Los tiempos guadalupanos no sólo evidencian las necesidades espirituales de los potosinos, sino también todos los temas que requerirían ser presentados ante la instancia divina como materia de milagro.
Vamos de mal en peor; un rápido recorrido por la calzada de Guadalupe, el pasado día 12, hizo observar el decremento de peregrinos y penitentes. Todavía, hace no muchos años, desde el día 11 por la tarde, era ya muy perceptible el mar de feligreses que se volcaban hacia el santuario guadalupano, hoy apenas es un río intermitente.
Los penitentes sufridos que cumplen mandas por diversas solicitudes resueltas, también van a la baja. Ya no se observan las cantidades multitudinarias. Esto en parte lo podemos explicar porque las gracias solicitadas ya no están tan al alcance de la virgencita, o por la diversidad de santos a los que se turnan las peticiones requeridas.
Ocurre lo mismo que en materia de partidos políticos, a mayor número de partidos, menor es el número de votantes que se inclinan por alguno; desde luego, que los más fuertes, o la mejor opción, serán quienes continúen recibiendo la mayor cantidad de votos.
Lo mismo ocurre con la santa patrona, sigue siendo la más solicitada por ser la más efectiva, pero como sea, su clientela va decreciendo y se reparte entre san Judas, y la llamada santa muerte.
Es decir, una advocación de reconocida tradición, y que cuenta con todos los reconocimientos apostólicos, además de gozar de todo el prestigio en todos los niveles sociales, comienza a ser desplazada por santitos de ocasión, de funcionamiento dudoso o inventado a partir de una necesidad y un sistema de creencias cuestionable y casi herético.
Lo mismo que en la política; los partidos que eran tradicionalmente fuertes y funcionales, son reemplazados por su inoperancia y su incapacidad, según la percepción de sus electores, o a partir de los favores concedidos a sus redes clientelares.
Así, también, surgen partidos políticos para todos los sectores sociales y para todas las necesidades ideológicas; no decimos culturales, porque creo que ya es lo que menos tienen. Pero pónganse un poco analíticos y consideremos a cuántos de nuestros legisladores, por ejemplo, podemos asociar con el culto a la santa muerte, o a san Judas; pocos, muy pocos, o quizá ninguno, serán guadalupanos.
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La ciudad sigue en las mismas, y yo, como disco rayado repitiendo lo mismo que escribo desde hace tiempo: los potosinos ya no tenemos ninguna garantía de seguridad, ya no se puede andar por las calles, ni siquiera meterse a algún restaurante; vamos, ya ni los propios domicilios son garantía de nada. Esta semana que acaba, una vecina del primer cuadro de la ciudad, a escasa cuadra de plaza de Armas, fue víctima de esa inseguridad.
Las autoridades, también en la misma dinámica, fingen no saber qué ocurre, fingen no percibir las inquietudes y demandas ciudadanas, a las que no sólo se suman las del tema de la seguridad, sino también de orden en el centro histórico y mantenimiento de la infraestructura de las principales calles.
Una idea del estado de desgobierno total en que nos encontramos, son las denuncias que hace en su pasada columna Juan José Rodríguez, no sólo evidencia la naturaleza blandengue del gobernador, sino también la calidad de los funcionarios que él designó; en este caso la corrupta secretaria de Salud. Todo para llorar, porque ya ni creer en los milagros.
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La única buena noticia dada a conocer en los últimos días, es la reforestación de magnolias en la calle de Álvaro Obregón, loable labor emprendida por el Consejo Consultivo del Centro Histórico; y bueno, es que tener árboles tan bellos como éstos, siempre reconforta un poco en el ajetreo permanente de la ciudad. Esperemos exista un verdadero interés y compromiso por cuidar de ellas.
Dicen los que saben, y los que no repiten, que hoy es sábado social; disfrútenlo, pero no se excedan. Con tiempo su carta navideña a alcalde y gobernador; al fin como Santa Claus…