Francisco Toledo: el mejor homenaje

A los 79 años murió Francisco Toledo, el artista mexicano, el activista, el de los trazos de fuego, los colores tierra y resultados cósmicos. 

Abominaba la superficialidad de ciertos grupos sociales, de los políticos y la (casi siempre autonombrada) élite artística. La transgresión, el espíritu de comunión y de búsqueda de motivaciones, su sencillez, lo hacían ver como una presencia chamánica. Lo era, aunque en estos tiempos se niegue tanto la búsqueda espiritual, y su muerte es  un parteaguas: ¿qué va a pasar? Y más: ¿qué es el arte actual?, ¿cuál es el papel del artista en su sociedad?, ¿cuál su relación con el Estado? ¿cómo otorgar y conseguir apoyo al arte y la cultura?

Una mirada en derredor no da muchas esperanzas.

Concuerdo con Elena Poniatowska en su definición de Chico Toledo: «todo lo que un intelectual del siglo XXI debería ser o aspirar a ser».

En su estancia en Paris, donde fue apoyado por Rufino Tamayo, Toledo coincidió con el potosino Roberto Donis, de quien en estos días hay una exposición en el Palacio Municipal. El oriundo de Venado incluso siguió a Toledo a Oaxaca, donde fue director de artes plásticas de la Universidad Benito Juárez y luego, tras ser grillado, fundó el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo. A ambos, cuenta Donis, solían detenerlos en Paris porque los ‘polis’ creían que se trataba de dos árabes sin papeles migratorios. Generoso, apoyó a Donis en la creación del Centro Cultural de Venado, SLP.

El Maestro Toledo creó la cineteca El Pochote, donde dio asilo a la población y a integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca tras la represión a una marcha en 2006. Fue activista en la liberación de quienes fueron detenidos.

Tras recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1998, fundió la medalla de oro para hacer joyería y repartió los otros 280 mil pesos recibidos entre las instituciones creadas y apoyadas por él: Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Centro San Agustín, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, Centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo, Fonoteca Eduardo Mata, El Pochote y la escuela para invidentes Jorge Luis Borges.

Mediante una repartición de tamales protestó en 2002 contra la colocación de una sucursal de la hamburguesera McDonalds en la plaza principal de Oaxaca. La impidió. Alertó sobre el maíz transgénico y sus posibilidades cancerígenas como un «ataque a la agricultura campesina». Se negó a ser miembro del Colegio Nacional, ese club privado de la intelectualidad mexicana.

Voló mariposas (papalotes) como acto de indignación ante las versiones oficiales de la desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzipanapa.

Como aseveró en una entrevista con El País: 

«Hay una costumbre del sur: cuando llega el Día de Muertos se vuelan papalotes porque se cree que las almas bajan por el hilo y llegan a tierra para comer las ofrendas; luego, al terminar la fiesta, vuelven a volar. Como a los estudiantes de Ayotzinapa los habían buscado ya bajo tierra y en el agua, enviamos los papalotes a buscarlos al cielo».

Por eso sus papalotes son más que un instrumento artístico. Eran una forma de estar en contra. Ojalá que en honor a Toledo vuelen en San Luis Potosí las mariposas con los rostros de Mitzy, Karla y otras víctimas de la cotidiana violencia machista y de la omisión oficial. Que se eleve el rostro de Zoe Zuleica y de las demás víctimas de desaparición.

Toledo denunció la violencia en su exposición «Duelo» (2016), en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. La expresión artística, pensaba, «también puede constribuir a la justicia». Por eso pagó una deuda a la Secretaría de Hacienda con un libro llamado Los cuadernos de la mierda.

Fue también editor de libros de arte y otros bilingües zapoteco-español, con portadas de él, grabados antiguos y de Posada y Tamayo, y contraportadas con canciones o poemas. Promovió «un fondo de becas, con el propósito de que normalistas indígenas que dominen su lengua materna colaboren en nuevas traducciones».

Pidió a Kimberly-Clark, en una carta al director de la empresa, Claudio Xicoténcatl González, usar diseños prehispánicos y de artistas mexicanos en sus libretas. El empresario hoy «opositor» reviró cuestionándolo sobre la CNTE y su proceder en Oaxaca. Total, que el Maestro hizo sus propios cuadernos y los repartió en las comunidades.

Lo dijo en una entrevista a la revista Proceso: 

«Creo que al niño hay que alimentarlo de imágenes de muchas culturas, de la prehispánica, el arte popular mexicano, los muralistas, Tamayo… todo eso debería estar en cuadernos y libros. En los libros de texto gratuitos a veces hay información de pintores o culturas, pero no es suficiente. El cuaderno de tareas es el que ven todos los días, darles una información, una imagen, es el comienzo de una educación estética».

Como bien señalaron algunos medios, es incongruente que se declaren tres días de luto en Oaxaca y en cambio se hayan suspendido en Juchitán las obras de reconstrucción de las viviendas afectadas por el sismo de 2017, donde en ese entonces él instaló cocinas y albergues. (Por cierto, ya salió que no nació ahí, sino en la Ciudad de México, pero el Maestro bien pudo decir, prafraseando a Chavela Vargas: «los juchitecos nacemos donde se nos da nuestra chingada gana».)

Ojalá se quede en Oaxaca, que sus cenizas reposen o sean esparcidas, nada de rotondas u otros oropeles. Su originalidad como artista y y su generosidad como promotor merecen grandes homenajes, pero no basta: la última lucha de Toledo fue contra el Tren Maya y el «desastre ecológico» que representa. Él pedía una consulta entre las comunidades originarias afectadas, que se vigilara el proceso. 

También sabía del poder de la lengua y luchó por la defensa de ese territorio, tan importante como el físico. Que sus libros y obra lleguen a más, a muchos.

Replantear instituciones, apoyos, decisiones culturales. Ese sería el mayor homenaje a este real activador del tejido social.

Hasta pronto, Maestro.

Web: http://alexandroroque.blogspot.mx

Twitter: @corazontodito