INSTANTES

Todos los instantes de cada día de la infancia eran nuevos. Papá decía que la vida era tan rápida como un abrir y cerrar de ojos... a mí me aturdían sus palabras porque no entendía porque decían que la vida era tan rápida, miraba por la ventana cristalina el jardín, tan verde, lleno de rocío, de vida... observaba ya con la mirada perdida, intentando comprender lo que mi viejo decía. Por allá se escuchaba la canción de Engelbert "Release Me" que a mis papás les gustaba oír mientras decorábamos el arbolito de navidad, y él, papá, mientras acomodaba los aritos de las esferas para que mamá, la bella de ojos de vendado, pudiera colgar en todas las ramas, nos daba las cátedras de la vida. Entrecerraba los ojos, seguro al momento en que también abría su corazón para decirnos que guardáramos esos instantes en familia en corazón... "porque la vida pasa rápido" insistía. Cerrar los ojos, abrir el corazón, encender la flama de la fe... sentir dulcemente el olor de la navidad entre el chocolate caliente, el ponche y la viznaga marinada en ron para la gelatina de rompope, esa corona o campana amarilla y deliciosa que decoraría la mesa, el día de la gran cena navideña. Esa mañana de ese día, un pájaro me dijo que afuera el aire estaba helado, que la tierra era húmeda y que era posible que, por las aproximadas aguas, seguramente él, el pájaro rojo, dejaría de existir, que se iba feliz por haber volado en muchas primaveras. Pero que agradecía a Dios y al cielo, su paso por este mundo... al que asistió siempre cantando. Mis pensamientos volvieron al lugar de inicio, la tarde en que poníamos en familia el arbolito de navidad. Hace años, queridos lectores, salí de esa estampa. Pero no fue sino hasta hoy que entendí aquellas palabras de papá de que la vida era tan rápida. Y lo que el ave roja también me decía que se iba feliz por haber volado en muchas primaveras. Sublime ha sido, guardar momentos en el corazón... excelso ha sido, no olvidarlos... grandioso ha sido, vivir de eso. Y hoy, mientras la tarde cae y el mundo parece girar un poco más deprisa, cierro los ojos como él me enseñó. Escucho a lo lejos una canción, tal vez la misma, tal vez otra, pero igual de dulce. Y entiendo que no se trata de detener el tiempo, sino de abrazarlo. Porque la vida pasa rápido, sí... pero en cada recuerdo que vuelve, en cada aroma que despierta la memoria, en cada instante que late dentro de uno, la vida —esa vida que creí fugaz— se queda para siempre.
Cale Agundis ®?
no te pierdas estas noticias












