El caso de Azuara es para analizarse, y ya estando en el mismo rasero valdría la pena hacerlo con todos sus correligionarios que ocupan alguna curul. Cuál de ellos se ha caracterizado por impulsar medidas en materia social o de derechos humanos; cuál de ellos –y ellas– han votado iniciativas encaminadas al beneficio integral de las mujeres. Antes bien, en éstos días se ha intensificado la campaña panista en contra de la interrupción legal del embarazo.
Mi memoria es mala, y no me ayuda, pero no recuerdo que hasta este momento se hubieran expresado así de algún legislador potosino por muy panista que fuera, ni siquiera de don Paco Salazar, que siempre ha sido vinculado con la extrema derecha. Hay niveles, desde luego, y en este sentido Azuara la lleva de gane: es más difícil aparentar que ser.
El detalle es, y es lo que debería angustiarnos, un legislador federal es la imagen de determinado espacio geográfico, en este caso de San Luis Potosí; por tanto, si su imagen es la de un nazi, los potosinos, sus representados, somos nazis.
La realidad no es ésa; ciertamente somos doblemoralistas y mojigatos; vivimos en un pueblo que se escandaliza de y por todos; nos gusta tirar la piedra y esconder la mano; tememos al escándalo y al qué dirán, pero de eso a ser nazis hay mucha diferencia.
Déjenme recordar algo, nunca está por demás. Durante los primeros años de la segunda guerra mundial, los potosinos que tenían la oportunidad de informarse puntualmente del estado que guardaba el conflicto, ya fuera mediante radio, cine o periódicos, al enterarse de los triunfos de la Alemania nazi, expresaban su felicidad ante la victoria. Se decía eufóricamente: ¡Vamos ganando!
Poco antes, desde mediados de la década de los treinta, se desató una campaña contra los comerciantes judíos establecidos en esta ciudad, en la que se fundó hasta un periódico encargado de señalarlos y promover su persecución.
Otro recuerdo más que también viene al caso. En febrero de 1943, fue asesinado en San Luis Potosí, y por un potosino, el comerciante judío Salomón Blanck. El asesino fue absuelto en juicio, y el pueblo potosino celebró con él. En torno al asesinato, y buscando desacreditar a la comunidad judía establecida en San Luis Potosí, hubo profundas muestras de antisemitismo emprendida por los sectores empresariales. No somos nazis, pero algo queda; alguien nos representa y la ciudad es panista.
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Me enteré casi en el momento que ocurrió, que el día jueves una persona visitó el antiguo palacio municipal y pretendió sacar unas fotografías del espacio histórico, pero fue interrumpida por los elementos de la policía municipal que se encuentran asignados a vigilar el inmueble, señalándole que para esa finalidad necesitaba pedir permiso por oficio.
Ahora resulta que necesitamos permisos especiales para fotografiar los espacios públicos; volvemos a los años en que don Marcelo volvió de su propiedad el palacio de gobierno. ¿Sabrán las autoridades municipales que una disposición así atenta contra el derecho a la cultura? Les gusta complicarse y complicarnos la vida.
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Concluye agosto, inicia septiembre; la plaza de Armas de nueva cuenta está tomada, sitiado palacio de gobierno. ¿Quiere usted apostar a que de nueva cuenta los manifestantes –burócratas presupuestívoros, y antorchistas– le sacarán lo que se les venga en gana a las autoridades, con tal de que les desocupen la plaza para el día 15?
Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social, disfrútenlo, pero no se excedan.