Yólotl: Eros en la Guachichila

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El próximo viernes será de flores, peluches, cenas y tarjetas. Viernes de música melcochosa, cenas caras y moteles llenos. San Valentín, el día del amor y la amistad, ay. Estos dos conceptos en los que basamos buena parte de nuestro estar con alguien han sido fuentes de complicidades fuertes y de grandes obras de arte, pero también de tragedias mayormente evitables y de errores mayúsculos.

Del amor se ha hablado tanto y se ha dicho tan poco. Es un arte, dice Fromm, y se ha vuelto líquido al son de la sociedad, dice Bauman. Amor es fingir que hay otros, según Borges: «Es mentira. / Sólo tú eres. Tú, mi desventura / y mi ventura, inagotable y pura». El amor y el erotismo van de la mano. Son lo que Octavio Paz definió como La llama doble. «No puede haber amistad sin reciprocidad. […] O es compartida o no es. Mientras que el amor, por el contrario, parece alimentarse de las desdicha de no ser compartido», escribió Michel Tournier, quien añade: 

«Hay otra diferencia aún más grave entre amor y amistad. Es que no puede haber amistad sin estima. Si nuestro amigo comete un acto que consideramos vil, deja de ser nuestro amigo. A la amistad la mata el desprecio, mientras que el furor amoroso puede ser indiferente a la estupidez, a la cobardía, a la bajeza del ser amado. ¿Indiferente? Incluso a veces se alimenta de toda esa abyección, como ávido, goloso de los peores defectos de la persona amada. Pues el amor también puede ser coprófago». 

Es cierto que muchas veces el amor es un distractor, un artículo, un delirio, una idealización usada para controlar a otros. Las historias disneyizadas, las telenovelas, la literatura rosa, hablan de renuncias y de poner todas las esperanzas en alguien que no suele ser real, de quien se espera salvación, abnegación o sumisión. Príncipes y princesas con quienes vivir «felices para siempre». No hay historia ficcionada que no hable de amor a su manera, lo importante es ver si no se trata de un amor distorsionado por personajes, narradores o autores. 

El amor al arte es de esas idealizaciones, como lo es creer que matar o morir por un sentimiento es signo de ese sentimiento, lo mismo da si se trata de la patria, de un  amor o de nuestro equipo de futbol.

Romantizar la violencia, creer que es normal que el otro cele, controle o humille, es parte de los mitos de Eros. Si bien en 2019 los divorcios disminuyeron en San Luis Potosí en relación a 2018, la violencia intrafamiliar se incrementó 62 por ciento. La violencia familiar, sobre todo hacia la mujer, fue mayor a la media nacional. Lo malo es que si bien por este delito hay hasta 15 detenciones por semana, en la mayoría de los casos la víctima otorga el perdón, una y otra vez, hasta que ya no puede.

Las autoridades nadan de a muertito y minimizan la violencia atribuyéndola a «asuntos familiares». Hasta se ha hablado de desaparecer el delito de feminicidio solo porque hay quienes no saben investigar y aplicar la ley. Es increible, y reprobable, que en pleno siglo XXI se siga hablando de crímenes pasionales cuando se trata de feminicidios o crímenes de odio.

Yólotl, corazón en náhuatl. El bombeo de sangre se acelera al ver o sentir y eso ha hecho que sea el símbolo del amor, de la locura que nos atrapa o de la complicidad que dan los años. Es némesis del cerebro, símbolo de la razón, y sin embargo es en ambos órganos y en los cinco sentidos donde se crea la alquimia. Como en literatura, bien dice Orhan Pamuk que las mejores novelas son una mezcla de Lo Ingenuo (inspiración, espontaneidad) y Lo Sentimental (la técnica, lo racional). Foucault confesaba: «Vivo en estado de pasión con una persona; es algo que está más allá del amor, de la razón, de todo; sólo puedo llamarlo pasión».

Desde hace tiempo he imaginado a Eros desterrado en estos lares, encerrado sin cadenas en el semidesierto sembrado de yucas y cactáceas. Solo, desanimado, sin mucho qué hacer, el dios se pasearía por la ciudad y por el campo, añorando su época de gloria. Hace poco me ha surgido la idea de Venus en la Huasteca, al ver la estatua cercenada que preside Tamtoc, el sitio recientemente elevado a la categoría de Zona Arqueológica. Allí, lo femenino abarca todo, lo colorea todo, y la blancura de la Venus y de la Piedra Lunar van a provocar muchas historias este año.

Amar y sobre todo amarnos, que amistades y amores nos fortalezcan, que nos hagan crecer al amarlos. Como dijo Óscar Wilde, “Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida». Y ser, en soledad o compañía. Al final de cuentas, dice Roland Barthes, «Saber que no se escribe para el otro, saber que esas cosas que voy a escribir no me harán amar por quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura».

Algo del menor Sabines, aquel que algo escribió sobre el Mayor:

«Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves, ¿quién podría quererte menos que yo, amor mío?»

Hace una semana convoqué a enviarme textos e imágenes acerca de esta fecha, en cualquier género, desde cualquier perspectiva y sobre cualquiera de sus innumerables subtemas. La invitación sigue abierta.

Los textos e imágenes recibidos, con otros que he recopilado, serán publicados en http://erosyvenusenslp.blogspot.com, del 12 al 14 de febrero. Ahí nos vemos y nos leemos. 

Soy cuerpo y escritura. A quien corresponda y según corresponda: gracias por la pasión, el deseo, la inspiración y la amistad.

Posdata: En unos días más inicia la preventa de mi nuevo libro de cuentos, Fuera de mí, eufemismos para ciertas locuras, que publicará la editorial El Diván Negro, a cuyo equipo encabezado por mi querido Zamuel Hernández agradezco la confianza en mis trastornos y melancolías. 

https://alexandroroque.blogspot.com

Correo: debajodelagua@gmail.com